jueves, 12 de junio de 2008

Brindis


Por Raquel Casas


En Alepo, cuando empieza a anochecer, sopla el viento cálido del sur. A Amarilis le gusta sentirlo en la cara, en el pelo y que le llene la cabeza de mariposas. Entonces se sienta en el suelo de su alta terraza y construye aviones de papel sin parar mientras bebe una copa de vino siempre llena. Y brinda. Brinda en voz alta por los árboles negros (viene de los álamos una y otra vez), por las ciudades perdidas, por el pastorcillo que no llega porque algo tiene en el monte que lo entretiene, por las coronas, por los ojos llenos de fiesta, por los puentes, por las olas, por los versos y por aquellas palabras de amor que nunca me dijiste.
Cuando termina, señala la luna con el hombro sin tatuaje, sin beso, sin veneno, y lanza uno a uno todos los aviones junto a un solo deseo: que las campanas me doblen y te conduzcan a mi copa (a mi boca).
Y cada noche, antes de acostarse, observa el suelo brillante de aviones y se lamenta de otro gesto inútil. Hace tiempo que sabe que es ridículo desear animales venenosos pues todo el mundo sabe que tienen el corazón de látex.


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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Huele a pausa ,la melena roja pide descansar, de la permanente de crines, del polvo del camino,de su trabajo de azafata je,je….vacaciones ¿?.Es difícil mantener un relato de esta índole, sorprender e incluso sorprenderte, toda mi admiración Raquel, por saber jugar, también con el lenguaje. Brindo por ello y por el convencimiento,de que los aviones despejan...yo he tenido el placer de recibirlos.
Un abrazo.Paula

Anónimo dijo...

Se me olvidó: y despegan(importante matiz).
Paula

Anónimo dijo...

Burlanga: sublim !!!! Y la fotillo mmm muy bien no? jejeje


bxtos

Raquel Casas dijo...

Síííí, huelo las vacaciones y en una semana las toco!

Burlanga, sí, Lulú m'ha deixat treure-li una foto...