domingo, 18 de marzo de 2007

INSULTOS Y AMENAZAS

Por Rufino Pérez

Las encuestas y sondeos de opinión nunca son para tomarlos al pie de la letra, pero si se hacen “seriamente”, tampoco son para dejar que pasen desapercibidos. La última que he leído es la publicada por la Síndica de Greuges de la Comunitat Valenciana, y hace referencia a los malos tratos entre estudiantes, en las aulas, en el patio, en fin, en el entorno escolar. El sondeo se ha realizado con alumnos de la ESO y también del último ciclo de Primaria, de forma que la evolución de conflictos en muchos casos aumenta levemente en la ESO, pero en general, se mantienen las cifras en todo el rango de edad.

La palma se la llevan los insultos y los motes, ya que aproximadamente la mitad de los encuestados admite haber sido insultado o haber recibido un mote. Es coherente porque, se supone que la otra mitad la componen los que insultan o ponen el mote. Digamos que los alumnos se están formando para la vida social, en la que media España insulta o critica a la otra media. Y si subimos de ciclo, a lo mejor podemos decir que medio mundo critica al otro medio. No sé, tal vez estoy exagerando en mis conclusiones.

Después interviene el dato correspondiente a la maledicencia, que para los de la ESO se presenta como “hablar mal de él o ella”. Aquí, los chavales también admiten en una amplia proporción que a menudo han notado que los compañeros hablan mal de ellos y ellas. Seguimos en la línea social de preparación para el futuro: la crítica como deporte nacional.

Después pasamos a aquello de “ignorarle o no dejarle participar”, que también recibe un tanto por cien considerable de respuestas positivas. Socialmente hay mucho ignorado que no participa en nada, vamos que es poco menos que un mueble. Son los “invisibles” de los medios de comunicación, aquellos o aquellas de los que nadie habla porque no interesan a la masa económica; aquellos o aquellas que sufren en silencio la desgracia de haber nacido en el lugar equivocado.

Hay que alegrarse de que los conceptos “obligar a hacer cosas con amenazas” o “amenazarle con armas” arroja un bajo porcentaje de percepción. Pocos alumnos se han sentido obligados a hacer algo bajo presión o amenazas, y parece ser que las armas aún no han aparecido ostentosamente en el patio del instituto. Es una alegría, pero que evidentemente cambiará con el tiempo. De hecho, hay otro concepto que es el de “amenazar sólo para meterle miedo” que sí se detecta en las aulas en una proporción que ya se puede considerar seria. Creo que se confirma así la secuencia: se comienza con amenazar sólo para asustar y se termina asustando terriblemente, incluso sin tiempo para percibir la amenaza. Y con armas.

Cuando llegamos al “acoso sexual de forma verbal” y “acoso sexual de forma física” los porcentajes de incidencia son realmente bajos. Digan lo que digan, nuestros escolares todavía se interesan más por el fútbol que por otras cuestiones. Todo ello también cambia con la edad. Y los periódicos no dejan de darnos la razón con los casos de mujeres maltratadas que diariamente saltan a la prensa.

No quiero extenderme en este análisis, porque los datos vuelven a confirmar una vez más que los alumnos en realidad no están haciendo más que prepararse en todos los ámbitos, cultural y social, para la vida. “A veces, en los institutos se pintan las paredes o los baños, se estropean las mesas o se rompen otras cosas”. Un 15 % de escolares dijo que “como no es tuyo, qué más da”. Lógico. Un 30 % -redondeando- decía que “te lo pasas bien haciendo esas cosas”. Claro, ríete tú de la Play frente a una buena pintada. Dónde vas a comparar la satisfacción lúdica que ambos producen. Un 15 % decía que “ganas puntos ante tus compañeros”. Advertencia: sacar sobresalientes, resta puntos en la consideración “social” del individuo. Lo mismo que hoy día ya no se lleva eso de “me lo he ganado con el sudor de mi frente”. Y un 30 % decía que eso se hace “para molestar a los profesores”. Ahí me ha gustado. Porque si intentan molestarnos es que al menos, existimos para ellos, aunque sólo sea como “objeto molestable” que no está mal para empezar.

El siguiente dato es ya el colofón. Una amplia mayoría confiesa que ante “un grupo de alumnos que te hace la vida imposible” se lo diría al “profesor o al tutor, aunque me llamen chivato”. Y es que no hemos perdido la autoridad, por más que se empeñen en decir lo contrario. El profesor siempre es el profesor y ahí está para resolver conflictos. Lo que ya no tengo tan claro es la correlación de la figura del profesor en la vida social. ¿A quién me puedo quejar yo, aunque me llamaran chivato, cuando me siento amenazado?

Bueno, esto intentaba ser un comentario docente y no sé bien a dónde he ido a parar. Así que ya me lo diréis vosotros. Yo seguiré siendo un profesor enamorado de mi profesión y no sintiéndome “amenazado” hasta el momento. En la vida social, mundanal, ya es otra cosa.

1 comentario:

gonzalezcastro dijo...

A mí una vez un alumno me amenazó con romperme una silla en la cabeza. El angelito fue expulsado tres días. No sé si fue una medida proporcionada o el castigo se quedó corto. Lo que desde luego está claro es que en los colegios se tendría que actuar con más celeridad para atajar los problemas de indisciplina serios, en vez de ir tapando para que dicho centro aparente ser un oasis de paz y tranquilidad. He vivido situaciones mucho más surrealistas en entrevistas con padres que confirman el refrán que reza aquello de "de aquello polvos, estos lodos". Cuando la falsa igualación de roles se extiende, hem begut oli.