Cuatro años y un caballo de cartón. Y tiene la felicidad pintada en su rostro. Entonces pensó que aquella tarde dejaría al caballo en la parte de atrás de la casa con un poco de paja para comer. Y esa tarde llovió y él estuvo jugando con un tren de madera en el comedor de la casa.
Cuando por la mañana fue a recoger al caballo, se dio cuenta de que no somos nada y menos los caballos de cartón que no aguantan un chaparrón. Y siguió con su sonrisa en el rostro, aunque un poco menos distendida.
Ahora ni tiene caballo de cartón, ni los chaparrones son como los de antes, pero sigue pensando que no somos nada y que los caballos son bonitos si llevan las crines al aire.
Cuando por la mañana fue a recoger al caballo, se dio cuenta de que no somos nada y menos los caballos de cartón que no aguantan un chaparrón. Y siguió con su sonrisa en el rostro, aunque un poco menos distendida.
Ahora ni tiene caballo de cartón, ni los chaparrones son como los de antes, pero sigue pensando que no somos nada y que los caballos son bonitos si llevan las crines al aire.
2 comentarios:
Em sé més d’un cas de cavalls de cartró esvaïts per la pluja. Com comentes, deu ser tota una lliçó de la naturalesa. Crec que recordar,tot i que no n’estic segur ara mateix, que el meu pare em va explicar una història seva similar a aquesta. Aquesta setmana, quan el vegi, li preguntaré.
No som res, però allò que importa és el que anem esdevenint. Un relat preciós!
Una abraçada.
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