miércoles, 26 de enero de 2011

El punto checo

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Por Zápiro, que vaya bonito.
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El Memorandum de Kordt no dejaba lugar a dudas: "Se le considera uno de los hombres más influyentes en el gobierno británico". Sir Horace Wilson había recibido al diplomático alemán en un piso franco de Cornwall Gardens, dada la filiación de Kordt a la resistencia antinazi, pero terminaría recibiéndolo en su despacho de Downing Street, doce días después, para atender al mensaje que la prima de Kordt hubo de aprenderse de memoria y cantarlo de corrido a su llegada a Londres. Ocho largos años en el Ministerio de Trabajo habían convertido a Sir Wilson en la eminencia gris del primer ministro. Tras el desastre de Múnich -del que se le culpó personalmente-, llegaría a ser el emisario de Chamberlain ante Hitler. Pero las líneas que mejor definen el carácter de Wilson quizá sean las de Lord Woolton: "Su intuición y su capacidad eran inestimables, pero creo que como más ayudó a los jefes de gobierno fue con su simpatía... Tenían en él alguien con quien hablar". Con Theodor Kordt, sin embargo, el funcionario hizo oídos sordos al peligro inminente de invasión alemana en Checoslovaquia. La delegación de la resistencia antinazi, liderada por Kleist, pretendía de Londres una declaración firme e inequívoca en defensa de Checoslovaquia. De producirse, le explicó Kordt, en Alemania se darían las condiciones necesarias para que un golpe de Estado desalojara a Hitler de la Cancillería. También Churchill recibiría a Kleist en esos días, y aunque parece obvio que hubo de apoyarles, en sus memorias olvida referir ese encuentro, como sin embargo refiere otro, de similares características, con el embajador soviético. "Como enseguida me pareció que la cuestión tenía la máxima importancia, le envié un informe de todo esto a Lord Halifax en cuanto acabé de dictarlo." A grandes rasgos, el embajador Maiski se limitó a confirmar que, si había invasión alemana, Rusia respondería.

La obsesión de los ingleses -de todos los ingleses- nunca fue Checoslovaquia, sino la respuesta soviética a dicho ataque. "Si Hitler no exitiera", rezaba un Daily Mirror de 1936, "toda Europa estaría clamando por un campeón" que les librara de la amenaza bolchevique. El presidente checo, no en vano, había sido determinante en las purgas estalinistas del 37, y aunque se había comprometido a incumplir sus tratados con Francia -a cambio de que Hitler respetara la línea Sigfrido-, los ingleses le daban por seguro hombre de Stalin. ¡También Italia había incumplido sus tratados con Austria durante el Anschluss y no por ello había perdido su margen sobre Abisinia! Rusia, en realidad, quería para Checoslovaquia una solución distinta que para España, donde sus esfuerzos por contener la Revolución habían dado al traste con la unidad en el Frente, y no por ello minaba el Principio de No Intervención, clavo ardiendo de Europa contra Rusia mientras España se desangraba. Veintitrés de agosto de mil novecientos treinta y ocho. En Cornwall Gardens, no muy lejos del Támesis, Wilson garantizó que el mensaje de Kordt llegaría al primer ministro, pero no hubo promesas de apoyo. "Sería el colmo que las dos principales razas blancas se exterminasen en una guerra", dijo Sir Horace. Y lo argumentó de esta guisa:

- Gran Bretaña y Alemania efectivamente son los dos países mejor gobernados y en los que reina mayor orden. Ambos se han construido sobre la base del principio nacional... El único principio factible en las relaciones humanas.

2 comentarios:

Carso dijo...

¿Necional? ¿Sir Horace quería decir necional?

caballero, una vez más me quito el sombrero ante su prosa. gran pérdida la tuya. como el abrazo. gran, grande.

óscar

Zápiro dijo...

necio, nazi o nacío pa matar. tanto montan. otro abrazo.