martes, 4 de diciembre de 2007

Lo que sé de mí



Por Carlos Rull


X ha llegado a ese momento vital en el que uno empieza a formularse preguntas serias mientras va relativizando lo que hasta ahora parecía serio. X tiene treinta años recién cumplidos y aún no ha hecho nada. Tiene una compañera guapa e inteligente con la que se siente medianamente feliz. Tiene un grupo de amigos con los que se siente medianamente a gusto. Tiene una familia en la que se siente medianamente querido. Tiene un trabajo medianamente estable y unos ingresos medianamente dignos. Tiene un pisito de compra que se ha revalorizado no medianamente sino considerablemente. Tiene, en fin, una vida medianamente aceptable en la que sólo le faltan un hijo, un árbol y un libro. En la mitad de la media. En el justo centro de lo tolerable e incluso de lo positivo. X se siente, sin embargo, una medianía. Como Superlópez, con quien creció. Un ser mediocre, un medio hombre a medio hacer, una tarea inacabada, un proyecto fallido. Por primera vez, personajes de películas que vio bajo coacción femenina, como Beautiful Girls, Todo es mentira, Alta fidelidad, Clerks o Algo en común le parecen cercanos, familiares, casi retratos de sí mismo. Y se da cuenta de que a eso se le llama popularmente crisis de los treinta o agonía de los veinte.

Así que un buen día X se sienta a la mesa de su despacho ante una hoja en blanco y escribe: “Lo que sé de mí”, y se prepara a hacer una lista de las diez cosas que sabe de sí mismo, porque, como todo el mundo sabe, una lista ayuda siempre a clarificar las cosas. Le dedica casi toda la tarde, y al cabo de unas horas, no sin la impresión de que la lista sólo ha servido para darse cuenta de que no sabe nada de X, tiene escritas las diez entradas. Sin orden alguno, y con algunos errores ortográficos - que no reproducimos -, ha escrito:

  1. "Me sigue gustando Superlópez.
  2. Mi plato preferido son los canelones de mi abuela.
  3. Suelo soñar con Mr. T del “Equipo A”, y aún tengo pesadillas con el nacimiento del monstruito cabeza-bolo en el quinto episodio de “V”. Tengo pesadillas a menudo.
  4. No sabría vivir sin la Play Station. Me costaría también sin la tele.
  5. Mi trabajo es una mierda.
  6. Los políticos son otra mierda. La política, en cambio, no.
  7. Debería empezar algo, pero no sé el qué.
  8. El último libro que leí fue Los pilares de la Tierra y no hubo huevos de acabarlo, eso sí, voy mucho al cine y esta semana iré a ver Rec.
  9. No sabría distinguir una acacia de un aligustre, pero sí en cambio unas llantas König de unas Imola, el diseño las delata.
  10. Soy un tipo alto, no mal parecido y con cierto encanto. A las chicas sigo gustándoles si me esfuerzo un poco; la mayoría de las que me gustan son menores que yo."

X deposita la lista en la papelera. Y piensa que hasta los cuarenta debería tener tiempo para pensar en todo ello, y que para entonces igual ya le han obligado a ver American beauty y Entre copas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que aprender a perdonarse con el tiempo. No ser mucho más intransigente con uno mismo de lo que lo son otros para con uno. A mí me hubiera gustado leer más cómics, confieso ahora. Y además, para beber vino con gaseosa, no me hace falta saber la diferencia entre un merlot y un cabernet (lo digo por Entre copas).

Anónimo dijo...

¡Dios mío! X se parece mucho a un tipo que conozco que se llama Y, incluso utiliza la misma filmografía. Y tiene una estrategia distinta, en lugar de ver películas en función de la edad, vuelve a ver las de las década anterior con nuevos ojos. De este modo se ha dado cuenta que el protagonista de Beautiful Girls en realidad , manda a hacer puñetas su vida en Nueva York, vuelve a por Natalie Portman a los dos años y se fuga con ella a Ibiza. Lo bueno de vivir más años que las moscas del vinagre es que podemos reinventarnos...¡uff!

José.