Me gusta levantarme temprano. Incluso el fin de semana. El sábado me pongo a leer en la terraza. Es apenas una media hora de lectura pero parece todo un regalo que me hago los fines de semana. También salgo a correr y entonces cambio la lectura por la carrera.
Hay mucho que leer y mucho que correr. A veces leo deprisa como si también hiciera una carrera cuando leo y gano si en diez minutos que me quedan soy capaz de leer medio libro.
Otras veces pienso que no soy sólo yo el que corre, que el yo número dos está poniéndose ya las zapatillas cuando a mí me entran las ganas de salir a correr. Y cuando a mí, las ganas se quedan en eso, en ganas, pienso que el yo número dos se ha quedado con las zapatillas puestas, porque el yo número dos siempre viene conmigo aunque corra más que yo.
El impulso viene antes que la acción y la causa motiva la consecuencia. Pero, del mismo modo que hay consecuencias imprevisibles, causas perdidas que no tienen consecuencia alguna e impulsos que no justifican una acción, hay un yo número dos que se adelanta inútilmente a lo que yo voy a hacer de verdad,
Vamos, que el que manda soy yo, aunque no dejo de imaginar lo que pasaría si un buen día los yo número dos de cada uno de nosotros se hicieran con el poder. Esto de poderse pensar a si mismo es muy complicado. Está bien como ejercicio y sirve para recordarme que ya se ha agotado mi tiempo y el del yo número dos y que ahora toca ir a la cocina a preparar el desayuno, que ya está bien de tanto pronombre vacío. Si pudiéramos dar de comer a todos “ellos”, este mundo sería diferente… y comida haila, como las meigas. Yo tengo mi bruji personal y por eso creo en ellas y en el mundo.
Hay mucho que leer y mucho que correr. A veces leo deprisa como si también hiciera una carrera cuando leo y gano si en diez minutos que me quedan soy capaz de leer medio libro.
Otras veces pienso que no soy sólo yo el que corre, que el yo número dos está poniéndose ya las zapatillas cuando a mí me entran las ganas de salir a correr. Y cuando a mí, las ganas se quedan en eso, en ganas, pienso que el yo número dos se ha quedado con las zapatillas puestas, porque el yo número dos siempre viene conmigo aunque corra más que yo.
El impulso viene antes que la acción y la causa motiva la consecuencia. Pero, del mismo modo que hay consecuencias imprevisibles, causas perdidas que no tienen consecuencia alguna e impulsos que no justifican una acción, hay un yo número dos que se adelanta inútilmente a lo que yo voy a hacer de verdad,
Vamos, que el que manda soy yo, aunque no dejo de imaginar lo que pasaría si un buen día los yo número dos de cada uno de nosotros se hicieran con el poder. Esto de poderse pensar a si mismo es muy complicado. Está bien como ejercicio y sirve para recordarme que ya se ha agotado mi tiempo y el del yo número dos y que ahora toca ir a la cocina a preparar el desayuno, que ya está bien de tanto pronombre vacío. Si pudiéramos dar de comer a todos “ellos”, este mundo sería diferente… y comida haila, como las meigas. Yo tengo mi bruji personal y por eso creo en ellas y en el mundo.
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