domingo, 10 de febrero de 2008

EL OCTAVO DÍA

Por Rufino Pérez


Lo de Morgana y el gato funcionaba cada día mejor. Alguna vez pensó Morgana meterlo a la cazuela porque el dichoso gato se le subía por las paredes y se hacía el dueño de las habitaciones. Pero, en el fondo, el gato era un buen compañero. Por la noche, sus ojos brillantes le servían de linterna para leer los libros de encantamiento con los que tanto disfrutaba Morgana. Y durante el día, pasaba bastante tiempo en la calle, con lo cual molestaba poco.

El Supremo Hacedor, sin embargo, había pasado su día de descanso con dolor de cabeza porque las preguntas de Gabriel no le habían dejado contemplar la creación desde la más infinita satisfacción. Había sabido cómo encaminar el problema gatuno, pero quedaba algún cabo suelto en ese tema del ser humano.

Era el octavo día y entrábamos ya en la semana post del año cero. Seguro que Gabrielillo volvería a la carga con alguna duda. Porque Gabriel era bueno, pero también algo tozudo y no se conformaba con una respuesta fácil. Por eso, antes de que Gabriel se anunciara con el níveo batir de sus alas, el Supremo Hacedor ya tenía una respuesta a la pregunta que éste le iba a formular.

Y cuando tras los buenos días de rigor, interesándose por si él, el Supremo, había descansado bien, las palabras del Hacedor aparecieron antes que la pregunta: “Los negros habitarán la tierra más bonita y fértil de la creación, una tierra a la que el desierto no podrá negar la belleza de la selva, la inmensidad y la paz de la sabana. Y bajo esa tierra, ocultaré los tesoros más valiosos: diamantes, oro negro y dorado, metales preciosos… Será una tierra admirada por todos. Los negros deben considerarse así, generosamente dotados. Su color no será motivo de segregación porque serán un pueblo grande en una tierra inmensa llena de riqueza.”

Gabriel, de nuevo se maravilló de la sabiduría del Hacedor, que había sabido adivinar su pregunta antes de abrir la boca para decir la primera sílaba. Y así, con la boca cerrada se quedó. Saludó con una reverencia y salió volando.

En el aire, escuchó rumores de la voz del Supremo que decía algo del progreso y la civilización, los blancos y los negros. Pero, con el placer de haber encontrado respuestas, siguió volando hacia su puesto de vigilancia en el Paraíso donde Adán y Eva comenzaban a tener vida social con los otros seres de la creación.

El próximo día le comentaría al Supremo algo sobre un reptil que no dejaba de parlotear con Eva.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan tus creativos y embrujadores episodios domingueros. De la mano de su prota ,la alada mosca cojonera, que se está convirtiendo en mi héroe , en el arcángel de la guarda de los comentaristas. Encima ahora ,se enrolla con una serpiente y empieza a sacar a Dios totalmente de juicio. No dejes de contarlo Rufino, con el creativo don del humor…te sale divino je,je.