En el minipiso de alquiler – pequeño pero acogedor, todo hay que decirlo - en el que acabo de instalarme no tengo aún instalación de interné, ni falta que debería hacerme. Pero me hace. Encarrilado ya inevitablemente en el generalizado desvarío posmoderno de crearme necesidades innecesarias, cuando no fútiles, resulta que esta nueva mudanza me ha permitido, además de jorobarme definitivamente la espalda, percatarme – dolorosamente - de mi creciente dependencia de la red. Metáfora fácil: me han pescado. Estar sin interné dificulta enormemente, entre otras cosas, colgar mis textos en los blogs en los que colaboro, mantener mi página web – en el rincón de su dueño olvidada –, comprar entradas, libros raros, o planificar mis fines de seman y mis viajes.
Carecer de acceso a la infinita – y mayormente inútil - biblioteca virtual que es la red también tiene sus ventajas: he redescubierto el placer casi artesanal de buscar palabras en diccionarios y enciclopedias, o de buscar la película u obra escogida en la cartelera de un periódico, y no en la fría pantalla. He llegado incluso a comprar de nuevo algún periódico o revista para mantenerme al día y he hallado de nuevo el ínfimo goce de tomar una cerveza en una terraza ojeando una revista de libros, en lugar de hacerlo con ojos enrojecidos en el monitor de un oscuro despacho de casa. Ni que decir tiene que, además, he descubierto que me queda mucho más tiempo para leer. Aleluya para hoy.
“No hay tu tía”, me dije, sin embargo, la semana pasada, ante la imposibilidad de enviar desde casa un correo urgentísimo, “necesito acceso a interné”. Así que acudí a una de esas tiendas de teléfonos y pregunté. La compañía me daba igual, sólo quería lo más barato. Cuál no fue mi sorpresa cuando me pidieron nada más y nada menos que noventa y dos euros por la instalación y el alta de un número. ¡92 euros por venir a hacer una instalación que ya está instalada y por conectar un número nuevo de teléfono! Yo, que venía del mundo del cable – igual de surrealista pero tal vez más sutil a la hora de robarte -, me quedé pasmado, pero, consultadas todas mis fuentes, tal pago es inevitable a menos que se tenga la suerte de coincidir con una temporada de oferta, lo cual, obviamente, no es el caso. Así que, además del acceso a internet más caro y lento del mundo "civilizado", me iban a sablar casi cien euros por nada.
Tal circunstancia no iba a detenerme en mi ya recio empeño de volver a tener conexión, sólo me ayudó a decidirme por la compañía que tendría el honor de proporcionarme el servicio, mejor dicho, a eliminar definitivamente una de ellas. “Señores de Telefonica – me dije, así, sin acento, como lo escriben ellos -, se llevarán ustedes mis 92 euros, pero nunca, nunca jamás, en ningún caso, circunstancia o suceso, me sacarán ustedes ni un solo céntimo más.”
Así que solicité el alta, y espero, y espero, y sigo esperando....
Post scriptum: antes de solicitar la instalación, me entero de que la ofrecen "gratis" si se pide por internet. "Gratis" hasta que se lee la letra pequeña y se comparan precios.
De la imagen: http://www.kaosenlared.net
2 comentarios:
L'altre dia em vaig adonar que no m'enviaven les factures del mòvil, que fa tres mesos que vaig passar a contracte. Estranyada, vaig comprovar que les dades estiguessin correctes: ara em dic "Cecit", en comptes de "Civit" i visc a Sant Pere de Riudanyells, en comptes de Vilanova... la qüestió és que truco i em fan estar mitja hora per canviar-ho tot, ja veurem si és veritat, i al final em diuen "se le han cambiado los datos sin ningún cargo por la acción". "Hòstia!! només faltaria!", vaig dir des del cor.
No només estafen, a sobre has de donar les gràcies quan no traspassen línies òbvies!
!Paga y no calles! te echamos de menos compa.Ya que no te veo navegar por los pasillos...por lo menos interné.
Respecto al piso....ya sabes lo de la esencia en frascos pequeños je,je.
Animo!!!!
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