domingo, 28 de enero de 2007

Palabras, palabras...


Por Rufino Pérez

El poder de la palabra es mucho. Aunque no sirva para nada, porque rápidamente las hacen callar las armas, por ejemplo. Hace unos días leí un artículo sobre el aumento de la tendencia a utilizar palabras “políticamente correctas”, lo que nosotros llamaríamos “eufemismos”, vaya. El artículo menciona la odisea de términos como lisiado, que después sería tullido, inválido, minusválido, deficiente físico –no la he oído más que en su variante de deficiente mental, pero debió existir como correlato- discapacitado y ahora, parece ser que deberíamos utilizar persona con disfunción motora.

Otro caso que comenta es el de la palabra negro, que fue cambiando a moreno, de color, afroamericano, ébano –otra palabra que no he llegado a oír como sustituto de negro, y que a mí me suena más como adjetivo elogioso para la mujer negra-, de ascendencia africana, y ahora dice que volvemos a lo de negro. ¿Se nos ha agotado el vocabulario, o nos hemos dado cuenta de que andábamos con chorradas para disfrazar una realidad que no debe resultar ofensiva?

Otra cosa es lo de inmigrante, que después fueron ilegales –y ahí sí que me opongo, porque la ley es para todos y éstos no están fuera de la ley-, sin papeles o indocumentados. No sé, ahora debe andar por lo de rumanos, aunque vengan de Holanda o de Alemania, que ninguno somos racistas pero se nos ve el plumero a la primera de cambio.

Yo reivindico que quiero llegar a viejo y no a pertenecer a la tercera edad; cuando compro cupones al ciego de la esquina, no digo que se los he comprado al invidente del ángulo de la calle A con la calle B; cuando me quede calvo –y voy camino de ello-, ya me las arreglaré con mi físico, pero que nadie me llame alopécico. Cuando hable con un negro no quiero ponerme a pensar si es afroamericano, o si ha nacido en Borriol hijo de madre española y padre negro o viceversa; lo saludaré y pensaré que es una persona como yo, y si me cae bien, entrará en mi círculo de amigos. Y si un alumno es imbécil, pensaré en decírselo de la manera más clara para que lo entienda, sin ofender, o tal vez ofendiendo, eso dependerá de que se sienta ofendido ante el descubrimiento de la realidad.

Vamos que entre vivir con ilegales, invidentes, personas de la tercera edad, siendo vecino del Tercer Mundo, alopécicos, discapacitados, machos con disfunción eréctil, funcionarios de prisiones, profesores de ESO y Adaptaciones Curriculares Individualizadas, prefiero ser maestro –qué bonita palabra- y enseñar lo poco que sé a blancos, negros, calvos, retrasados, bordes, imbéciles, caraduras, jetas…; en fin, a todo aquel que quiera aprender, porque eso sí, me da igual que sea calvo, pero si no quiere aprender, eso ya no es problema del pelo, sino de lo que hay debajo.

Y para terminar, habrá que dejar que el lenguaje siga vivo y cree sus propias reglas del juego, sin pasarse, pero siempre permitiendo que sean los demás los que nos digan su nombre, no etiquetando antes de tiempo. Si a alguien le molesta que le diga negro, que me lo haga saber y yo le llamaré de otro modo, por eso no dejaremos de ser amigos. La intención es lo que cuenta. Y la mala leche de algunos.

3 comentarios:

Carla dijo...

¡Tienes toda la razón del mundo!
Cada vez podemos hablar menos en pro a respetar "sensibilidades", cuando el producto de todo ello es una represión... Ironías de la vida... Como bien has dicho, las cosas ofensivas yacen en la intención y el cómo se dicen, nunca por las propias palabras, que pobrecitas las estamos criminalizando de contínuo... No es lo mismo decir "negro de..." que decir "mi amigo negro". ¿Sabes que tenía intención de escribir sobre ello? jeje
Besos

Anónimo dijo...

Los eufemismos son la vertiente lingüística de un fenómeno mucho más amplio en nuestra sociedad, tan higiénica y aséptica, a saber, la necesidad de ocultar en todo momento lo terrible y doloroso de esta vida, como si sólo pudiéramos vivir en la mitad de nuestro cosmos, el ying sin el yang. El lenguaje, la arquitectura, el urbanismo, el arte "oficial" todo tiende a la ocultación de lo que algunos han considerado desagradable. Es como si creyéramos que no hablando de la muerte, la muerte desaparecerá.

R.P.M. dijo...

Siento la "pillada" de tema, Carla, pero seguro que tú tienes más que decir que yo y lo sabes contar mejor, así que, como el tema da para mucho, deléitanos un día de estos con algo más, ¿vale?.
Y sí que es verdad, anónimo, que pretendemos siempre tapar la m... intentando que no huela, hasta que al final fermenta. Lo peor es que incluso entonces hay gente que todavía intenta tapar el viento. Una pena.