A veces resulta muy difícil aceptar las reglas de juego que controlan una partida. Imagínate que estás jugando ese partido de basket, importante, último de una serie, aquel que va a dar a tu equipo el trofeo tan deseado y tan trabajado. Y se inicia una jugada que acaba en canasta, pero que el árbitro invalida porque interpreta que ha habido pasos al encestar. Y no es así, tú sabes perfectamente que has dado el último paso en el aire y que desde la posición del árbitro tiene que haberse visto bien, no entiendes por qué pita pasos.
Esa jugada desbarata toda tu energía, te desconcentra, porque ahora sigues pensando en ella y acabas de perder un balón que no has visto a tiempo. Todo se altera. Lo que podía haber sido una remontada se está convirtiendo en una serie de fallos que se deben a que tu estado de ánimo ha cambiado. El entrenador, al final, decide cambiarte. Y tú sales mirando al árbitro y acordándote de toda su familia. En ese momento, al pasar por su lado, le darías un cabezazo al estilo Zidane.
¿Quién tiene la culpa? ¿El árbitro? Sabemos que se necesita uno para poder jugar el partido y que a veces no interpreta bien las jugadas, pero… ¿Uno mismo? Deberíamos aprender a controlar los impulsos y convertirlos en reflexiones.
El caso es que el partido se ha perdido. Y eso sí que no se puede cambiar.
Pero la vida sin los impulsos, sin las pasiones, sería muy poca cosa. No es que todo se reduzca a impulsos, pero se necesita sentirlos para saber que se está vivo. Yo no creo que exista nadie tan racional que sea capaz de contener todos sus impulsos, de ahogar sus pasiones. Además, creo que si existe, es un poquito monstruo, vamos que no es de este mundo.
Pero cuidado, que no se me interprete mal. No quiero ser esclavo de ninguna pasión, ni que ninguna pasión me domine. ¿Entonces? Bueno, aquí es donde patino un poco, porque debería mostrar alguna fórmula para ello y debo confesar que no la tengo. Si una pasión te domina, entonces ya no eres tú, eres la marioneta y la pasión es tu hacedor, el que mueve los hilos.
Y se puede decir que hay pasiones bonitas: pasión por los libros, pasión por la música, pasión por conseguir justicia social, pasión por la libertad, pasión por la verdad, pasión amorosa… Pero hasta esas se encuentran con algún árbitro que no las interpreta bien en su desarrollo, o con algunas reglas de juego que te dejan fuera de juego.
En definitiva, trataré siempre de apasionar a quien de verdad quiera –mis amigos, mi familia, mis alumnos- y buscaré sentirme apasionado, y me alejaré en lo posible de árbitros que no arbitren, y si no puedo, al menos lo habré intentado y siempre me quedará la huella infinita de la pasión: la pequeña y maliciosa sonrisa interior del juego de la vida.
5 comentarios:
La veritat, tal i com ho veig, considero que no és que puguem o no estar controlats per passions, sinó que som passions. Fins i tot "l'àrbitre" és una passió: la passió per controlar. Passió és alguna cosa així com vibrar amb més intensitat, i per això, tot i que a vegades les passions acaben portant-nos a situacions poc avantatjoses, sigui per a bé o per mal, quan la passió vibra, som més nosaltres mateixos. Personalment, donaria mitja vida per ser més "titella" de passions esbojarrades que no pas de la passió de control, que tan i tan bé tinc assimilada.
En tot cas, m'ha interessat molt la teva reflexió, Rufino. Gràcies.
Sempre he dit que l'Spock és el personatge més emocional de l'Star Trek antic... El control i la racionalitat són passió i emoció. No ho puc entendre separat, doncs la nostra base és emocional. El problema, per a mi, és negar-ho. Quan racionalitat i emocions se separen realment, estem parlant d'una patologia psicològica anomenada psicopatia. No voldria conèixer-ne cap mai, la veritat.
Un article molt xulo, Rufino, Gràcies també.
En una altra vida, si em reencarno en humà i he d'anar a classes de llengua, a veure si us puc triar com a professors al Carles i a tu. Tant com m'hauria agradat tenir més professors amb passió per allò que fan.
Sin querer establecer diferencias, pero con una especial mención a ese comentario tuyo, Andreu. Gracias a todos. Esta es una de las maneras de mantener vivas las pasiones: sintiendo a los amigos.
Gracias, Andreu, por la parte que me toca. La pasión es la madre de la tarea bien hecha. La indiferencia es la madre de la chapuza, de hecho, a menudo es peor la indiferencia que el odio - que al menos, aunque negativa, es una pasión - de ahí el miedo que da esta sociedad catatónica y de encefalograma y cardiograma planos que estamos creando.
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