Por Carlos Rull
- Debo volver – dijo él.
- Trabajas demasiado – respondió ella.
Estaban desayunando en la mesa de teca del porche. El frío suave de la mañana acariciaba refrescante sus cuerpos casi desnudos. El canto de algún ave madrugadora, un gallo lejano, el tractor del vecino, las ramas de los árboles frotándose, la música de la radio formaban la banda sonora de una deliciosa mañana de estío.
Él mondaba delicadamente una naranja.
- Es cierto, debería escaparme más a menudo, venir a verte.
- No, así está bien. No volvamos a convertirlo en costumbre – afirmó ella mientras cortaba en mitades los gajos de su manzana.
En la radio comenzó un noticiario. Cadáveres mutilados en México, peleas callejeras en Bolivia, atentados en Irak, preguerra en Tailandia, en Georgia, y un juicio a un criminal de guerra serbio.
- Caín no se cansa nunca, ¿verdad?
- Siempre fue algo hiperactivo... y le encanta su trabajo – respondió él – al contrario que a mí.
- ¿Sigues tan agobiado?
- Si pudiera irme, lo haría, pero ya sabes que – su voz se convirtió en un susurro – volvería a encontrarme aquí casi sin darme cuenta. Seré el último en irme porque fui el primero en llegar.
- Tántalo cristiano – le llamó ella sonriendo con cariño mientras se llevaba a la boca un gajo de manzana aderezado con miel.
- No te rías. Hoy tengo una reunión con los de parques y jardines y luego tengo que revisar las cuentas del restaurante.
- Nunca debiste fundar el “Paraíso”. Un restaurante da mucho trabajo y con tu cargo en Parques y Jardines tenías de sobra.
- Eso crees tú, que vives en medio de la selva – rieron los dos - y no tienes casi gastos, con lo que te sobra del huerto llegas a todo, pero en la ciudad...
- Ah, me has hecho recordar que quería prepararte un cesto de manzanas para que te lleves, están buenísimas.
- Gracias, Eva.
- De nada, Adán – y se levantó para darle un beso cariñoso antes de perderse entre los manzanos con un gran cesto de mimbre en la mano.
En el centro del huerto, un manzano especialmente imponente parecía llevar allí toda la eternidad.
- Trabajas demasiado – respondió ella.
Estaban desayunando en la mesa de teca del porche. El frío suave de la mañana acariciaba refrescante sus cuerpos casi desnudos. El canto de algún ave madrugadora, un gallo lejano, el tractor del vecino, las ramas de los árboles frotándose, la música de la radio formaban la banda sonora de una deliciosa mañana de estío.
Él mondaba delicadamente una naranja.
- Es cierto, debería escaparme más a menudo, venir a verte.
- No, así está bien. No volvamos a convertirlo en costumbre – afirmó ella mientras cortaba en mitades los gajos de su manzana.
En la radio comenzó un noticiario. Cadáveres mutilados en México, peleas callejeras en Bolivia, atentados en Irak, preguerra en Tailandia, en Georgia, y un juicio a un criminal de guerra serbio.
- Caín no se cansa nunca, ¿verdad?
- Siempre fue algo hiperactivo... y le encanta su trabajo – respondió él – al contrario que a mí.
- ¿Sigues tan agobiado?
- Si pudiera irme, lo haría, pero ya sabes que – su voz se convirtió en un susurro – volvería a encontrarme aquí casi sin darme cuenta. Seré el último en irme porque fui el primero en llegar.
- Tántalo cristiano – le llamó ella sonriendo con cariño mientras se llevaba a la boca un gajo de manzana aderezado con miel.
- No te rías. Hoy tengo una reunión con los de parques y jardines y luego tengo que revisar las cuentas del restaurante.
- Nunca debiste fundar el “Paraíso”. Un restaurante da mucho trabajo y con tu cargo en Parques y Jardines tenías de sobra.
- Eso crees tú, que vives en medio de la selva – rieron los dos - y no tienes casi gastos, con lo que te sobra del huerto llegas a todo, pero en la ciudad...
- Ah, me has hecho recordar que quería prepararte un cesto de manzanas para que te lleves, están buenísimas.
- Gracias, Eva.
- De nada, Adán – y se levantó para darle un beso cariñoso antes de perderse entre los manzanos con un gran cesto de mimbre en la mano.
En el centro del huerto, un manzano especialmente imponente parecía llevar allí toda la eternidad.
3 comentarios:
Si se entera Dios te denuncia a Ratzingersgae por derechos de autor.
que lo sepas.
Que bien te sienta volver al pecado original, querido maestro cervecero. Lilith ,concejala de bienestar(el plagiado autor, bien lo sabe)conseguirá llevárselo al/del huerto rápidamente, la muy bruja, lleva pegatina tribal de serpiente je,je.
Un placer leerte(ahora desde un nuevo insti),añorado compa. Paula
ei carles! jo sempre seré més a Lilith i a Cain, ja ho diu el meu nick! (soc la mon per cert..)
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