Rinko, mi vecina japonesa, suele llamar al timbre a horas intempestivas, ligerita de ropa, para pedirme sal.
Que yo no soy de piedra, le suelo contestar, mientras espera en el rellano -con el frío que hace- a que vaya a buscar lo que me pide.
Ayer la oí cerrar la puerta cuando había llegado a la cocina, y sus pasos la llevaron al sofá, donde se exhibía como una pantera observando a su presa.
Yo tampoco, me dijo. Tampoco soy de piedra.
Veo que has progresado con la lengua, reaccioné.
¿Te importa que me haya acomodado? Susurró. Quiero pedirte algo. Algo más.
¿Qué?
Necesito otra lengua. El pecho respiraba como una jarra de cerveza negra, cuya espuma se perdía acariciando el cristal de la noche.
¿Otra lengua? Me senté junto a ella en el sofá.
Ella agarró mi pelo y llevó mi cabeza hasta su sexo. Repitió: otra lengua.
Nos sentimos como estatuas que volvían a la vida, y después de una lucha de tigres y de ostras, de tórtolas y besos, la embestí protegido como un lápiz de cera escribiendo en la lava de un volcán. Escribiendo en el fuego.
Me arañó sin piedad. Me surcó a dentelladas. Me temblaron los muslos. Me giraron los ojos hasta no poder más. Me quedé sin aliento. Se quedó sin aliento.
Nos llevamos del sofá a la cocina, de la sal al azúcar, del silencio al jadeo y en una desnudez acelerada, silenciosa, abrazamos y enlazamos los sudorosos cuerpos como estatuas de fallas renacidas, a llamas y cenizas, con el eco que persiste en el piso desde ayer.
Cuando cerró la puerta, al marcharse, sólo dijo: otra lengua capaz de devorar
mi soledad.
1 comentario:
Sigo pensando ,que eres un estupendo publicista(buen book) y un estupendo traductor de lenguas ,no precisamente muertas….pidió sal y encima no era diabética. Genial calmar soledades en universales lenguajes….piedra de mechero.
Sayonara, traducido en castizo Ole!!!!.
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