domingo, 18 de enero de 2009

SAN ANTONIO (abad)

Por Rufino Pérez

Andaba S. Antonio en sus meditaciones, después de haber superado varias tentaciones, y a pesar de que ya llevaba tiempo dedicado a la vida retirada, sabía que un día tendría que volver a la ciudad para seguir luchando por sus convicciones, porque los arrianos estaban implantando una religión que no le gustaba mucho.

Y lo cierto es que allí, al lado del desierto, en el Alto Egipto, se vivía bien. Se podía pasear y sobre todo, se podía entender el mundo. Aquellos egipcios se pasaban el día al sol, porque ahora había decrecido la construcción y de tanta molicie, poco ejercicio y rayos uva andaban un poco locos. Antonio se veía pues, en la obligación de volver allí y darles un repaso.

Entre unas y otras estaba, en aquel monte Colzim, cerca del Mar Rojo, cuando se vino hacia él una jabalina con sus jabatos ciegos y una carita de esas que decía: santo, tú que puedes, cúramelos. Y ahí ves a Antonio que, armado de paciencia, acaricia a los pequeños y tal y como la mano pasaba por ellos –hay manos verdaderamente poderosas, sensibles y llenas de amor- comenzaban con pequeños gruñidos a recuperar la visión. La madre quedó tan agradecida que decidió hacerse antoniana y vivir con aquel ermitaño para defenderle de las alimañas, cosa que había aprendido bien como madre soltera y que tenía a su cargo a unos cuantos pequeños, porque sólo las hembras saben crecerse en la adversidad y ofrecerse en sacrificio por quien realmente aman.

Desde entonces, no sólo la jabalina, sino muchos otros animales vinieron a pedir al santo favores, no para si mismos sino para hijos, parientes o amigos. Y así fue cómo el ermitaño se hizo protector de aquellos que conservan un alma primitiva –original, ancestral-, de aquellos que son el origen de la creación. Tanta fue su fama, que hasta Morgana, que por aquel entonces no recuerdo cómo se hacía llamar, se acercó un día al ermitaño con el que compartía aficiones a pesar de la distancia –aunque para los magos y magas las distancias son otra cosa que para los mortales- y le trajo al gato, su gato negro, que llevaba unos días como alucinado y un tanto ido.

Tras los saludos de rigor, Antonio le preguntó a Morgana si escondía bien los ungüentos y pócimas que eran “peligrosas”, a lo que ella se apresuró a contestar que “por supuesto, Anthony, qué te crees, que soy una descuidada, pues no” –lo de Anthony lo utilizaba porque en aquellos días, Morgana veía mucha peli americana-. Antonio, dijo no tener ni idea de lo que le pasaba al gato, pero que le pasaría la mano y lo curaría. Como en ese momento, el gato, que no estaba quieto ni un minuto, había desaparecido, decidieron tomarse un agua de cebada y charlar un rato mientras aparecía.

Estaba hirviendo el agua, cuando apareció el gato, pero ya se habían hecho la idea de tomarse la infusión y así lo hicieron. Le añadió Morgana unas hierbas que siempre traía con ella para aliñar las infusiones y se tomaron un jarro de aquella malta con hierbas. El gato, que ahora parecía estar equilibrado, se acercó a Morgana y ésta le dio unos sorbitos de malta. Al gato, aquello le gustó y se quedó pidiendo más por lo que optaron por ponerle un pequeño tazón.

Al rato, Antonio, Morgana y el gato andaban festivos y alucinados, afectados por el ergotismo. El nombre de ergotismo se lo pondrían muchos años después los científicos, pero, desde aquel día, Antonio pasó a tener entre sus conocidos el poder de curar este mal, cosa que hacía con sólo aconsejar un cambio de cebada en las bebidas. Tal era el antídoto para el “fuego de San Antonio”, como después sería bautizado este efecto alucinógeno.

En fin, que luego, Morgana, atando cabos, como sólo Morgana sabe hacer, vino a descubrir incluso lo de los Misterios eleusinos, aunque no se lo dijo a nadie. Y hoy día, Morgana ya visita menos a Antonio, que entre curar animales y otras especies no tiene mucho tiempo de retiro, pero ella y el gato se pillan algún alucine que otro, sin problemas, sabiendo de qué va la cosa. El gato ya no ha vuelto a tener alucines raros, todos estaban controlados por el LSA de la malteada infusión y Morgana, bueno, ya sabéis que anda siempre con ese sexto sentido para las cosas y está pensando en cómo puede patentar el invento y venderlo como Tisana del Papa Luna. Después de la crisis, tal vez.

Posdata. Para los curiosos, podéis rebuscar en Internet acerca de los Misterios eleusinos, el kykeon, ergotismo, S. Antonio Abad, etc. Morgana, ya sabéis que está en todos sitios, menos en Internet.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen mito el humor,me encanta tu bendita adicción.Aunque algunos,pocos,términos me sonaban,lo he buscado todo y todo...un regalito internauta, pa los sueños de mil y una noches.
http://www.youtube.com/watch?v=h_yBuhW543A
!Bona nit!.paula

R.P.M. dijo...

Eres un sol. Qué sería este blog y nuestro pequeño "ego" sin tus comentarios. Gracias por el enlace. Parece que Morgana también está en internet, Tengo iniciado el pasaporte para tu Facebook, pero no me lo coge por errores en no sé qué. De todas formas, apareceré por ahí un día de estos. Un abrazo.

Unknown dijo...

Los dulces colocones de infusión de cebada, zumo de uva y destilado de hierbas son pizcas de sabiduría morganática, que tanta falta nos hace en todos lados. Gracias por la sonrisa. UN abrazo.