martes, 19 de febrero de 2008

Debería haber leído a Proust hace mucho.

Por Carlos Rull

La literatura es exploración. Los dos actos literarios fundamentales, escribir y leer, o leer y escribir, son actos exploratorios, viajes en busca de algo, el tiempo u otra cosa, que se perdió, o que nunca se tuvo, o de cuya existencia tal vez ni siquiera se está seguro. Toda creación literaria que afrontamos como escritores o como lectores es un terreno por descubrir, un pozo por sondear, un misterio por investigar, una indagación en el alma o una inquisición sobre el mundo.

Verne, el gran Jules, que sabía mucho de todo, nos dejó escritos y explorados, a su naif pero encantador estilo, dos geniales metáforas de los dos viajes posibles: hacia el centro de la tierra, hacia lo más hondo del yo, hacia los límites de la propia identidad, o bien hacia la luna, hacia el entorno, hacia los límites de la propia realidad. Ambos viajes son, en realidad, uno sólo y el mismo, pues ésta se funda y genera en aquélla. Pues bien, las tradicionalmente reconocidas como novelas fundamentales de nuestro siglo – entiéndase por nuestro el XX, que del XXI ya hablaremos, empezando por 2666 – recorren simbólicamente esos dos viajes hacia la luna, o hacia el centro de la tierra – que luego salgan despedidos por el Stromboli es de dudar -. Me refiero, claro, al Ulises de Joyce y al En busca del tiempo perdido de Proust. De Musil – cuyo Hombre sin atributos se me revela muy hermanode la obra proustiana en su inmensidad e intensidad – o de Faulkner o de Mann mejor hablamos otro día, que uno se sabe pretencioso pero no tanto.

Con el Ulises de Joyce me atreví – en la traducción de Valverde - cuando todo el mundo, es decir, en plena inconsciencia universitaria. Me costó horrores y no me gustó. Hoy, releída, no es que me entusiasme, prefiero su melancólico Dublineses, o el Retrato - o casi el intraducible Finnegan's - , pero reconozco lo que en su gran novela hay de exploración de los recónditos límites de la expresión y de la tradición, de los límites menos recónditos de nuestra mediocre cotidianeidad de don nadies masificados y los límites muy escondidos de la mente de esa inmensa Molly Bloom y de la sociedad en que vive. Con Proust, y me arrepiento, acabo de atreverme ahora, y en plena y voraz consumación de la lectura del segundo volumen, no he podido resistirme a la tentación de adelantarme varios volúmenes para compartirlo con los contumaces lectores de 7V.

Proust, y tal vez Musil, son, me parece, los más atrevidos exploradores novelísticos del siglo XX. Los del XIX fueron Dostoyevsky y... Dostoyevsky. De los exploradores poéticos no hablaré hoy. Proust explora para empezar nuestra paciencia: veinte páginas describiendo las vueltas que da en la cama para poder dormir es toda una indagación en el aguante de cualquier lector. Si se sobrevive a ello, y merece la pena hacerlo, el lector gozará de vivir con el novelista francés la aventura inolvidable de indagar en los límites de la expresión novelística y disfrutar de una voz narrativa como hay pocas: el verbo proustiano en la traducción de Salinas es de una fluidez, una naturalidad y una riqueza de matices apabullante. Y con ese verbo plácido y vivaz a la vez, Proust se sumerge como nadie antes lo había hecho en un minucioso y prolijo rastreo no sólo de la memoria y el tiempo sino de los propios límites del existir individual y social, de los propios fundamentos del yo y del nosotros, de la identidad y de la realidad, del centro de la tierra y del viaje a la luna. Armado de una magdalena y una taza de té, Proust nos guía a la revisitación y refundación de nuestra experiencia vital y literaria en una intrépida aventura al centro de la novela, del tiempo, del lenguaje, de la experiencia y de la memoria. “La realidad no se funda más que en la memoria”.

