Por Raquel Casas
El niño que barría la calle también quería fotografías. No sabía leer, no tenía bicicleta. Se miraba en la pantalla y sonreía. Los niños de Palmira no lloran y llevan las sandalias llenas de arena seca.
Los niños no conocen el mar por eso dicen que es gris y destructivo, como los laberintos. Los niños no saben interpretar el poso del café ni los tatuajes de animales, pero leen las palmas de las manos de algunos turistas.
El pequeño barrendero me cogió la mano izquierda tras la última fotografía y vio asombrado cómo la línea de la vida se me encogía. No pude disimular, sólo deseaba que parara y se alargase como un cable tendido infinito.
Antes de despedirme el niño quiso animarme; me dedicó otra sonrisa, me tiró del brazo y al agacharme me susurró al oído: x=-1
Los niños no conocen el mar por eso dicen que es gris y destructivo, como los laberintos. Los niños no saben interpretar el poso del café ni los tatuajes de animales, pero leen las palmas de las manos de algunos turistas.
El pequeño barrendero me cogió la mano izquierda tras la última fotografía y vio asombrado cómo la línea de la vida se me encogía. No pude disimular, sólo deseaba que parara y se alargase como un cable tendido infinito.
Antes de despedirme el niño quiso animarme; me dedicó otra sonrisa, me tiró del brazo y al agacharme me susurró al oído: x=-1
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3 comentarios:
Ay Raquel... de verdad que te leo pero ... me gustaría tanto entenderte! X=-1?????
Un abrazo
Ja,jaaa!!
Es la solución de una ecuación que planteé unos días/relato atrás.
Lo mío no es el álgebra, pero no tiene ningún otro misterio...
:)
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