miércoles, 6 de junio de 2007

Ricitos de Oro. La historia verdadera (y II)


Por el Osito Fimosín


Siguiendo sin saberlo el itinerario que Ricitos había trazado, Papá Oso subió sigilosamente al piso superior. En el pasillo vio desperdigadas las piezas de ropa que la fémina había dejado caer desordenadamente sobre el parqué. Cual avezado explorador arapahoe, se inclinó sobre una mínima tanga con estampado de camuflaje, se la llevó a la nariz e inspiró con una desesperación más propia de un afectado de enfisema pulmonar pegado a una bombona de oxígeno que de un oso felizmente casado. Y es que las cosas entre Mamá Oso y él se habían enfriado últimamente. Aunque a algunos pudiera parecerle patético, Papá Oso tenía la costumbre de marcar en el calendario de cartera los días en que echaban un casquete con un círculo rojo. Y en el último año la verdad es que no había tenido que echar mano del bolígrafo demasiado a menudo. Las hormonas del oso se dispararon y su rabia anterior se trocó en lujuria desaforada.


Entró Papá Oso en su habitación y allí vio a Ricitos de Oro como dios la trajo al mundo pero con dieciocho años de más. Papá Oso recorrió con la vista de abajo arriba el cuerpo de ella y notó su perfecta anatomía. En los pies no se fijó mucho, la verdad. Era un ser más bien elemental y dirigió su vista al pubis afeitado, a unos pechos culminados en un pezón jugoso como una aceituna arbequina y a una cara que, por decirlo suavemente, mostraba haber gustado los dulces frutos del amor en repetidas y muy numerosas ocasiones.

Dejó el rifle a los pies de la cama y puso su zarpa en los cabellos de ella. Entonces Ricitos de Oro se despertó. Como mandaba el guión, en una situación tan embarazosa optó por hacerse la remilgada. Se tapó las partes pudendas y profirió un gritito agudo que, en realidad, era un anticipo de los que a continuación proferiría a mansalva. Ricitos de Oro, bregada en mil lances amorosos, vio la posibilidad de sumar a su largo currículum una relación zoofílica, así que, viendo que Papá Oso no ofrecía ninguna resistencia, hundió su cabeza en la bragueta bajada del plantígrado, quien, con movimientos rítmicos, hacía que su herramienta, que no era pequeña, entrase y saliese de la boca de Ricitos. Embriagado de placer, él solo acertó a decir:

- ¿No te comiste mi churrasco? ¡Pues toma ahora mi churro!

La frase era de lo más chusca y poco imaginativa, pero le hizo sentirse poderoso como nunca. Siempre había sido muy tosco con las osas y, como era un torpe monógamo al que Cupido había asignado una única flecha, no había mojado todo lo que, por edad, le hubiera correspondido, si hacemos caso de las estadísticas. Pero su timidez ingénita se había acabado. En un intento de corresponder a Ricitos, la abría de piernas y succionaba como un poseso su almeja, en cuyas simas una lenteja carnosa enviaba sensaciones de placer a la perversa mente de la ninfa. Los jadeos de ella se podían oír a varios metros de la casa, pero nadie pasaba por un paraje tan remoto.

Papá Oso decidió que era llegado el momento de acabar con los entrantes y empezar con el primer plato. La puso frente a sí, le alzó las piernas como si en un paritorio y las hizo reposar sobre sus hombros peludos. Abundante baba resbalaba por las comisuras de sus labios y caía sobre el vientre de ella. Papá Oso exclamó:

- ¿Qué? Nunca habías conocido a un macho, ¿eh?

Ella, por seguirle el juego, fingió ruborizarse y respondió:

- En el sentido bíblico, la verdad es que no. Pero estás recompensándome con creces del retraso que llevo.

Papá Oso, orgulloso como un pavo real, empezó un frenético vaivén que le condujo al borde del paroxismo. Su glande estaba rojo como un pimiento morrón y el muy animal creyó llegado el momento de ensayar otra postura. La cogió por su breve cintura y la volteó, dejándola sobre la cama a cuatro patas. Introdujo su miembro erecto por la vagina de ella, que gimoteaba como una posesa. Pero Ricitos que, como habíamos dicho, no se contaba precisamente entre el generoso número de las vírgenes y no estaba aún del todo colmada. Así que se atrevió a sugerir a Papá Oso:

- ¿Podrías bajar a la nevera a por un pepino? Me encanta la doble penetración.

Papá Oso, tardo como era, no acabó de comprender la frase a la primera. Si él tenía su miembro en el sexo de ella, ¿dónde más se podría meter el aludido pepino? Pronto comenzó a atar cabos y se dio cuenta de que, igual que existían relaciones contra natura, quizá ella lo que pretendía era que colmase su ano con el antedicho fruto de la huerta murciana. Pero él estaba tan metido en el juego que por nada del mundo hubiera bajado las escaleras. Tenía una idea mejor:

- Ricitos, ¿lo has probado alguna vez con el cañón de un rifle?

Alargó el brazo hasta el suelo, cogió el arma con que había subido las escaleras y apuntó con cuidado al ano de Ricitos. Ella movía las caderas en círculos insinuantes y el ojal prieto emanaba un suave olor que invitaba al tubo frío de metal a introducirse en él. Papa Oso enroscó con suavidad ambos cilindros, el suyo propio y el del arma en el cuerpo de Ricitos. Ella se mordía los labios de puro placer y aumentaba el ritmo de su balanceo, apretando su trasero contra él. Y en el momento de dejarse llevar por el orgasmo, a punto de deshacerse de puro gozo a cuatro patas delante de Papá Oso, Ricitos acertó a decir:

- Cúbreme de semen! ¡Dispara tu carga!

Una detonación se oyó en varios centenares de metros a la redonda. Dos armas se le habían disparado a Papá Oso.

6 comentarios:

Unknown dijo...

¡Jajaja! Otro colosal colofón a nuestra semana erótica. Felicidades por tu perversísima y salvaje versión de la ricitos. Tarantino estaría orgulloso.

Anónimo dijo...

Mas que un cierre, ha sido un ataque, doble, a mano armada. Sutil, lo que se dice sutil….va a ser que no, pero genial!!!!. Reconozco, que eran necesarias dos entregas para alisar el rizo con buena plancha y sin churrascarlo.
De todas formas , para fantasías eróticas relatadas por las voces masculinas…. Elijo volver a los inicios de la semana y aceptar pulpo como animal de compañía o hacerme esplendorosamente vegetariana .Y si hay que morirse ,las japonesas lo hacen con salero. Siempre me quedara la complicidad del partidito rugby
je, je.

R.P.M. dijo...

Está visto que el lenguaje directo y a lo plantígrado no es del agrado de las féminas del grupo. Estaba esperando la segunda parte porque no sabía por donde iría, pero bien, se ha confirmado una línea de "alto nivel de erotismo" que al tratarse de plantígrados se queda en más light. Aunque la imaginación puede hacer mucho. La verdad es que trasladado al comic resulta sencillamente buenísimo.

Carla dijo...

No, si jo l'he trobat boníssim! m'ha agradat molt, però jo reivindico que les coses es diguin pel seu nom: això NO és eròtic, és PORNO!
jajaja!

R.P.M. dijo...

Yo lo había querido dejar en "alto nivel de erotismo", pero veo que en este blog no valen los eufemismos. Un abrazo, Carla.

Anónimo dijo...

China te amo