La mañana soleada, primaveral, vestida de colores y manso ruido de ciudad que despierta, invitaba a disfrutar de toda una mezcla de sensaciones que se desprenden de la actividad ciudadana. Me quedaban 45 minutos antes de entrar en mi querido despacho y cambiar el perfume del parque donde me encontraba, por el de ambientador lavanda one touch instalado en la pared norte del rectángulo de
Mis ojos se perdían entre las figuras que entraban y salían en su campo de visión. Miraban tal vez, pero no veían; tan solo creaban para mí un suave manto aterciopelado por el que se deslizaba mi tiempo de recogida evasión.
Por alguna razón, de ese fondo de figuras sin nombre, en un súbito arrebato, se hizo imperiosamente presente una voz femenina.
- Hola Carlos, ¿qué haces aquí? Vaya sorpresa. ¿Te encuentras bien?
En dos segundos –nunca llegaré a entender la infinita precisión y capacidad del cerebro- yo estaba embelesado contemplando en todo su esplendor a mi amiga y compañera de estudios, Marta, mi dulce Marta.
- Hola Marta, sí, sí, me encuentro bien, gracias; es que suelo quedarme un poco “colgado”, disfrutando de estas mañanas primaverales.
- Sí, es verdad, solías hacerlo en la universidad cuando te echabas sobe la hierba del campus y “desaparecías”, ¿te acuerdas?
- Claro, me llegasteis a llamar “el levitador” Y me hacíais bromas sobre si también “levitaban” todas las partes de mi cuerpo, o sólo algunas.
- Cuánto tiempo ha pasado de todo eso, pero te veo igual, dijo ella. No has cambiado mucho.
En el fragor de estas palabras, nos habíamos saludado con un par de besos inacabados, fundidos en el contacto de una mejilla y el tono irisado de unos pendientes. Y nos habíamos vuelto a sentar. Muy cerca el uno del otro, confidencialmente cerca.
Hacía años que no nos veíamos. No me demoré en calcularlo con exactitud, aunque podía haberlo hecho con un error de más menos 10 segundos. Pero no era eso lo que ahora precisamente me interesaba. La cadencia de su voz, esa mirada que siempre me había cautivado. -¿te has cambiado de piso? La última vez vivías en Tetuán. – Y sigo allí, vengo sólo por el trabajo. Sus manos eran todavía esas manos delicadas, tiernas, sensuales que se enredaban en mi pelo y me atraían hacia su boca. Me gustaba saborear sus delicados labios, perderme en la melosa suavidad de su lengua, que callada, buscaba penetrar de otro modo en mi conciencia.
-Yo venía a visitar a una amiga. Me ha llamado con urgencia y después, cuando ya estaba en camino, me ha vuelto a llamar diciendo que lo sentía, que no podríamos vernos hoy, que ya me contaría.
- Las amigas siempre son un poco imprevisibles, le dije yo.
Y estaba mirando sus ojos, brillantes, grandes, negros como su pelo, profundos como el abismo en que me sumergía cada vez que, en otros días, sus caricias se entregaban sinuosas a mi solitario mar.
- Pero vivo cerca, ¿tienes tiempo?
- Sí, claro.
Ninguno de los dos habíamos medido el alcance del último byte. Y ahora estábamos en su piso, sentados en el sofá y con un par de vasos on the rocks sobre la mesa.
Sentados muy juntos, confidencialmente cerca, muy cerca. Yo podía notar el perfume de su pelo, percibía también el ritmo de su respiración, un poco agitada. Sus pechos se marcaban perfectos tras la blusa blanca. Seguía con la costumbre de no llevar sujetador. Todavía podía hacerlo con sus pechos suaves pero turgentes, con una areola amplia, voluptuosa…
- Te has quedado callado de repente.
- Sí, perdona, estaba en otro tiempo. Han pasado varios años pero aún tengo la sensación de ser algo tuyo.
- Bueno, eso pasó ya. Ahora es otra cosa.
Lo dijo con una voz más temblorosa que afirmativa. Y entonces desvió la mirada e instintivamente mojó los dedos en la bebida. Inclinando levemente la cabeza hacia atrás en un gesto que realzaba su sensualidad, deslizó las yemas húmedas por delante del cuello, llegando al nacimiento de los pechos.
- ¿No tienes calor?
- Sí, la verdad, estoy ardiendo.
- Hombre, no exageres.
Las palabras se mezclaban con las sensaciones. Entonces ella, con un ademán natural, de sencilla desenvoltura, volvió a mojar los dedos y me los puso en la frente. El líquido cayó en un pequeño hilo y se desprendió hasta la boca. Lentamente lamí con la lengua una gota apenas, en un gesto al que mis manos acompasaron tomando un trozo de hielo que todavía flotaba en mi vaso. Lo mantuve un segundo entre su cuerpo y el mío hasta que sus ojos y su sonrisa me dijeron algo, un destello que llevaba el mensaje cifrado del juego amoroso. Al mismo tiempo sus piernas se entreabrieron buscando una posición más cómoda. Notaba su respiración más alterada. Las areolas de sus pechos habían cobrado vida y se marcaban insinuantes. Tenía las piernas más bonitas del mundo y las conservaba intrigantes, con unos muslos que se perdían en un pequeño bosque de azabache y ámbar.
