domingo, 9 de enero de 2011

REGALOS VARIOS

Por Rufino Pérez

Era una tarde fría. Fría y gris, de las que en el pueblo parece que no habite nadie. Todos están metidos en su casa, probablemente cerca de la estufa, arrugados sobre su propia existencia.

Hacía ya media hora que debíamos haber salido de la escuela. Y la verdad es que los demás ya habían salido, pero allí estábamos los cuatro de la misma fila. Ahora me tocaba a mí estar en la pizarra copiando las operaciones aritméticas que el maestro, repantingado en su sillón, me estaba dictando. Los demás copiaban en la libreta –lo de cuaderno fue un invento tardío-.

Y total, porque a alguno de la fila –según había detectado el oído del maestro-, se le había escapado -soltado a propósito y con estridencia, dijo él- un regoldo – eructo también es un invento posterior-. Así que nos esperaba una tarde de castigo que no había hecho más que empezar, porque todos sabíamos quién era el autor, pero ninguno lo íbamos a decir: mejor apaleado que chivato. Era la ley suprema cuando entonces no entendíamos de leyes ni existía la Constitución.

Y si te parece mal, luego nos esperaba el castigo de casa.

De pronto, entre la cifra de las unidades y los decimales, llamaron a la puerta. Puse la coma y me quedé esperando aliviado por el tiempo muerto que aquello suponía: 1er. REGALO: autor desconocido – hasta que se abriera la puerta-.

¡Joer, y apareció mi padre! Tacho la línea anterior y dejo la consideración de regalo para más tarde.

Contemplé su cara de asombro cuando nos vio a los cuatro allí y a mí copiando en la pizarra, pero pronto, el maestro y él desaparecieron tras la puerta y ya no supe más hasta que volvió el maestro y con una media sonrisa en la boca, nos anunció que nos íbamos a casa, que al día siguiente continuaríamos. Nos íbamos: 2º REGALO y confirmación del 1º.

El camino de vuelta fue distendido, apenas una mención al motivo del castigo. Me explicó mi padre que habían llegado mis tíos, unos de los que yo sabía poco salvo que vivían fuera y apenas venían por el pueblo, pero eran muy amables y desprendidos conmigo.

Y así llegaron el 3º, 4º y unos cuántos REGALOS más que fueron saliendo de una caja después de los saludos de rigor. Los tíos se iban ya, habían venido con poco tiempo, pero no querían marcharse sin verme. Estupenda idea.

Otro REGALO más: cuando ellos se fueron, mi padre no me preguntó por el castigo, ni me castigó por haber sido castigado. Pasé el resto de la tarde con mis regalos y a la mañana siguiente, me esperaba el último de ellos –bueno, el penúltimo, porque aquella misma mañana, me sonrió la chica más guapa de la escuela, o al menos eso me pareció-

Porque lo de que el maestro se olvidara de continuar con el castigo esa tarde o que ni siquiera lo cambiara al menos por algún otro de tipo “copia mil veces…”, nos pareció a todos consecuencia de la amnesia pre-senil –nombre que no manejábamos entonces y que redujimos a un “D. R… está tonto”-, o bien a que no le apetecía quedarse otra tarde castigado él para castigarnos a nosotros. Fin de la historia.

En definitiva, ahí va mi regalo de la semana: una porción de vida, envuelta en papel de celofán.

5 comentarios:

Beatriz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Beatriz dijo...

La vida en los pueblos antes giraba entorno a esos trances-regalo, a veces más trance que regalo pero vaya. No es que yo lo haya vivido directamente pero para eso existe la literatura.

Y siendo zurdo, escribías ya de izquierda a derecha o te daba por escribir al revés,como los árabes, la coma a la derecha del decimal? A que cuesta visualizarlo? Bueno, me cuesta a mí, que soy diestra, claro.
kssss

Carso dijo...

a mí esos castigos de copia 1000 veces me parecía un trabajo titánico, como si la eternidad se dividiera en cada una de esas frases repetidas y al acabar el castigo la infancia se me hubiera acabado.
suerte que no, que algo de niño siempre queda.
Besos de izquierda a derecha

paula dijo...

Si querido Rufino, ahora los castigos de honor serian anticonstitucionales y acabaríamos fumando en la prisión,ese espacio abierto je,je.
Un trocito de vida,siempre es un regalo espectacular y más con sonrisa incluida...gracias por compartirlo.
Besazo XL talla del 59

Mercè Mestre dijo...

Una, que també és preconstitucional, reconeix que
ets un mestre total en l'extracció de materials nobles de la realitat.

Rufino, gran retrat. Gran regal, una porció de vida.