Por Raquel Casas
En Alepo Adnán arrastra su bicicleta hasta el invierno. Lleva el viento helado del sur tatuado en la frente y una bolsa llena de pequeños aviones de papel en la rueda trasera.
Por las mañanas se pasea por los alrededores de la ciudadela arrastrando las sandalias , el gorro, el vestido (todo de un blanco que deslumbra) y, de vez en cuando, regala a los turistas sonrisas falsas, despintadas, como las de las putas.
El día que perdí la sortija, lo encontré escribiendo sobre el sillín de la bicicleta mensajes breves en treinta y tres aviones. Cuando terminó la tarea, subió a lo alto de la torre central murmurando que ya era mediodía y él todavía un hombre solo, un solo infierno. Tras alcanzar la cima solitaria y brillante empezó a lanzarlos lentamente, repitiendo una frase antigua como un insistente deseo de cumpleaños: “Habibi, non te tolgas de mibi”.
Por las mañanas se pasea por los alrededores de la ciudadela arrastrando las sandalias , el gorro, el vestido (todo de un blanco que deslumbra) y, de vez en cuando, regala a los turistas sonrisas falsas, despintadas, como las de las putas.
El día que perdí la sortija, lo encontré escribiendo sobre el sillín de la bicicleta mensajes breves en treinta y tres aviones. Cuando terminó la tarea, subió a lo alto de la torre central murmurando que ya era mediodía y él todavía un hombre solo, un solo infierno. Tras alcanzar la cima solitaria y brillante empezó a lanzarlos lentamente, repitiendo una frase antigua como un insistente deseo de cumpleaños: “Habibi, non te tolgas de mibi”.
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2 comentarios:
Hola preciosa, veo que vamos despegando nuevamente, con tu inigualable estilo…!que descripciones mas geniales!,incluso las putadas je,je. Rebuscaré mi disfraz de caza-pos-it y afilaré la mirada, lo de los 33 puede ser un cristo je,je.
Un abrazo. Paula
Gracias guapa! Tus comentarios sí que son geniales!
Y vigila que la purpurina no vuele hasta tu pelo...
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