A Juan Carlos Mestre (El Arca de los dones)
El alma del hombre-mujer
mantiene la esencia de lo divino,
el cofre que atesora la huella
de la suprema donación,
la fuente de la que manarán,
extensas, las dádivas de la merced humana.
Un cofre abierto,
una mano tendida
la tuya, la mía,
entrega lo que le fue otorgado
y que no guardando
no resta nada:
A mi padre, el amanecer de un brote de romero
y el aroma de manzana del hogar.
Al amigo, las cartas en el buzón imaginario, de palabras
caminadas y risa sincera.
Al maestro, la voz que amasó mi conciencia
y la sangre que hizo entrar la letra.
A la madre de mi madre,
un helado dulce y tibio, como lo era
su mano sobre mi oído.
A ti, la mirada del gato
que ríe contigo.
A los otros, el paraíso que me velaron
o que yo no quise ver.
A aquellos que sueñan, el más largo
camino con los ojos entrecerrados.
Al melancólico, la dulce mirada de un niño
que descubre el mundo cada día.
A los libros, el héroe que buscaba
cuando buscaba héroes.
Y ahora dejadme,
os he dado todo
lo que hasta ahora tenía guardado,
buscad en vuestro
tesoro,
que comience
un nuevo reparto.
1 comentario:
I que mai no deixem de somiar... Gran esperit que es desborda com ho fa l'aigua d'una cascada... En la simplicitat viu la bellesa; gràcies!
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