Alguna vez me he preguntado qué es el ser humano, quiénes somos realmente. Y hoy he tenido una revelación: el ser humano es un ente que genera basura.
Poco a poco, o mucho a mucho, según se mire, estamos cada vez más viviendo sobre nuestra propia basura. Los excrementos se depositan y contaminan después las aguas del mar donde vierten las alcantarillas. Los plásticos y el material radiactivo, por ejemplo, permanecen a pesar del reciclaje y por el imposible acuerdo entre naciones para dejar de producir aquello que nos va a matar, nos está matando ya.
La verdad es que yo quería hablar no de la basura “cósmica”, sino de la basura doméstica.
Hace años, en los pueblos, la basura se reciclaba de forma natural. Existían el corral y el campo, y entre los dos reciclaban casi el 100% de la basura. ¡Y qué gallinas se criaban, y qué tomates! No se utilizaba plástico, el vidrio era más común y más limpio. La leche, el vino, el agua pasaban una y otra vez por las mismas botellas que eran perfectamente higienizadas a base de buenas manos y un poco de jabón.
En la ciudad era distinto. Las ciudades se mantenían limpias porque sólo unos pocos tenían la posibilidad de generar basura y ésta era barrida por la miseria de los demás. Para una colilla que se tiraba al suelo, había cuatro esperando recogerla para liarse luego un “celtas” casero. Los de arriba que tiraban colillas, raspas de bacalao, y algún cuello de pollo permitían a los de abajo –con permiso de Mariano Azuela- recogerlos y vivir de la recogida además de colaborar a la función social de limpieza. No se necesitaban grandes basureros.
Hasta que esa clase mal llamada “media”, no empezó a consumir de forma compulsiva, como signo de su estatus, el estiércol procedía de las caballerías y de ahí pasaba a las lechugas y a los tomates. Para cada hueso de pollo bien roído, había en cada casa dos perros que esperaban pacientemente a que el dueño extendiera la mano. Por cada papel que se tiraba al suelo, había dos traperos que se peleaban por cogerlo y venderlo a peso. El periódico, cuando se compraba, servía después de leerlo, para envolver, para “hacer lumbre”, para secar, para poner en las tablillas del aparador o para forrar los libros. Y es más, la pobreza general hacía tolerable unas aceras –cuando las había- tal vez un poco más sucias que las de ahora, pero sólo un poco más sucias.
Pero llegó el consumo, la televisión y el seiscientos. Y la clase media, que tiene una posición muy difícil porque está oprimida por los de arriba y los de abajo, empezó a imitar a los señoritos y comenzó a tirar cosas al suelo con el fin de que otros lo recogieran. Y esa es la profunda marca y herencia que hemos recibido y cultivado. Y esa es la ley más rigurosa de nuestra existencia: la basura emplea la jerarquía vertical y se impone de arriba hacia abajo. Yo lleno la calle de vomitonas, vasos de plástico y cubatas a medio consumir y al día siguiente, alguien lo limpia. Es la ley del palo del gallinero.
No quiero extenderme en ejemplos, porque si te lo he de explicar, quiere decir que no lo entenderás nunca. Sólo te daré uno. Cada tarde me cruzo con dos chicas de servicio que tienen dos de mis vecinos. Las dos llevan la bolsa de la basura que la noche anterior han generado esos vecinos en el hogar familiar. A veces esa basura perfuma el ascensor, por el tiempo que se ha quedado en el cubo. A mí, que también tengo a alguien que viene a casa a hacer unas horas de limpieza, me gusta salir por la noche hasta el portal y cumplir con el rito y el horario de depositar la basura. Menos mal que tampoco soy el único que lo hace. La ley de la basura.
