domingo, 23 de mayo de 2010

POESÍA II

Por Rufino Pérez


En realidad, lo de pelandusca no es lo que parece. Hay una voz que se ha colado en el texto y que no se ha hecho notar. Yo soy una princesa del placer. Veo a los hombres llegar sin alma de hombre y los transformo. Cuando se van de mi abrazo, tienen de nuevo un alma. Eso de Lo trajo a la puerta… fue una vecina fea y repintada que se lo estaba contando a otra. Pero tenía buen olfato la muy pelandusca. De los hombres, se me queda su perfume. Y su cara, cuando los veo llegar.

De aquel poeta, se me había quedado también su cara. Esa cara que tras los cristales en aquella tarde de lluvia, parecía la de un perrillo faldero que busca el calor de su dueño: los ojos sin mirada, la sonrisa ausente, con las mejillas caídas indicando un desamparo; tránsido de un doloroso sentir que parecía llegar con cada gota de lluvia. Estaba escribiendo algo. Y a mí me gustó. Por eso no quise dejarlo en la calle.

Esta mañana, limpiaban el pasamanos con especial dedicación dos buenos mozos. Porque hay personas que dejan huella.

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*** No quiero hacerme el interesante y llevar a los "lectores" a buscar la entrada 1, así que os la copio aquí.



En las tardes de lluvia, miraba tras los cristales y experimentaba un gran goce estético que a menudo se plasmaba en una poesía lánguida y dolorosa.En los días de sol, ocultaba la vista tras los cristales de las gafas y sintiendo el calor de su cuerpo, hacía poesía empapada en sudor.Un día, llegó borracho a casa. Lo trajo a la puerta una pelandusca morena que olía a Paco Rabanne. Y casi la linchan los vecinos de aquella excelsa escalera con pasamanos de oro que olía a flor de azahar.

4 comentarios:

Beatriz dijo...

Jeje, Rufino. Entonces es cierto que la poesía en cierta forma implica ver doble. Bueno, estoy deseando que publiques la versión III, que será la del propio poeta. Se acordará del abrazo de la princesa? O estaría tan borracho que se le habrá borrado todo? Bueno, y también interesante sería saber la versión de la esposa, si la hubiere. Notaría en el esposo el perfume de la princesa? Y luego, qué debía estar escribiendo el poeta que estaba tan mustio? Era la lluvia? O había algo más en aquel día aciago y húmedo? Qué le había pasado para que se hubiera puesto a escribir así al otro lado del cristal?

Tienes ahí un filón, Rufino. No lo desaproveches.

Besssoooo;)

Montllanes dijo...

Espero con impaciencia la versión III. ¿Qué le pasará al poeta ahora que la princesa le ha cogido cariño?
Un abrazo,
Antonia

Carso dijo...

está claro que la vecina lo que tenía era envidia. envidia de oler perfume de hombre desde lejos, sin haberlo catado nunca; envidia de leer poemas malos en la gacetilla de su elena francis, y de no tener poeta que redimir, ni que inspirar, ni que cuidar los días de lluvia y de borrachera.

Mercè Mestre dijo...

Espero que a la teva Beatrice no se la carreguin els veïns d'aquesta escala escapats de La Comunidad, perquè seria una llàstima que es trenqués el fil màgic de la història que escriu el poeta dins de la història que escriu el poeta dins de...

Continuarà, oi?