domingo, 6 de julio de 2008

Y FUE UN HÉROE

Por Rufino Pérez



El sargento Santos recibió los máximos honores. Todos fuimos condecorados, pero él recibió la mayor distinción porque era el oficial al mando de aquel pelotón de infantería que tan heroicamente había defendido su posición contra el ataque nocturno del enemigo.

Esa noche, el pelotón presentía algo. Estábamos angustiados. Con la sensación de que íbamos a morir. De que se nos había destacado en aquella posición para enviarnos a la muerte. Porque alguien tenía que sacrificarse para permitir que los demás pudieran ser alertados por nuestros gritos agónicos y así, prepararse para la defensa.

El sargento Santos, siempre tenía en la boca una aguda palabra, una broma, para demostrarnos que el miedo es el que nos hace hablar. Pero esa noche, después de beber y esperar, esperar y beber, el silencio se hizo heraldo de la muerte. El sargento cerca de mí, agazapados, intuyendo al resto sólo por la posición. De pronto, un disparo. El sargento, atento, inmutable, había disparado el primero. Y otro disparo, y otro, lenguas de fuego saliendo y entrando en la trinchera. Sin notarlo, el enemigo se había acercado y casi lo teníamos encima. El ojo felino del sargento los había descubierto. Qué gran hombre el sargento. Y estábamos disparando en posición ventajosa. Obuses por encima de nosotros, que venían desde nuestras líneas. La sorpresa había fallado.

El sargento inmutable. No disparaba, recostado sobre el terraplén de la trinchera miraba al cielo.

Me acerqué y comprobé que esa noche, el sargento tenía en la boca no una palabra, sino un gran agujero, prolongación de la boca del fusil que aún se mantenía entre las piernas. Colgando del gatillo, como la etiqueta de un arma sin usar aún, la última broma del sargento:

“Me voy al otro infierno porque el de la guerra no tiene sentido. Un abrazo a todos.”

Antes de que vinieran los demás, quité la etiqueta, eché al sargento al suelo y descargué unos cuantos tiros sobre la cara, para llenarla de más palabras y agujeros. Borré el destino del sargento.

Sólo yo sé el tipo de héroe que es. Si es que existen los héroes.

1 comentario:

Carla dijo...

Segons el meu parer, no existeixen herois, sinó que existeixen persones heroiques. I aquestes despleguen la seva valentia tant en una situació de guerra com en qualsevol situació quotidiana. Bonic relat èpic (no pas bèlic).
Una abraçada!