Por José G. Obrero
El fotógrafo cortó la naranja, exprimió a fondo las dos mitades y se bebió el breve zumo, apenas unas gotas. Colocó las cáscaras en una zona luminosa de la cocina y las fotografió. Aun no sabía muy bien por qué. Sí, pensó, hay algo bello en dos cascos de naranja exprimida, sobre todo con esta luz matinal de tonos amarillos que anticipa la tormenta. Pero no era eso solamente, algo se lo decía: un pálpito, una intuición que le hablaba de un sentido más profundo, más allá de la gradación de colores cálidos. Ya lo encontraría más adelante, el sentido. Lo principal ya estaba hecho. Una serie de diez fotos de las cuales había dos perfectas que no necesitaban ningún tipo de retoques. Perfectas. Tras esto, se puso la chaqueta y se fue a la agencia donde tenía reunión con el director de la publicación en la que trabajaba. A Luisa la dejó durmiendo en la cama, desparramada como si fuese mercurio. No quiso despertarla por algo tan insignificante y mecánico como un beso. Después de la tensión de la noche anterior no es que le apeteciese demasiado, ni demasiado poco era, decididamente, algo sin importancia. Llego tarde, pensó, y se fue. Al final de la jornada, cuando regresó a casa, la sintió vacía. Su voz devolvió un eco cuando llamó a Luisa, como por efecto de una hoquedad instalada en las habitaciones. La siguió llamando hasta que al llegar al dormitorio, se encontró la cama revuelta, los cajones vacíos, el armario abierto: huellas de una huida. La llamó al móvil. El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento. Inténtelo de nuevo más tarde, gracias. Más tarde es muy tarde, cuando alguien ha hecho las maletas y se ha ido. Cuando el tiempo, materia subjetiva, se vuelve sucio y elástico como unas medias rotas. Más tarde es demasiado tarde. El fotógrafo sintió vértigo y frío y nauseas, y el ruido feroz que cada una de estas sensaciones desataba, ¿o era la lluvia descargada de golpe? Se sentó en el sillón del escritorio. Era la lluvia, sí, pero también el vértigo y la nausea. Aún sin recuperarse pensó que Luisa habría dejado algo escrito, una nota de despedida, una explicación, algo. Removió aún más el desorden, los cajones, las sábanas deshilvanadas, pero no. Se fue a la cocina, tenía la garganta seca y llenó un vaso con agua. Mientras lo bebía contempló los dos cascos de naranja exprimida que había dejado por la mañana. Se dispuso a tirarlos a la basura cuando detrás aparecieron estas palabras de Luisa escritas con urgencia sobre una factura de la luz: llámalo desamor.
7 comentarios:
Desamor, venganza y moloko, en vez de naranja. Ya lo decían Los Nikis, la naranja no es mecánica.
Amigo SalvaJuan, tienes más razón que un santo.
A lo mejor no viene a cuento, a lo mejor es que me faltan vitaminas o comentarista viagra je,je.Pero no me resisto a compartir ,lo que me ha sugerido el relato, que has sabido exprimir sacándole un delicioso jugo…aunque con su puntito amargo.
Citando a John Lennon(jugo de limón, desinfectante): “Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida solo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron, que ya nacemos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en las espaldas, la responsabilidad de completar lo que nos falta”.
Otra sugerencia, recomendar dos visitas(localizadas a la izquierda) como ampliación de la foto y el relato: el píxel en el ojo y poesía para respirar, a la que le queda una porosa cáscara nuevecita.
Un abrazo.Paula
Joder, Paula (...) Entre paréntesis la emoción que se me ha subido a la garganta y no me deja expresarme. Me encanta: desde la cita de John Lennon a la manera que tienes de exprimir el lenguaje ;-) y sobre todo, la sensibilidad que trasmites. Como dicen en Sevilla: olé tú.
Un abrazo.
"desparramada como el mercurio" relato de sensaciones térmicas, de un termómetro roto.
con un par de naranjas, sí señor!
el de tiermes
Realment, José, és un autèntic plaer llegir-te. És increïble la teva capacitat de fer fluir les paraules. Gràcies!
Me tiraste un limón y tan amargo... que diría Miguel Hernández. Entre poetas anda el juego y tienes mucho de poeta,José. Una delicia leerte.
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