Lentamente, durante unos segundos, froté el cubito entre mis dedos y me lo puse en la nuca.
- ¿Te traigo más hielo?, parece que te ha subido el calor de pronto.
Había dicho esto con una sonrisa sibilina, y su mirada se clavó en el punto exacto de mi pantalón donde la presión sobre la tela quería hacer saltar la cremallera.
- Creo que no es un problema de hielo, añadí con voz temblorosa.
Instintivamente, tomé sus manos, que se ofrecieron sin resistencia. Coloqué en ellas el cubito de hielo. La atraje hacia mí e hice que las cruzara sobre mi nuca. Teníamos los ojos frente a frente. Los labios podían rozarse tan sólo avanzando un milímetro. Respirábamos la parte de aire que cada uno prestaba al otro. Sus manos se sujetaban en mi nuca, bañadas en el agua fresca que se desprendía. Las mías comenzaron a liberar sus pechos de la cárcel de la blusa. Sus piernas, todavía más abiertas, cruzaban bajo la falda con las mías un infierno de fuego y pasión. Noté la caricia húmeda del final de unos muslos acogedores. Ardiente encrucijada destilando bálsamo de ambrosía, celebrando gozosa una pasión que anunciaba un apoteósico final
Palabras que yo ya no escuchaba, beodo de pasión, viviendo en el paraíso de lo inalcanzable, del ayer renovado, huidizo y diferente. Las olas pasionales de una tempestad conmovedora y triste a la vez amenazaban con romper el crisol de lo que fue y ya pasó.
El tiempo se detuvo en el último botón de la blusa. Y ella con su sonrisa, agradeció el deseo contenido que yo le ofrecía. Una última gota se desprendió de sus manos, enlazadas todavía a mi nuca. Me miró y la miré de nuevo a los ojos. ¡Dios, qué preciosa aparecía ahora envuelta en el perfume sensual del momento!
-Tienes que marcharte, ¿verdad?, musitó ella temblorosa.
No hubo respuesta. Apuré el vaso y mis pasos se encaminaron hacia la puerta que al cerrarse, dejó en el aire un “gracias, sigues siendo mío… como entonces”.
6 comentarios:
Maravilloso relato Rufino,has conseguido levitar por las palabras y las sensaciones,con gran dosis de erotismo asexual y atemporal.
Fantástico homenaje al esplendor sobre la hierba,prendado su olor en el último botón de la blusa...guardador de esencias.
Evito el humor ya tengo sonrisas...gracias.
Mooolt bé, mooolt bé. Amb la teva narració es veu molt clarament com això de lo eròtic és essencialment una qüestió de tensió, de tibantors que es resisteixen a relaxar-se. Bella culminació de la setmana més arriscada (jejejeje) de la història del nostre blog. Crec que hem tret nota i ja podem descansar tranquils. Ara... podríem anar pensant en una setmana del relat pornogràfic? Jejejeje... És broma, és broma.
Felicitats! M'ha agradat molt: sensualitat, desig, nostàlgia, re-vitalització, consciència del propi present... una amalgama perillosa de combinar, i t'ha quedat meravellosa.
Aprofito per felicitar a tothom, ha estat una setmana molt guapa! A veure si fem moltes setmanes temàtiques, crec que té encant... i per encant, tambè m'agradaria molt repetir la setmana eròtica, sobretot veien els resultats.
Magnífico, Rufino, qué bellísima oda al deseo contenido, al ansia almacenada. Como canta Rosendo, "colosal colofón" a esta semana y felicidades a todas las voces (y a la voz de honor): creo que hemos cumplido. Habrá que ir pensando en un tema para la próxima semana temática, que queda convocada para finales de Junio. Pensad en nuestros amigos opositores a los que tenemos que regalar un ratito diario de solazamiento y gozo lector.
Gracias, muchas gracias por vuestros ánimos. Para mí ha sido relativamente fácil porque, al ser el último, he contado con varios maestros de los que he ido aprendiendo. En la línea del encanto, me apunto a la sugerencia de Carla, porque hemos sabido mantenernos en lo erótico y no hemos confundido la semana -lo del relato pornográfico no estaba tan lejos, Marc, pero nos hemos mantenido en el terreno debido-, con lo cual, podemos hacer una segunda semana erótica.
Metidos en propuestas, también podemos intentar algún tipo de prosa poética, relatos de los que te dejen en los oídos una sensación de musicalidad y ternura. La porno la dejamos para el invierno, al calor de la mantita suave. Sigue siendo broma.
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