Por Raquel Casas
La mezquita es un buen lugar donde esconderse, piensa Amarilis. Pero enseguida se le acerca un joven con una larga sonrisa y una sortija. Le dice que es la sortija de la suerte y que si consigue armarla todo lo que espera acabará por ocurrir.
Amarilis lo intentó durante dos horas sin ningún resultado, era imposible. Salió de la mezquita con la cabeza cubierta y llena de aros dorados girando una y otra vez en posiciones increíbles. Se dirigía al zoco donde había quedado con Adnán para enseñarle el tatuaje, cada día más de látex, y de paso la sortija, pensó. Cuando ya se acercaba, un ciego la detuvo y le dijo que mirara en el interior de uno de los aros; allí esperaba la solución. Siguió caminando y examinando la sortija con más atención hasta que halló una inscripción grabada; pasó el índice suavemente sobre ella, la leyó y sonrió: x = 2y + 3
Amarilis lo intentó durante dos horas sin ningún resultado, era imposible. Salió de la mezquita con la cabeza cubierta y llena de aros dorados girando una y otra vez en posiciones increíbles. Se dirigía al zoco donde había quedado con Adnán para enseñarle el tatuaje, cada día más de látex, y de paso la sortija, pensó. Cuando ya se acercaba, un ciego la detuvo y le dijo que mirara en el interior de uno de los aros; allí esperaba la solución. Siguió caminando y examinando la sortija con más atención hasta que halló una inscripción grabada; pasó el índice suavemente sobre ella, la leyó y sonrió: x = 2y + 3
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3 comentarios:
Me has dejado integrado con la fórmula matemática. ¿Debo despejar las incógnitas? ¿Me falta una variable? ¿Continúa el relato? Intrigado me tienes.
Un salduo.
Sí, habría que despejar las incógnitas, pero yo no sé hacerlo, no me acuerdo de la fórmula, oh!
El relato siempre continúa...
La suma siempre es positiva. No hay que despejar la incógnita, sólo hay que seguir sumando tres al doble de lo que ya teníamos.
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