Nos dicen que ese reducido porcentaje de la humanidad que vive tan rebién a costa del otro porcentaje está en crisis. Los privilegiados de la pantalla LCD, el móvil GPS, el automóvil TDI, ABS, ESB y ASR, del ferrocarril AVE y los certificados ISO estamos en crisis. Es curioso que entre el mar de mentes lubricadas en el que nadan el CNI, la CIA, la CNMV, la CEPYME, la CEOE, el SIBE, la SIM, el FMI, y la MQLPAT (Madre Que Los Parió a Todos) nadie se haya dado cuenta - o haya querido avisar - antes de que: 1) esto tenía que pasar y 2) esto no es una crisis.
El Diccionario del Español Actual define crisis como 1) "situación difícil o delicada" y 2) "momento en que se produce un cambio importante". Bien, pues para situación difícil la de la inmensa mayoría de seres humanos con los que compartimos este planeta y a los que los países ricos hemos explotado inmisericordemente durante décadas hasta condenarlos a una crisis perpetua. Situación difícil es la de la inmensa mayoría de ciudadanos felices del “primer mundo” - ¡qué pedantería! - que alimentamos las carteras de los mismos poderosos que nos hunden en el barro mientras nos venden la miseria ajena para que adornemos nuestras casas hipotecadas. No, en ese sentido, esto no es una crisis. En segundo lugar, y respecto la ídem acepción de la palabreja, se forma uno la impresión de que aquí el único cambio que se va a producir es el imprescindible para que todo siga igual. Los de siempre ya están pagando con el dinero de todos el desaguisado organizado por los otros de siempre. En ese sentido, esto tampoco es una crisis.
No. Esto no es una crisis. Es, en todo caso,... un empacho. Volviendo al cementerio de palabras, la entrada de “empacho” nos emplaza a la de “indigestión” donde nos remite de nuevo – qué aventura el diccionario – a “hartura”, “saciedad”, para acaber definiéndolo como “enfermedad causada por una mala digestión” – sin comentarios -. “Hartura” y “saciedad”, a su vez, se definen como "total satisfacción del hambre". Y ahí está el quid, el meollo del asunto. Cuando una minoría se harta de todo lo necesario y empieza producir masivamente lo innecesario para mantener a la otra mayoría en la miseria, esa minoría está condenada al empacho, a la indigestión y - ojalá - a la mala conciencia. No. Esto no es una crisis. Es un empacho de ambición, una indigestión de avaricia, un hartazgo de mezquindad, un empalago de rapacidad y ruindad.
Dije antes que ninguna de las preclaras e iluminadas mentes que organiza el cotarro previó esta situación. Pero sí hubo quien mucho antes las vio venir y lo dejo escrito con versos que ellas – las preclaras mentes – nunca podrán entender. Mientras me voy a buscar una cerveza, os dejo con el gran y auténticamente preclaro
LO QUE ESPERAMOS
Tardará, tardará.
Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.
Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra de opresión,
de ceguera,
de mezquindad,
de bosta.
Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.
Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.
Oliverio Girondo, Persuasión de los días, 1942.
4 comentarios:
Bendito Oliverio...
Van a hacer falta muchas cervezas para tanta crisis;)
Un saludo
Ruben
Fantástica y literaria lección de “hartura ”propia de ti, capitán del Borges, bien ejemplificada ,con un canto en busca de la autenticidad, sin estrofas de almíbar y lleno de impagables metáforas(me han impactado, especialmente, los crustáceos de asfalto ,me los imaginaba incapaces de tirar palante, entre tanta mugre).Esperaremos, en buena compañía, que alguien nos persuada …en el fondo tenemos madera, también somos chinos y su paciencia es un tópico legendario je,je.
Gracias por ayudarme a salir de la crisis, nadando en la abundancia, quien tiene un amigo, tiene un tesoro je,je. TK. Paula
Gracias, compañeros de empacho. A las cervezas invito yo, Rubén, al menos a las diez primeras. Y brindaremos por los tesoros, Paula,...los de la amistad, claro. Un besazo.
si fuéramos más fieles al diccionario, si le llamáramos a las cosas por lo que son (fuego amigo? daños colaterales?) no habría que hacer trabajos de arqueología con las palabras para ver cómo nos intentan tomar el pelo. mientras tanto, gracias por la excavación etimológica y por los versos de Girondo.
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