Por Ruben García Cebollero
El dolor de Barajas es el dolor de la duda: ¿negligencia o fatalidad? En Pekín la duda no existe. Todo debe ser perfecto. Y cuando no lo es mejor inventarse otra realidad, manipularla. Que una niña es bonita pero no canta, pues se aprovecha la voz de la que canta pero no tiene la misma imagen.
Lo malo del dolor es que no se puede manipular. Es la bomba de relojería que tarde o temprano lo cambia todo. Decía un personaje de Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, que alguien quiera matarme no por lo que he hecho sino por lo que pienso... y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos. Yo no quiero que nuestros hijos tengan que matar o morir por lo que piensan.
Y el verano pasa y a mí la verdad no me interesan los Juegos pero sí China. El mundo que cierra los ojos para que todo sea perfecto. La mentira que se repite hasta intentar convencernos que es verdad. Y en este país también hay chinos, y cuentos chinos, y mientras llegan o no las Jornadas Literarias de noviembre lo que me queda es, sin duda, la novela histórica que estoy escribiendo. A veces el pasado cuenta mucho más del presente imperfecto que cualquier perfecta imagen.
¿Y tú qué crees?
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