lunes, 30 de agosto de 2010

Praise for Womanhood / Elogio de la feminidad


By / Por Ester Astudillo

I know my blood is red because I change my tampon every now and then. It's a habit I acquaired some thirty years back -and mind me, I’ve kept to it faithfully all this time; oh yes!, I am one for hygiene. Save, naturally, for obligatory relapses having to do with the least extraordinary condition of all: being a mother.

I am not squeamish of my own blood or the blood of others, and this is a big bonus too. I cannot picture a more efficient method for cutting short the history of mankind than making males the crux of reproduction. There you have it, men prefer to remain ignorant of their own blood colour. Well then, for one thing, they don’t menstruate.

Also, I took the cue from our ancestors, so that’s why I cut a good gatherer. Nothing to do with having 4 or 5 kids around sucking my tits all day non-stop to keep me fixed to my place. Nay. I took the fastest route to what has been termed today ‘responsible motherhood’, if you’ll allow me the irony. Plus I bottlefed them, which would have put them in really dire straits back then. Nay. Let me make myself clear. If I make a good gatherer it’s only because I am one of the sedentary type. Let males conquer and mark their territory and get to their game while I stay cosily in. And let them bring their game home too. So what? I am just keeping in line with history.

There’s many more features of my woomanhood I could pin down for the occasion, as I’ve been told. But really I just can’t see the point. I am an unwilling daily witness of all that heated clamour out there, sexists vs. feminists, and I must confess I don’t have a clue.
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Interviewee: prefers to keep identity anonymous
Sex: female
Age: thirty something
Nationality: Spanish
Profession: academic
No further data of relevance available

*Text adapted. Please find attached full-length interview
**Results of study to be published forthcomingly in Nature

* * *

Sé que mi sangre es roja porque me cambio el tampón de tanto en cuanto. Es una costumbre que adquirí hace cerca de treinta años -y a la que soy absolutamente fiel: en higiene, siempre la primera. Salvo, naturalmente, por los obligados interludios relacionados con mi nada extraordinaria condición de madre.

No soy aprensiva con la sangre, ni la propia ni la ajena, y eso cuenta como gran ventaja evolutiva también. No puedo imaginarme una forma más eficiente de poner fin a la historia de la humanidad que convirtir al macho en el puntal de la reproducción. De modo que los hombres prefieren ignorar el color de su propia sangre: para empezar, no menstrúan.


Además he optado, todo hay que decirlo, por perpetuar el hábito de nuestros antepasados: así pues, doy el pego como recolectora. Nada que ver con estar criando a la vez a 4 o 5 niñitos colgados de la teta a todas horas, manteniéndome encerrada en la cueva. ¡Ni hablar! Escogí la vía más rápida hacia lo que hoy llaman una 'maternidad responsable', si me permitís la ironía. A lo que hay que sumar que no los amamanté, cosa que en otros tiempos les habría expuesto a una situación verdaderamente desesperada –por no decir letal. Me explico. Si soy una buena recolectora es porque he optado por el sedentarismo. Dejad que los hombres conquisten y marquen el territorio y cacen a sus presas mientras me siento a esperar cómodamente frente al hogar. Y dejad, además, que traigan la presa a casa y la compartan. ¿Y pues? No estoy ni más ni menos que siguendo la línea marcada por nuestra historia.


Hay muchos otras características de mi feminidad que podría concretar aquí, como me han pedido que haga, pero lo cierto es que no le veo objetivo. Asisto cada día sin quererlo al bochornoso y agitado espectáculo ahí fuera, feministas contra machistas, y debo confesar que, a mi parecer, sinceramente no hay para tanto.
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Nombre del/de la entrevistado/a: prefiere mantener su identidad en el anonimato
Sexo: mujer
Edad: treinta y tantos
Nacionalidad: española
Profesión: académica
No hay más datos relevantes disponibles

*Texto adaptado. Para obtener el texto completo de la entrevista, ver anexo
**Los resultados del estudio serán publicados próximament en Nature (existe versión en español)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Por Dios y la Divina Providencia, parece que está usted mucho más cerca del redil que antes del verano. Lamento no haber estado al tanto de su evolución, entre otras razones porque he estado retirada a un monasterio nudista...digo, budista, en la costa dálmata, cerca de Ragussa, y claro, me he olvidado un poco de la rutina habitual, y no tenía conexión con internet; sólo conectábamos monjas y monjes..., je, je...

Pues bien , sea usted bienvenida a lo femenino, que falta le hacía un paseo por la vida doméstica, y de paso deja usted de escribis tantas cosas contrarias a la moral cristiana.
Sor Renun

Beatriz dijo...

Es bueno estar cerca del redil? O es malo? Excuse mi inocencia, Renun.

En cuanto al fin de la humanidad, sería tal vez un verdadero descanso, no? Para el planeta en general y para los humanos en particular.

Bienvenidas, perlas;)

R.P.M. dijo...

Descartada la ironía, parece que se han invertido los papeles: sor Renun se nos echa las faldas arriba y tú ¿vuelves al redil? Ahora veo que ciertamente el fin de la humanidad está cerca. De nuevo abriendo camino. Bienvenida una temporada más al blog, Ester.