4 comentarios:
Jean Baudrillard define nuestra época la era de la excrecencia. Generamos para consumir, ergo todo lo que se produce se convierte en mierda. En Brasil hay montañas que han crecido a partir de las paletadas de tierra con las que recubrieron toneladas de baterías de coche y otros deshechos no reutilizables; igual les está ocurriendo a algunos pueblos de New Orleans, devastados por el Katrina, donde no saben qué hacer con todo lo que nadie reclama y que se amontona en barricadas kilométricas de pura basura. Eso sí, nuestros niños juegan con juguetes que luego acaban en el contenedor y los adultos distraen las horas muertas almacenando cedés y deuvedés en casa, para luego tirarlos sin asomo de arrepentimiento al mismo contenedor. La pregunta más punzante es: ¿cuál escoger?, si no es plástico, ni material orgánico, ni lata, ni papel, ¿en cuál echarlo? Para lo único que sirve un cedé reciclado, por el material de su soporte, es para fabricar nuevos fuselajes de las carcasas de los ordenadores. Para nada más. Y encima, tú y yo también estamos contribuyendo a ello comunicándonos con esta máquina infernal que es el ordenador. ¿Sentimos algún remordimiento, o es que nosotros somos mejores que el resto por el mero hecho de saber que los demás "contaminan"? Sentirme parte de este sistema tirano me convierte también en cómplice del crimen ecológico. Somos una plaga, tanto a este como al otro lado del planeta, y sólo salvará el mundo el cataclismo que acabe con la humanidad. No la buena conciencia, ni las campañas de reciclaje (que tanto dinero mueven en beneficio de los mismos que contribuyen a la contaminación), ni la huelga de consumidores. LLevamos desde tiempos ignotos extinguiendo animales, vegetales, minerales y ecosistemas enteros por el mero hecho de existir. Somos derrochones naturales, y el progreso nos da aún más armas para devastar todo lo que tenemos alrededor. Menos mal que inventamos la poesía, para llenar con palabras aquel vacío que crece en derredor nuestro como las malas hierbas recubren las tumbas.
Opinando igual(que placer) que mis antecesores y agradeciendo,la flagelación a mi conciencia ecologista y ciudadana,que transgredo por muchas vias e incluso por ordenador.Me encantaria sumar dos aportaciones:
La nostalgica....yo me pegaba por sacar la basura,era de mis pocas actividades casero/ voluntarias,aparte de mal,olia a noche,a charraeta con los vecinos,a la loteria de encontrarte con el cachas(entonces especie protegida)que,consciente de ello,bamboleaba la monocromatica bolsa(igualitariamente negra),con ritmos de antifranquistas salsas.
La informadora...como diria el C.S.I,la basura contiene información impagable,no solo tiene olor,HUELE,nos habla no solo de sus ex propietarios,sino de los nuevos,nos habla de política,nos susurra a la conciencia e incluso mueve mas muerta ,que viva,algunos se enamoran de ella (el amor es ciego)e intentan resucitarla...en otras vidas,en otros cuerpos.
Otros se quedan con recortes de ella y hacen impagables programas de reanimación cardiaca(a los que soy adicta)mientras escuchan el video de Luis Aguile...nadie me quita mis vacaciones en Castellón.
Y mientras seguimos regodeándonos entre nuestra basura y mirando hacia otro lado con las conciecias tranquilas porque reciclamos y nos preocupamos mucho muchísimo por el medio ambiente, algunos se empeñan en ampliar el negocio y seguir mandando mierda a lo único que nos falta por contaminar: el espacio. Somos un virus del que algún día la Madre Naturaleza tendrá que curarse.
Hi ha una dita taoïsta que diu: "la naturalesa no té pressa, és l'home qui la té". La naturalesa es regenerarà, potser necessitarà mils i mils d'anys, però acabarà manifestant-se de forma diferent, perquè l'home s'ha pensat que era el centre de l'univers, però el centre de l'univers és l'univers mateix...El problema és el nostre propi suïcidi i vilesa, perquè sí, és veritat, per tenir ordinador tots som còmplices de la mort de la nostra Mare Natura, de la mateixa manera que som còmplices de les violentíssimes guerres del Congo, angola i Sierra Leona, perquè és d'allà on treuen el tàntal per fabricar els processadors d'ordinadors i les bateries del mòbil... No tenim entranyes com a col.lectiu, matem innocents de l'Àfrica, matem animals i plantes que no tenen cap culpa i que tenen tot el dret d'habitar la terra, ensmatem entre nosaltres... Som un puto càncer, i com a tal, les cèl.lules que se sobremultipliquen i endureixen l'organisme sembla que no siguin conscients que quan el cos mor, TOTES les cèl.lules moren, incloses elles.
Gràcies, Rufino, per descriure un simple aspecte d'aquesta destrucció, t'ha quedat molt bé!
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