domingo, 6 de mayo de 2007

Riqueza y felicidad.


Por Rufino Pérez

Hoy nos podemos encontrar con un montón de libros de autoayuda que nos explican el camino hacia la felicidad. Porque parece ser que la felicidad puede conseguirse con la suficiente reflexión acerca de la materia en cuestión y la lógica disposición de los medios adecuados.

A mí me da por pensar que la felicidad es un estado, a menudo fugaz, que se alcanza por una conjunción de elementos y circunstancias que somos capaces de sentir como placenteras. Es decir, ahora que hablamos de planes de sostenibilidad y cosas así, parece difícil que exista un plan de ese tipo para la felicidad. Vamos, que uno no puede ser feliz permanentemente. ¿O sí?

Es más. Un estado permanente de felicidad nos llevaría a desvirtuar el valor de ésta, ya que perderíamos la capacidad de disfrutar de la felicidad y pasaría a ser el estado rutinario que nos acompañaría siempre. Acordémonos de aquella utopía del “mundo feliz”.

Por lo tanto, la fase o estado de infelicidad, es el preámbulo necesario, el polo complementario para poder disfrutar de la felicidad. No disfrutaremos plenamente de la felicidad si no experimentamos de vez en cuando la infelicidad. En definitiva, ahora yo puedo no ser feliz, pero este estado es el que me prepara para experimentar la felicidad. Lo malo es cuando nos quedamos sólo en “preparadores” y no llegamos a “experimentadores” que también puede pasar.

Y a todo esto yo me he ido del título unos cuantos pueblos y tres ciudades intermedias. Así que volvamos al tema.

Los sesudos de la Anderson School of Management de la Universidad de California –gracias padre Bush porque siempre habrá una Universidad americana investigando el sexo de los ángeles- han dicho en un informe que el dinero proporciona la felicidad siempre que se tengan en cuenta determinadas normas.

Esta investigación cifra en 11.500 euros los ingresos mínimos necesario para ser feliz. Ahora echemos cuentas de cuántos “infelices” hay en el mundo según las cifras anteriores de ingresos. Pero es que aún hay más, porque los disponentes de mayor cantidad tienen el riesgo de ser también infelices porque les acecha el derroche o la insaciabilidad, virus que parece ser que se reproducen por encima de esa cifra de ingresos y que se muestran inactivos por debajo de ella.

Para estas investigaciones han barajado casos reales. En concreto, el caso de alguien que habiendo ganado un gran premio en la lotería fue “feliz” el primer año, pero después, instalado ya en la comodidad no sentía el goce de ser rico y le atacó la envidia, porque se fijó en quienes eran más ricos, con lo cual comenzó a ver sus joyas, cuadros, etc. como simple bisutería, debiendo adquirir bienes más caros para volver a sentir la sensación de riqueza.

Un círculo vicioso para llegar a la felicidad. Pero los sesudos tienen su fórmula: por cada millón que te toque, gasta sólo un 1% el primer año; un 2,5 % el segundo año y así progresivamente hasta alcanzar incrementos del 20% y hasta el 30%. De este modo, el dinero se consume en su justa medida y los bancos ganan en felicidad, siendo el usuario el que llegará a la felicidad eterna sin enterarse y dejando una buena herencia para que la dilapiden los sobrinos.

El informe continúa con datos de los países más infelices en relación con su nivel de ingresos. Moldavia; Ucrania y Rusia están en el pozo de la infelicidad, mientras que Islandia y Finlandia están a la cabeza de felicidad.

Ahora, una cuestión curiosa: Islandia y Finlandia están también a la cabeza del índice de suicidios. ¿Cómo pueden ser a la vez los más felices y sentirse los más desgraciados?

En fin. No quisiera caer en el vicio de banalizar asuntos serios como son la muerte o el suicidio. Por eso, vamos a cerrar esta mezcla de informes sesudos y dejemos que nos invada la felicidad cuando a ella le de la gana. Mientras tanto, salgamos de casa con una sonrisa cada mañana; no seremos felices con eso, pero daremos envidia y cuanta más demos, menos nos quedará para nosotros mismos y al final, con tanto sonreír seremos como el cimbel que atrae a sus congéneres, pero en vivo y en directo. Y a lo mejor, hasta podemos ser felices de verdad. Todo es cuestión de probar.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Mientras uno pierde el tiempo y la paciencia en la infructuosa búsqueda de una vivienda digna en este país de todos los ladrillos - Gil de Biedma dijo "de todos los demonios", pero eso ha cambiado -, está en ocasiones tentado de darles la razón a los sesudos estudiosos americanos. Al final del recorrido cementero, sin embargo, uno se sienta o se repantinga en un sillón, coge un libro, lee un rato, o le echa un vistazo al artículo de un amigo en Sietevoces, y se le pasa.

ivansan69@latinmail.com dijo...

El dinero no da la felicidad, pero ayuda a comprarla. Pero ocurre que, cuando vive a kilómetro y medio del vecino y a varias horas del amigo como en países como los nórdicos, es más que probable que uno se sienta más solo que un pingüino en el desierto. El príncipe Siddharta es el colmo de la riqueza, primero dineril y luego espiritual, cuando vió que para disfrutar de su fortuna tenía que parapetarse detrás de altas murallas para no ver más realidad que la que sus tesoros le permitían comprar. Luego pasa que uno ve el mundo real y le da por fundar oenegés para sentirse más aliviado de su egoísmo. Errare humanum est. Y el dinero es un invento humano, como la felicidad, el amor y la ilusión. Puro humo. Como las banderas de colores, los dibujos de tiza en la pared y los dogmas de fe. Pero aún muere gente por hacer realidad lo que tan sólo es un bien de políticos y poetas. Ay, ay, ay, qué de rumba le hace falta al mundo...

Anónimo dijo...

Ves Rufino, el MEC y sus hijos autonómicos de estupidez bilingüe ,en el fondo ,solo quieren nuestra felicidad. Nos permiten "entrenarnos" haciendo un maratón de infelicidades e impiden ,que un exceso pecuniario, nos corrompa en el camino.
Pero personalmente ,prefiero seguir tus sabios consejos….colguemos sonrisas, sin tantos por ciento y juguemos a contagiarlas…..como dijo la Pantoja(infeliz rica): dientes, dientes…que eso es lo que les jode.
Empiezo la cadena virtual.

R.P.M. dijo...

Mi voto es indudablemente afirmativo, octava pasajera. Gracias por tus comentarios y ve preparando artículos para entrar en escena. Propongo que cada semana ocupes un día distinto, que los demás te vamos a ceder con mucho gusto. Hasta pronto.

Gogus dijo...

Va vinga, intentaré dir què és la felicitat. Esteu preparats? Pareu bé les orelles (o les ulleres en aquest cas)... si? ya? Vinga, que ho intento... Ho dic... que voyyy ... ... Mmmmm, amb aquesta actitud tan atenta i ansiosa que hi estem posant tots em sembla que serà molt difícil sentir o saber res de felicitat. Potser un altre dia serà... ¿quién sabe?

R.P.M. dijo...

Vale Marc, entonces tengo claro que para sentir la felicidad no hay que estar ni muy atento ni ansioso. Como definición por contrarios es buena. Gracias.

Gogus dijo...

Tenint en compte que sóc molt obsessiu, crec que això de la felicitat segur que ha de ser tot el contrari.