martes, 17 de marzo de 2009

La constelación del fracaso


Pulgarcito tiene muchas maneras de decir las cosas. No siempre marca el camino para saber volver a casa, a veces deja migas de pan sin relación aparente y eres tú el que descubres, como por arte de magia, una constelación nueva en el firmamento, una isla de San Borondón.


Hace unos meses aparqué el coche en la calle Petrarca. Iba a pasarse una temporada sin que lo moviera, así que busqué alguna referencia para acordarme del lugar. Cerré la puerta, alcé los ojos y leí el rótulo que anunciaba el nombre del bar más cercano: El Fracaso, imposible de olvidar, me dije, como salido de una canción de Sabina.


La segunda miga de pan, o la segunda estrella de la constelación, la encontré en la cabecera del Mundo. Era un sábado de Navidades, El País se había agotado en el quiosco de la Vía Laietana y yo quería leer el Babelia, así que me fui muy digno en busca de otro puesto. Iluso de mí, me topé con tres o cuatro quioscos entre el mercado de Santa Caterina y el del Borne, pero todos estaban cerrados. Acabé volviendo con las orejas gachas hasta el de la Via Laietana donde el quiosquero me recibió con una sonrisa. A esas alturas no quedaba ni la Vanguardia, así que me tuve que conformar con el Mundo. Y allí estaba, por encima del titular tendencioso de turno, una cita de E. Hubard: “Un fracasado es un hombre que ha cometido un error y no es capaz de convertirlo en experiencia”


A Pablo García Casado lo había conocido en Córdoba, entre las tapas y la poesía que acompañaron la presentación del número 2 de la revista Perfil del aire. Aunque conocer es un verbo muy amplio y difuso. Pablo estaba sentado tras una mesa y hablaba de la revista, yo tomaba una cerveza y escuchaba entre el resto de la gente. Apenas unos meses antes mi amigo José me había pasado “El Mapa de América”, y me chocó que la amarga exactitud de su pluma se hiciera carne en un individuo tan sencillo que parecía estar más preocupado por los pañales de su hijo que por el perfume de las musas. Más tarde, en Barcelona, asistí a un recital suyo, y al acabar la poesía le estreché la mano sintiéndola tan humana cómo la recordaba. Una semana más tarde entré a Documenta. Buscaba un libro para regalarle a Rubens por su cumpleaños. Hacía poco me había hablado de su último descubrimiento, nada menos que Kapucinsky, así que no dudé en comprarle los Viajes con Herodoto. Pero claro, entrar a una librería y salir ileso es tarea imposible, así que me entretuve entre las estanterías y encontré Dinero, el último libro de Pablo García Casado cuyo poema BAR podría grafitearse sobre las paredes del Fracaso.


BAR
Llegan con los hombros curtidos. Empiezan temprano,l
a mano fuerte que aprieta, la palmada en la espalda.
Como estás campeón, ponme una copa. Todos tienen una
historia que contar, todos tocaron la gloria con la pun-
ta de los dedos. Pero luego los hijos, la mala suerte y
esa gente que no tiene palabra. Aquí se detienen a tomar
fuerzas para subir a casa. Los más jóvenes aún confían
en las oportunidades, el resto sobre
lleva como puede losminutos de la basura.

Pablo García Casado. Dinero. Barcelona: DVD ediciones, 2007

En otra ocasión el librero de Documenta bromeó conmigo sobre el error que a su juicio se comete cuando se visitan los lugares que hemos conocido con los ojos de la imaginación. Hay colores para todos los gustos. Visitar los lugares sobre los que hemos oído hablar o sobre los que hemos leído tiene sus riesgos. La poesía de lo evocado no siempre se despierta en el lugar y en el momento deseados, pero es un placer como tantos otros que incluso desapareciendo en el instante de alcanzarlo, nos llama con una fuerza a la que no sabemos negarnos. No ir, quedarnos en casa después de acabar un libro sin abrir las puertas, sería como no amar por miedo a que nos duela.

Por mi parte cualquier día me paso por el Fracaso y brindo por los errores que he convertido en experiencia.

5 comentarios:

R.P.M. dijo...

Venga, a ver cuándo nos hacemos unas cervecitas en ese bar a cuenta de la experiencia que ha dejado de ser fracaso. Y muy a punto el poema de Casado. Vamos, que el cuadro te ha quedado perfecto. Un saludo.

Laura dijo...

Magnífico, José. Me apunto a brindar por el fracaso, pues más miedo da el éxito.

Beatriz dijo...

Realmente, parece sacado de una canción de Sabina, Calle Melancolía, Hotel dulce Hotel...

Pero sí, no hay que dejar que el fracaso nos coma el corazón. Para eso siempre nos queda el mañána, ja, ja!

Oye, Óscar, veo que compartimos escenario urbano. Yo trabajo en plena Via Laietana, a 5 minuts del quiosco de marras. Alomejor nos hemos cruzado y todo algún día!

Carso dijo...

bueno, pues decidido, la próxima reunión sietevocera en el bar del fracaso. propongo traer cada uno la novela o el poemario que todos guardamos en el cajón, junto a las cartas de agradecimiento de los editores que, debido al mercado, siempre al mercado, no nos han publicado.
seguro que nos hemos cruzado, ester, formando parte de alguna constelación que todavía no tiene nombre. aunque ahora es un poco más difícil, porque desde hace medio año vivo en Francia.
un saludo a todos,
oscar

Beatriz dijo...

Olé, olé! Cheers por el fracaso! Vive la France! Et l'Espagne! Et l'Empordà!
Salut!