Por Carlos Rull
[En este tardío regreso al blog, pido perdón por haberme colgado y haberos dejado ídem la semana pasada, caprichos del destino y aventuras de mudanzas me alejaron de mis virtuales obligaciones blogeras. Dicho esto, pido también perdón por no dedicar el artículo de este día tan señalado a ninguno de los motivos de tal señalización: prefiero la literatura.] Ahora sí, ahí va.
Por principio, tal vez por capricho o por mera pedantería, suelo desconfiar a bote pronto de los superventas internacionales que pueblan o invaden las librerías y quioscos como los topillos los campos de Castilla. Descartando de entrada los grandes lanzamientos comerciales de novela histórica o de emocionante y trepidante aventura de misterio secular, quedan a menudo títulos y autores más o menos tentadores, recomendados por amigos y críticos, multipremiados, mundialmente alabados, leídos por jóvenes universitarias y adultos pseudocultos en los trenes, autobuses, salas de espera y cagaderos de medio mundo. Murakami es uno de esos casos. La mayoría de premios Nobel, como Orhan Pamuk o Saramago, también, pero éstos dos últimos – y algunos otros Nobel - se salvan porque escriben infinitamente mejor que el japonés.
Llevado por malos consejos de buenos amigos, he dedicado unas semanas de este verano a tragarme, consecutivamente, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Tokio BLues y Kafka en la Orilla. La conclusión general es que Murakami es una gran titulador de novelas con algunas buenas ideas, pero un mal narrador con muy preocupantes limitaciones. En su favor diré que sus novelas se devoran con ferocidad, atrapan y seducen por su prosa sencilla y diáfana y por su indudable capacidad de emoción poética. No obstante, su discurso literario deriva a menudo en una con frecuencia intragable cháchara sentimentaloide y postadolescente, a duras penas remendada por una decorativa pátina pseudo-intelectual de referencias culturales. Las tres novelas están plagadas de buenas ideas y contienen momentos narrativos acertados y fogozanos poéticos inmediatamente malhadados por la ramplona cursilería quinceañera en la que gusta revolcarse el autor: como en las películas de Medem, uno tiene siempre la sensación de que el autor dice buscar en lo profundo, pero que en realidad se ha quedado en la superfície del lago contemplando extasiado su propio reflejo.
La literatura, y el arte en general, tienen un indudable y potentísimo componente narcisista. Y exhibicionista, claro. Uno escribe libros - o rueda películas -para decir “aquí estoy, este soy yo”, y los más atrevidos, “esta es mi alma”. No para ganarse la vida, claro, a menos que uno sea Dan Brown y escriba malos esquemas para partidas de rol y la iglesia le pague la campaña de promoción y se forre uno con ello. Algunos escriben para los concurso literarios menores, como tan magníficamente narró Bolaño en uno de sus relatos, y se ganan parte de los garbanzos con ello. Pero no, aunque escribimos por muchos motivos – ya los enunció nuestra voz lunática (por eso de escribir los lunes) en un post de enero -, siempre está ahí, y no como elemento menor, la necesidad de mostrarse, de exhibirse, de pasearse, de compartirse, de darse.
Cuando ese elemento narcisista se convierte en virtud y es una forma de compartir(se) con los demás, cuando no deviene el centro de toda nuestra creación literaria, cuando uno no tiene la sensación de que todo el libro – o toda la película – no es una mera excusa para decirnos “que bueno soy”, entonces – si la obra es buena -, encontramos algo de eso que andamos buscando en los libros y nunca acabamos, ni acabaremos, de hallar. Pero demasiado a menudo, ese narcisismo intrínseco a toda obra artística, se coloca en el epicentro del proceso creador y esta deviene un panfleto autocomplaciente del yo. Evidentemente, la obra se resiente de esta nueva focalización creativa, y todas las imperfecciones que antes se sabían ocultar, salen ahora a la luz. La ha pasado a Medem, que de sus iniciales obras maestras ha pasado a esta caótica y fallida última película. La ha pasado a muchos grandes narradores. Mucho más a Murakami y su Kafka en la orilla –aunque ya me gustaría a mí haber conseguido lo que él -.
2 comentarios:
La veritat, molt em temo que a menys que es treballi des de l'absolut anonimat i l'aïllament, és probable que un cert narcisisme sigui un peatge inevitable per a poder crear relats, pelis, crítiques, poesies, quadres o el que sigui. I també em temo que aquell estat d'aïllament i anonimat tampoc seria massa sa. Clar que també és cert que un excés de narcisisme minva la capacitat comunicativa d'una obra, i això segur que repercuteix negativament en la seva qualitat. I què fa que una obra sigui molt bona o no ho sigui tant? Bufff, això deu ser la pregunta del milió. I em sembla que com totes les preguntes sense resposta, molt probablement el problema sigui de les preguntes, que estan mal plantejades. No ho sé. En tot cas, tenint en compte com l'has crucificat,jejejeje, segur que no em llegiré mai aquest autor.
Ah, una altra cosa! Com que sóc una d'aquells "nacionalistas radicales" (tal i com ens descriu la premsa espanyola), m'ha cridat l'atenció que hagis presentat com a coses oposades el teu "prefiero la literatura" i "este dia tan señalado". Si amb això del "dia señalado" et refereixes a la Diada Nacional Catalana, no entenc la teva oposició. A mi també m'agrada la literatura... de fet, perquè estimo la llengua i la literatura considero que cal tenir en compte aquest dia tan assenyalat. No escrivim en esperanto ni amb cap llengua neutral. Clar que si amb el teu "dia tan señalado" no et referies a la Diada, sinó al terrorisme internacional o a les Torres Bessones, llavors... jejejeje, acabo de pixar fora de test i demano perdó per un comentari tan llarg i tot sigui per provocar polèmica i retornar a aquells extensos comentaris, jejeje.
Apa , fins ara.
Bienvenido compa. Un día de estos tenemos que hablar del Liber. Por si no tienes suficiente trabajo. Ah, y ya sabes: si un libro no te ha gustado, emnpieza otro. Pero sigue leyendo.
Siempre quedará hacer una donación al Proyecto, porque sabes que en él hay gente de todo y quién sabe... a lo mejor a alguien le gusta. Nos vemos / escribimos pronto.
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