(Dedicado a Ivan, con provocadora y constructiva añoranza)
Érase una vez un ladrillo que formaba parte de una altiva fachada señorial, su vida transcurría, monótona e incomoda, entre soldaduras de cemento, que lo unían a un sinfín de colegas que, cuando se descuidaba, intentaban arrebatarle su privilegiada situación a fuerza de empujones.
Un día de lluvia esponjosa, de esas que se cuelan por las ranuras y empapan interiores, sintió un empujón no clasificado, sobresaltado, tomó sus prismáticos de arcilla, miró a su alrededor y vio una golondrina intentando agarrarse al saliente, con todas las partes de su cuerpo Era un espectáculo de desolación en el que se mezclaban manchas negras y blancas, arañando la pared con pico, patas, alas…., resbalando una y otra vez, entre toboganes de agua, hasta quedar difuminadas en el intento.
El tocho se quedo descolocado ante la agresión que habían sufrido su rutina y sus bien delimitadas paredes, de nobles materiales. Primero hizo un balance de daños físicos, el único en diez años: comprobó, con rabia arquitectónica, que los arañazos del desolado bicho, le habían abierto una brecha dejando rojas pinceladas de su intimidad al descubierto. Las gotas de lluvia se deslizaban por la brecha abierta, deshaciendo, en minúsculas porciones de arena, sus prietos canalones. Le dolía el miedo e, inválido de herramientas, buscó pegarse a sus compañeros de fila en busca de auxilio.
¡Pobre ladrillo!, ignoraba, en su incompetencia sentimental, que él y sus compañeros sólo servían para soportar, no para sujetarse. Sintió el rechazo de los diferentes y comprobó, entre prepotentes empujones, que era fácilmente sustituible por innecesario.
Mientras experimentaba todas estas nuevas sensaciones, inclasificables para él, notó un olor, espeso y líquido, que se colaba por sus paredes y las teñía de vivos rojos. Pensó que era el final e intento taponar sus filas de ojos, a fuerza de roces con sus vecinos. De pronto se encontró con un ojo del maldito pájaro, del que salía ese rojo pegamento, que con su pala excavadora iba aprisionando en las grietas .Todo cesó, todo fue silencio, todo se nubló, sólo sentía una inyección, que le calmaba el miedo, que le daba calor y fuerza, que le resbalaba por sus ranuras acunándole.
Al día siguiente oyó los golpes y las voces que daba su arquitecto de guardia, valorando los daños que la fuerte lluvia había provocado en la fachada. Cuando le llegó el turno, escuchó sorprendido : “Parece mentira, un ladrillo tan sensible y ha resistido los daños mejor que ninguno, es más parece que le hayan inyectado vida”.
El ladrillo “sensible” continúa hoy en su señorial fachada, donde ya no nota los empujones, porque tiene la fuerza de quien, relleno de vida, ha decidido que no quiere sobrevivir a cualquier precio.
7 comentarios:
En este viernes hueco que nos había dejado la marcha de nuestro colega Iván hasta la llegada de un nuevo colaborador, nuestro octava voz e infalible comentarista Paula ha decidido dedicar este sentido y sincero homanaje a nuestro escritor perdido. Gracias, Paula, por tus siempre sabias palabras y tu férrea pero calurosa amistad.
De ladrillos sensibles habría que construir todo, o por lo menos mezclar unos cuantos para humanizar los muros. Qué bonito, Paula. Un fenomenal debut. Bienvenida.
Has commogut els meus fonaments. Benvinguda! Espero que ara que has posat la primera pedra, no deixis de construir.
Fins ara,
Marc
Hola Paula!
Quina alegria llegir alguna cosa teva! No saps les ganes que en tenia. Moltes gràcies per emparedar-nos amb sensacions genuïnes dels més dolços contes. Un plaer, i espero que no sigui l'últim, ja que m'agrada llegir-te tan sensible i simpàtica com et conec pels comentaris.
Un petonàs, petita joia!
Cuando leía tus comentarios pensaba: "me gustaría leer un relato suyo", porque escribes unos comentarios que son una maravilla, igual que este texto. Qué bueno. Ya tengo ganas de leer el próximo.
José.
Gracias, Paula.
Nunca dudé (a raíz de tus tan animosos emilios que me envías con amor) de tus dotes literarias. Me siento, tras leerte, como con piernas de adobe bajo la lluvia, y quizá mi corazón de piedra volviera a latir, aunque sólo fuera un espejismo. De nuevo, muchas gracias por tus palabras. Ojalá hubieras llegado antes de mi marcha.
El viernes blanco, que resaltaba ausencias, la fuerza de la nostalgia y un impulso, de esos que hay que seguir (gracias por apoyarlo Carles)…me hicieron cambiar de acera je,je. Agradezco de corazón las bienvenidas y las buenas críticas al “tocho”, pero hace tiempo ,que me hacéis sentir bienhallada.
Todavía ando de reformas, entre tormentas y resacas, pero seguiré poniendo la radio, para escucharos mientras trabajo…es un placer y un apoyo vuestra compañía.
Gracias Paula.
PD)Querido Iván: La provocación era para que volvieras. Ni pa ti, ni pa mi…me ofrezco para hacerte de negro, como el de Ana Rosa Quintana je,je. Cuídate!!
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