domingo, 1 de junio de 2008

De gacelas y casidas.


Por Rufino Pérez

Siempre se ha dicho que los humanos tenemos mucho que aprender de los animales. Yo creo que cada un de nosotros llevamos dentro un animal y que al fin y al cabo, esta vida es una selva, o un circo, como se quiera mirar.

El último mes de curso, en un instituto de Secundaria, llega como sustituta una chica joven, una gacela Thomson que viene a cubrir la baja de la profesora de Biología, una leona madre que sabe que para sobrevivir en la selva hay que retirarse de vez en cuando, y que ahora se ha tomado unos días de descanso.

La gacela, con voz suave, enternecedora, a juego con su vestido estampado de manga corta, zapatos de medio tacón y mirada noble, aunque algo distraída, es recibida por el director, señor de la selva. Él es un viejo león, que basa su fuerza no en la potencia sino en el prestigio de los años. El león padre y la gacela mantienen una breve conversación acerca del horario y características de la joven fauna a la que Mrs. Thomson se tiene que enfrentar.

- Son buenos chicos, estos de segundo -le dice para animar. Ten cuidado con un par de hienas, que están todo el día ji, ji, y que no tienen ganas de nada que no sea mirarse al espejo y sacar el pintalabios. Te pedirán permiso para ir al baño unas cinco veces por sesión, tú las dejas ir una vez y no te molestarán más.

La pequeña gacela pone cara de circunstancias. El director sigue hablando.

- Ah, bueno, al final se sienta un oso panda, inofensivo también, grande como un armario, que dormita echado sobre su pupitre. Tú no lo despiertes y procura que no tenga que responder a ninguna pregunta porque le cuesta mucho despertar del letargo. Pero es buen chico. La peor es la leona de la tercera fila, que tiene muy buen oído pero se hace la sorda. Cuando te diga ¿qué has dicho, mestra?, no intentes corregirla, se lo repites y verás que no toma apuntes, pero que repliega las uñas y vuelve a su sitio.

A estas alturas de la conversación, la gacela ha cambiado tres veces la expresión de la cara y dos tonalidades de color diferentes han oscurecido sus preciosos ojos, quizás un poco más abiertos que de costumbre.

Como no queriendo molestar al león padre, se atreve a preguntar si el recinto reserva donde se mueven los animalitos dispone de medios audiovisuales porque ella ha traído consigo un material muy interesante que necesita proyector y pantalla para explicar anatomía a través de esquemas visuales.

El viejo león le confirma que dispone de una sala de Audiovisuales cuyo único problema es que también sirve de desdoble para las clases de rugidos varios y que allí también suelen ir los de Alternativa a poner de vez en cuando películas. Pero que sí, que puede que haya un hueco.

Con estas y otras frases, preguntas y respuestas, el león padre había dejado ya a la gacelita frente a la puerta del aula donde iba a dar su primera clase. No se lo dijo, pero lo pensó: en 50 minutos vuelvo a recoger lo que quede de ti.

Mrs. Thompson entra en la clase y la puerta se cierra tras ella. Hay un silencio que se filtra por debajo de la puerta y que el viejo león conoce bien. Es la calma que precede a la tempestad. Seguramente, la jauría está segregando jugo gástrico antes de darse el festín.

Diez minutos, quince. Todo está en calma. Le habrán hincado el diente sin tiempo a quejarse. Pobre gacelita. Pero de pronto, se oye un rugido, un firme y elegante rugido que al padre león le trae recuerdos de pasional vitalidad.

Y ordenados en fila, modositos como en los mejores tiempos de la selva virgen, sale la jauría camino de la Sala de Audiovisuales. Tras ellos, gacelita Thompson se acomoda el vestido por la cintura. Cuando pasa por delante del director, los ojos de la gacela brillan de manera especial y una sonrisa le da a entender al viejo león que no hay problema. Y para más asombro, justo en el momento en que sus miradas se cruzan, el vestido se levanta con suave tirón y muestra una ingle tatuada en la que el viejo león cree reconocer un gracioso animalito.

El último en salir, tras el oso panda, es un gato negro que no está en la lista de animalitos del curso. Pero como las cosas cambian tanto cada día en esta selva del señor, D. León se retira a su sestear infinito de paciencia y calma con la que trata de aprender un poco más para sobrevivir hasta el retiro.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Enorme, compi, ¡qué despedida de curso en plena selva! Me ha encantado tu gacela deliciosamente antiwaltdisneyniana. A ver si con el tiempo conseguimos traer algo de paz y conocimiento a la selva. Un abrazo antes de partir con la jauría en pos de baleárica ínsula, que los dioses nos afilen los dientes y nos afinen el rugido.

paula dijo...

Más me alegro yo,lo compartió con mi animalito favorito,a la que le despunta el cuerno y que,por cierto, llego a casa sin medias...espero las cambiara por sonrisas(es su especialidad),ya es bachiller tatuada y encima de artístico je,je.
Gracias compa,lo mejor de tu discurso ,las miradas que te echaba la manada...aunque lo escriban con faltas,entienden lenguajes...un placer y un orgullo comprobarlo,desde el otro lado de la barrera, y esta vez en vivo y en directo,con abrazo incluido.
Querido Carles,como citarón en la graduación !Bon viatge a Itaca!...por si acaso,petaca ruso je,je.

Raquel Casas dijo...

Jajajaaa! Qué bueno!

Yo en clase intento ser una zorra implacable o una sierpe biomágnetica, pero siempre acaba apareciendo el pequeño pony...

R.P.M. dijo...

Bueno Raquel, gracias por tu comentario y por prestarme tu pequeño pony, ya sabes que los grandes personajes literarios viven fuera de la literatura y este pony es muy viajero, como el gato de morgana. Atento Carles, que como a estos dos les de por viajar a las islas pueden montarse una fiesta de primera. Y gracias por ese abrazo, Paula, que tendremos que buscar de nuevo con algún otro té de por medio. Tu chica tatuada ya en bachiller,un poquito de pena, pero crecen y pasan. Yo intentaré seguir "atrayendo" esas miradas con palabras que les puedan llegar. Y seguiré aprendiendo al mismo tiempo que enseño. Un abrazo.

Carla dijo...

He rigut moltíssim!
Aquesta 'gacelita' és de les meves! segur que sota la delicada pell d'hervíbora hi viu una lleona descomunal.
Petons!