martes, 13 de marzo de 2007

Por un granito de arroz...

Por Carlos Rull

Cuenta la leyenda que el ajedrez fue inventado hace unos mil quinientos años en el Valle del Indo por un sabio hindú – o árabe, en alguna versión minoritaria - al cual el sultán, aburrido después de haber derrotado a todos sus enemigos, le había pedido que buscara alguna forma inteligente de entretenimiento y entrenamiento. Otra versión afirma que fue el sabio quien decidió inventar ese juego para enseñarle a su rey una lección de humildad, pues de todos es sabido que en el ajedrez el rey es el eslabón más débil: no sirve para atacar y no es prudente arriesgarlo, antes bien, se trata de protegerlo a toda costa.


Cuentan asimismo, en todas las versiones, que, en agradecimiento, el rey le ofreció al sabio cualquier cosa de su reino, lo que él deseara, y éste, modestito él, le pidió un grano de arroz por cada cuadro del tablero de ajedrez en progresión geométrica, es decir, un grano por el primer cuadro, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así hasta sesenta y cuatro, esto es, dos elevado a la sexagésima cuarta potencia. Un simple grano de arroz. El rey, impetuoso e irreflexivo, le preguntó extrañado por qué, pudiendo ser recompensado con cualquiera de las inmensas riquezas del reino, se conformaba con un premio tan insignificante. El sabio sonrió, y no era para menos: tan alta era la cifra, que ni todo el arroz del reino bastaba para pagar esa deuda. De hecho, tan elevada es que, buceando por la red, encuentro a un tipo que afirma que ni todas las cosechas de arroz actuales del planeta darían para pagar al sabio. Pues sí, modestito, el señor filósofo.

Un compañero mío - porque digan lo que digan algunos, los profesores innovamos e intentamos motivar - se ha entretenido en utilizar esta leyenda para un ejercicio práctico de su clase de Matemáticas. Con una balanza de precisión, ha intentado calcular cuántos granitos son necesario para obtener un kilogramo de arroz. Utilizando granitos normales, del arroz de Mercadona (deberían pagarnos por la publicidad gratuita), resultó que hacían falta 32 granos de arroz para tener un gramo, por lo tanto, 32.000 granos suman aproximadamente un quilo. Dividiendo el total de granos de arroz que salen de la progresión geométrica del tablero de ajedrez propuesta por el sabio entre la cantidad de granos de arroz necesarios para sumar un quilo, mi amigo obtiene la ingente y bárbara cantidad de quilos de arroz que le hubieran hecho falta al fogoso rey para cancelar su deuda. No tengo sus cifras a mano, y cualquier cálculo que yo intentara no sería muy de fiar, y mucho menos en plenas fiestas de la Magdalena en Castellón, días en que la rutina consiste en ir del mesón del vino al de la cerveza y vuelta, parando por el camino para seguir tomando en alguna colla. En todo caso, y aunque mis cálculos puedan ser inexactos y chapuceros, salen, efectivamente, muchas, muchas toneladas. Como curiosidad no está mal.

Sin embargo, más allá de lo anecdótico y curioso de esta edificante historia, es agradable comprobar que además de una poderosa lección de humildad, que se sumó a la impartida por la naturaleza misma del juego del ajedrez, la postura del sabio demostró implacablemente dónde se halla el verdadero poder de un ser humano. En relación con esta idea cuenta otra leyenda que un rey de la India se preguntó si el mundo se regía por la inteligencia o por la suerte. Como todo los reyes de las antiguas leyendas, acudió a dos de sus sabios en busca de un consejo al respecto. El primero de ellos, por toda respuesta, le entregó unos dados; el segundo, le entregó un tablero de ajedrez. Jof y Block. Sin comentarios.

Me despido con un diálogo ajedrecístico de una de las mejores películas de la historia del cine. Hasta la semana que viene.
Caballero- ¿Quién eres tú?
Muerte- La muerte.
Caballero- ¿Es qué vienes por mí?
Muerte- Hace ya tiempo que camino a tu lado.
Caballero- Ya lo sé.
Muerte- ¿Estás preparado?
Caballero- El espíritu está pronto, pero la carne es débil. (La Muerte se aproxima.) Espera un momento.
Muerte- Es lo que todos decís, pero yo no concedo prórrogas.
Caballero- Tu juegas al ajedrez, ¿verdad?
Muerte- ¿Cómo lo sabes?
Caballero- Lo he visto en pinturas y lo he oído en canciones.
Muerte- Pues sí, realmente soy un excelente jugador de ajedrez.
Caballero- No creo que seas tan bueno como yo.
Muerte- ¿Para qué quieres jugar conmigo?
Caballero- Es cuenta mía.
Muerte- Por supuesto.
Caballero- No me llevarás mientras dure la partida. Si me ganas me llevaras contigo, si pierdes la partida me dejarás vivir. (Sortean color). Has escogido las negras.
Muerte- Era lo lógico, ¿no te parece?
(Ingmar Bergman, El séptimo sello)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pocas collas has visitado, compa arrocero, estas demasiado lúcido de buena mañana e incluso sereno, te he visto por el cristal(tenia guardia).Con tanto secano, es estupendo cultivar arroz, en campos de conselleria, e incluso contarlo.
Permíteme que me quede con una genial parida de un alumno(te he utilizado por una buena causa, yo si estoy madalenera). El mas chulo : “lo ha contado de cabeza, le da para una paella individual(hay alguien mas?) y además me pregunta si lo calcula en euros.
En mi garito, somos poco de ajedrez(comemos palabras e incluso nos chupamos los dedos con deleites matemáticos)….pero tiramos los dados como nadie y nos jugamos hasta el currículum..hoy hay evaluación.

R.P.M. dijo...

Aquí decimos: "suerte y al toro" -aunque yo sea poco taurino- . Y el maestro sale a la plaza, buscando la suerte, con la cabeza serena, calculando el pitón por el que el toro falla más. Espero que no pusieras muchos ceros en la evaluación, recuerda que la cifra ha sido prohibida por las cabezas pensantes.