lunes, 4 de abril de 2011

Poética incivilizada o poética del olvido


Miro hacia atrás y sólo encuentro un lejano y dolorido olor a brezo.

Aún nada alienta en la alameda de los sueños y ya el carro de los cómicos se aleja lentamente.
JULIO LLAMAZARES en La lentitud de los bueyes



Por Ester Astudillo


Tiempo hubo, hubo un tiempo en que los hombres-buey

transitaban las lindes de los campos.


Entonces el dolor no era aún síntoma: era refugio,

y el arriero acogía la muerte sin ruido,
la paja del camastro
ardía en la pira comunal después
o servía de lumbre para el puchero.


Es poso hoy ese tiempo.

No vale volver la cabeza y admirarse.

Las calendas no responden a aquella cadencia de piedra

anterior a los dioses, los jardines, las promesas.


Los hombres-buey no atienden a la ley de la rueda:

la que pactaron con su amo fue una servitud gentil
hecha de muérdago, brezo y almizcle,
remedo de sol y nieve y heno.


Luego el hilo con el huso, el álamo,
se añadieron
al ajuar de barro y pasto.
No existe precio
para la libertad
de una tregua en los campos.


La sangre la mece el calor de las ortigas, el beso y el deseo

antes del amor. Antes de que la siega abulte los arcones.

Los arrieros desconocen las palabras y la paz

para pintar el frío del lucero. Aunque duerman al calor

de las brasas lentas hundidas en su propia mansedumbre.


Ningún apremio.

Mandil, cántaro, azogue y guirnalda

son sólo nombres antiguos para los ciclos del año,
testigos mudos;
acaso la herrumbre del olvido.

4 comentarios:

Bruno Jordán dijo...

De lo mejor que te he leído, Ester.

Mercè Mestre dijo...

Potser els homes-bou bíblics han desaparegut dels nostres camps, però pels asfalts s'arrosseguen les seves versions B, que som nosaltres.

Alta cuina literària, sí senyora.

Beatriz dijo...

Jaja, a la vejez, viruelas, que decía mi madre. Este poema estaba condenado a no ver la luz: es antiguo y lo colgué ayer en ausencia de más alternativa, nació de un momento y una tesitura muy concreta que ahora me quedan muy lejanos. A mí no me gusta nada, pero te agradezco tu comentario, Bruno, ahora que nos morimos...

Versió B, Mercè? Vols dir que no som X, o Z?

Gràcies a tots dos ;)

Carso dijo...

es un poema para leer sentado en un colina. ahora que es primavera y el trigo verdea, las amapolas ofrecen testimonio de esa herrumbre, sangre oxidada en cada pétalo. brillo de memoria, que no de olvido.