domingo, 1 de febrero de 2009

TARDE


Por Rufino Pérez


Me levanté pronto, pero llegué tarde. A pesar de ello, esperé esa tarde lenta a que tú llegaras. Y también llegaste tarde y a un sitio equivocado. Me fui cuando la tarde desapareció de repente. Se me hacía tarde para llegar a ninguna parte, así que me marché huérfano de tiempo y en la soledad de mi habitación, hice posible el sueño sin sueños.
Me levanté de nuevo tarde, declinada ya la tarde. Pero no tenía prisa. Los dos habíamos llegado tarde y ahora pisábamos la tarde con tacones de distinto grosor.

Maldije la tarde de reloj parado y me maldigo a mí, porque ninguno de los dos supo entender que llegar tarde no quiere decir adiós y que una tarde sucede a otra tarde. Y una vez se llega tarde y otra temprano, y tal vez otra a punto.

A cambio, los dos, sólo nos quedamos con el recuerdo de una tarde en la que los dos llegamos tarde y ninguno perdonó al otro su equivocación.

Ahora no llevo reloj, las saetas ya no cruzan mi corazón cruzado. Me recogió una tarde alguien a quien nunca le importa que llegue tarde y que me espera cada tarde. Alguien cuyos brazos siempre me hacen llegar tarde.

3 comentarios:

Carla dijo...

Faré tard llegint el teu text, hehe!
Un relat preciós, Rufino. si una relació es talla per un malentès potser no és prou forta i no ha de sobreviure... millor aquella on els membres primer pregunten i després perdonen.
Un petó!!

Beatriz dijo...

Bona reflexió, Rufino. Sempre queda el perdó propi i l'esperança d'uns braços alternatius (bé, sempre que el cor sagetejat es regeneri, je!).
Abraçada, avi.
:)

Anónimo dijo...

Mmmmm esto me recuerda a una amiga que cuando quedaba conmigo siempre llegaba tarde.... pero no llegaba tarde al trabajo jamás.
(todavia somos muy amigas).