martes, 5 de febrero de 2008

Calçots amb sal grossa.

Por Carlos Rull

"El CALÇOT, el porró i els castellers,
tres coses nostres que sempre m'han fascinat.
Surten de la terra i em fan mirar el cel".
Bigas Luna

Ocurrió después de haberse trasegado con alegría jaranera cinco docenas largas de jugosos calçots bien bañados en salsa romescu, tres deliciosas butifarras con mongetes y dos platos bien repletos de melosas y jugosas costillas a la brasa, regado todo ello con más que abundante tinto del Penedés. Era un sábado por la tarde y todos los socios y familiares conversaban amigablemente en una sobremesa que, dada la bárbara cantidad de comida ingerida, prometía ser breve. Se hallaba nuestro héroe – al que por descuido no hemos presentado y por desidia ya no presentaremos – acabando otra botella de vino mientras aguardaba impaciente el prometedor postre de pastel de crema catalana y mantenía una fogosa conversación futbolera con su vecino de mesa cuando, de pronto, la reacción corporal natural tras una ingesta masiva de calçots se manifestó en forma de una urgente y acuciante presión interna que desde la parte baja de su estómago pareció extenderse desbocadamente por todos sus oquedades internas. Tras interrumpir con educación la ristra de insultos a los “merengues” con que se estaba desahogando y sin poder evitar que un sonoro regüeldo llamara la atención de algunos comensales, nuestro intrépido calçotaire salió disparado hacia los servicios más próximos en busca de un alivio inmediato a tan inoportuna y comprometida exigencia física.

Tuvo la fortuna de hallar un servicio vacío en el que poder exonerarse ruidosamente de su carga y fue en ese preciso instante, en el momento en que expresaba con un sonoro y aliviado suspiro el momento climático de la liberación, el absoluto éxtasis de la exención, la calma total de la absolución, en ese momento mágico de plena comunión con la naturaleza, cuando en lo más profundo de su alcoholizada conciencia se le manifestó casi en mística revelación la verdad que durante años se le había ocultado, la razón profunda de su ser y su existir, la pieza final que daba sentido al puzzle del universo entero.

Cuando lo fueron a buscar, casi una hora más tarde, lo encontraron aún sentado en la taza del lavabo, con los pantalones por los tobillos y las piernas tan agarrotadas que tuvieron que trasladarlo en esa misma posición hasta un lugar más aireado y acogedor. Allí, tras las consabidas y previsibles bromas de mal gusto, lo dejaron al fin solo, y fue entonces cuando, horrorizado y estupefacto, recordó que había descubierto algo vital, algo fundamental en aquel retrete, pero que ya no era capaz de recordarlo. En la sala de al lado se oían, lejanos, los compases de un pasodoble.

Dicen que ahora nuestro héroe es uno de los campeones en los concursos de comedores de calçots y que puede llegar a engullir doscientos cada vez que se pone a ello. Dicen que busca después de cada calçotada recuperar aquella sensación momentánea que, durante un segundo, le permitió rozar la más recóndita y auténtica esencia del mundo.
....
En fi, visca el Carnaval i el carmel i el calçot!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Triste relato compa, me apena el calçotaire campeón de universales búsquedas. Me lo imagino devorando calçots (hierbas naturalmente laxantes),con su babero azul y grana, rezumante de crema catalana, que no merengue(le pega poco)…en busca de su inodora, que no inolora, experiencia mística.Atravesando tormentas interiores, retortijones de los “adentros”,envueltos en etéreas brumas de recuerdo etílicos…para encontrar su paraíso perdido ,entre cistercienses cantos de sirena, que le empujan nuevamente a la luz del agujero negro.(citando a Eugenio: culo he dicho culo je,je).
Espero, que vuelva a encontrar la paz y lo entierren descansado en blanca y dura Roca de diseño, a ritmo de pasodoble. ¡Que nos lo cuente…pero a distancia je,je!
Gracias por las risas zen y por el excelente dominio del lenguaje escatológico, has conseguido ser salao ,no soez …es realmente complicado, estar de buen humor con tanto ruido.
PD) Ahora más que nunca voto por el arrocito…ya llevaremos magdaleneros petardos los castelloneros …son nuestra especialidad je,je.

Raquel Casas dijo...

Ja ja ja...!
Crec que no podré evitar riure la propera vegada que mengi calçots (o ceballots, com diem aquí) i tampoc patir per si se m'escapa alguna "inspiració divina".

Que no acabi el carnaval!