Subíamos las escaleras con la mirada de soslayo hacia arriba. Éramos todos chicos. En esa época no había Institutos mixtos. Teníamos una profesora que sin ser joven, tenía para nosotros una sencilla atracción: tenía unas piernas bonitas y llevaba siempre faldas -porque era del Opus, decían los que entonces sabían-. Cuando subía las escaleras al mismo tiempo que nosotros, después del patio, procurábamos quedarnos unos cuantos escalones más abajo. Empujones, risitas y fantasía de centímetros vistos.
Desde la ventana del último piso del Insti, donde podíamos quedarnos porque estaba de camino a la biblioteca, yo observaba esa mañana el patio, que era mixto. Desde allí se veía cómo la mixtura no llegaba a ser total, siempre había una especie de filas en un sentido y en otro que sin llegar a mezclarse, se cruzaban.
Y allí estaba ella. Charla con sus amigas, cogida de la mano de una de ellas. Llevan una agenda que deshojan riendo y mirándose divertidas. El profesor de gimnasia –entonces todavía no era Educación Física- el más joven, alto y guapo de nuestro grupo de profesores está de guardia. Pasan por delante de él y lo miran con insensato descaro. Cuando la fila de paseo termina, vuelven a cruzarse con él a propósito y esta vez se paran a preguntar cuánto tiempo queda de patio –lo sé porque le veo mirarse el reloj y decirles algo sonriente-. Ellas se llevan la sonrisa y dos pasos más allá secretean con alborozo no sé qué que contiene la agenda.
Desde la ventana del último piso del Insti, donde podíamos quedarnos porque estaba de camino a la biblioteca, yo observaba esa mañana el patio, que era mixto. Desde allí se veía cómo la mixtura no llegaba a ser total, siempre había una especie de filas en un sentido y en otro que sin llegar a mezclarse, se cruzaban.
Y allí estaba ella. Charla con sus amigas, cogida de la mano de una de ellas. Llevan una agenda que deshojan riendo y mirándose divertidas. El profesor de gimnasia –entonces todavía no era Educación Física- el más joven, alto y guapo de nuestro grupo de profesores está de guardia. Pasan por delante de él y lo miran con insensato descaro. Cuando la fila de paseo termina, vuelven a cruzarse con él a propósito y esta vez se paran a preguntar cuánto tiempo queda de patio –lo sé porque le veo mirarse el reloj y decirles algo sonriente-. Ellas se llevan la sonrisa y dos pasos más allá secretean con alborozo no sé qué que contiene la agenda.
Suena el timbre y mientras voy a clase, le he dado un empujón a uno más pequeño porque se me ha cruzado en el camino.
Ayer, cuando yo estaba en el patio buscando cruzarme con ella, pasaron delante de mí ella y sus amigas. Yo bajé la cabeza y ella me miró con ojos que a mi me parecieron tiernos, infinitamente tiernos, unos ojos que brillaban como los de mi madre. En la segunda vuelta, cuando la fila regresa, volví a cruzarme con ella. Y entonces pasó algo raro porque de pronto, se separó un poco del brazo de la amiga, me sacó la lengua y me dijo: “Uhhhh, Morgana te va a comer”. No sé, no me esperaba eso y creo que me quedé con una sonrisa un tanto sorprendida que probablemente dio a mi cara un aspecto de pavo. Pero, eso sí, en ese momento, sus ojos brillaron de manera especial, ya no eran como los de mi madre.
Lástima que hoy no me he atrevido a bajar al patio. Tal vez mañana.
8 comentarios:
Vas a tener que presentarme a esta Morgana, compi.
Veo que, después del finde Hallowen, sigues embrujando compa.
En la agenda, tras consultar la hora biológica al "cachas", se apuntaron: “madre no hay mas que una “ y salió la Lilith de marras, a preparar un sandwich mixto de miradas je,je.
PD) En la orla sales muy guapo compa (ya te tengo en la familia je,je),menudo patio hormonas Uhhhhh!!!!!!.
Un abrazo Paula
Yo también estoy muy intrigada con la tal Morgana!!! :)
Todo está literaturizado, es decir, es verosimil pero no verdadero. En cualquier caso, Morgana se va recreando y "haberlas haylas". De hecho, habita en cada una de las mujeres. Lo bonito es cuando se manifiesta y nos sorprende.De la orla, tengo que decir que no se ha cambiado la foto del primer año, el fotógrafo era amigo mío, le costó dos horas encontrar el lado "medianamente bueno" y aún así tuvo que hacer retoques en el laboratorio. De verdad.A ver qué lado de Morgana se me ocurre para la próxima semana.
¿dónde está la orla? ¿puedo ver la foto?
Sort que al final has trencat (i de forma genial) la relació ulls que atrauen - ulls de mare!!! hehehehe! No, seriosament: un relat preciós, ple d'emoció juvenil, aquella emoció que només es pot donar dintre de la malalta i incontrolada emergència de la pubertat... ¿Que la vivència de les teves filles et fa recordar, Rufino?
Un petó
Tienes parte de razón, Carla. Tengo una peque un poco loca -en el buen sentido- y tal vez por ahí está saliendo el tema morgana. La mayor ha sido más seria y comedida -todavía lo es- pero la peque tiene un lado morgana de miedo. Se ríe hasta de su padre. En fin.
Cristina, te mando foto en el próximo hueco que tenga o le hago la competencia a Andrés en los videopoemas, ya veremos. Para una vez que encuentro a alguien que quiere ver una foto mía, je,je. Juegos fotográficos aparte, me encanta este blog y qué poco tiempo tengo para dedicarle. Carles, está pendiente la recopilación de lo que llevamos escrito. Y alguna otra propuesta de "encuentro" gastronómico.
Cierto es, mi morgánico artúrico amigo, tenemos un común yantar pendiente y una antología del sietevocismo por hacer. Supongo que como incitador del engendro, me tocará agitar las aguas via correo-e. En cuanto pasen estas semanas siempre removidas de final de curso, os prometo que me pongo a ello. Por ahora adelanto que me gustaría proponer paellita marinera al calor de un domingo veraniego (entre julio y septiembre), y preparar una antología para los dos años del blog. En lo primero, espero que podamos poner de acuerdo. En lo segundo, hay en este grupito quien sabe más de editoriales y publicaciones que un servidor y seguró que nos echará un cable.
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