Dijo Proust, en su novela-catedral, que la tarea del novelista es ofrecer al lector equivalentes inmateriales y accesibles al espíritu de aquellas partes del mundo que son herméticas al alma: capturar el tiempo, el espacio, los objetos, los recuerdos, los paseos, la finísima y delgada capa de impresiones que, fugitiva, nos permite fundar una realidad. Y el escritor parisino es en esta tarea meticuloso hasta la extenuación.

Seguiré con el segundo volumen de esta insensata y maravillosa búsqueda, y luego vendrán, si los dioses lo permiten, los demás. Lo único que lamento es haber llegado tarde a ellos, pero el propio Proust me ofrecía consuelo en unas líneas de este A la sombra de las muchachas en flor que leí el sábado: “La querremos más que a las demás porque hemos tardado en llegar a quererla mucho más tiempo que a las otras”.

7 comentarios:

José García Obrero dijo...

Carlos, gran trabajo de zapador el tuyo. Me los has vendido tan bien que estoy considerando darle una tercera oportunidad a Joyce, pero en lugar de encabezonarme con el Ulises lo haré con tus sugerencias. En cuanto a los demás, espero que aunque llegue tarde, eso no signifique "demasiado tarde".

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Cuando mi hijo paso su etapa de viscerales celos de su hermana, me atormentaba con preguntas en busca de la anestésica respuesta, tipo decisión de Sophie. Harta de ello y no pudiendo responder. “he dicho culo”, se me ocurrió una salomónica respuesta: A ti siempre te querré mas tiempo, llegaste antes.
En la fantástica frase: “La querremos más que a las demás porque hemos tardado en llegar a quererla mucho más tiempo que a las otras”,me sobra la odiosa comparación.Las exploraciones deben abrir puertas y no estrecharlas con las ansias de capturar mases, en búsqueda de verdades. Gracias a ti compa aprendí a elogiar la mentira, que siempre es presente . Todo llega cuando tiene que llegar , ya sabes mi reciente lema: nadie se cruza por casualidad y siempre hay momentos de relectura.
De todas formas vaya por delante mi admiración, entre otras muchas cosas, a tu capacidad de resistencia, a tu paciente intuición, que te permite resistir 20 insomnes acometidas y seguir como un fiel amante o.¿quizás mentías? Je,je.
PD)Elogi de la mentida(J.Torres Tribó).José te lo recomiendo,es más jovencito(principios del XX)que Montaigne,pero no esta nada mal para su edad.

Lucía Bubok dijo...

Hola!
Porque nunca es tarde, estoy aquí. me llamo Lucía y descubrí tu blog un poco por casualidad, un poco por búsqueda intencionada. El caso es que creo que me quedo, si no te importa.
Volveré a visitarlo, un saludo.

Raquel Casas dijo...

Mai no és tard per descobrir-los. Conec un escriptor que cada any rellegeix "La recherche..." perquè és el seu llibre preferit.
Jo encara no m'he atrevit amb les dues obres cabdals, com devies imaginar en llegir el poema Est; L'Ulisses em fa por, ho confesso. Però les teves paraules fan que m'entrin ganes de posar-m'hi!
En canvi, m'encanta "Dublineses", estic d'acord amb tu; és magnífic.
I després de llegir el text només he pogut recordar aquella cançoneta "Hay madalenas, hay madalenas, hay madalenas para ti, nena".

Unknown dijo...

Gracias a todos por los elogios y lecturas, y bienvenida a Lucía: nos alegrará que te quedes y compartas con nosotros algún té y alguna madalena, y muchas mentiras que ocultan en las algas de su fondo la oceánica viscosa verdad.

Anónimo dijo...

Diario de lectura del Ulises, muy bueno:

http://javiercercas.googlepages.com/JOYCE-DiariodelecturadelUlysses.htm

ivansan69@latinmail.com dijo...

Bah, qué queréis que os diga. Mejor que la magdalena de Proust son las de La Bella Easo. No se repiten tanto y son más ligeras de digerir...