martes, 14 de julio de 2009

Trampas

Por Carlos Rull

Cada noche, cuando casi todo el mundo duerme, bajo al sotano de mi edificio con mi caja de trampas anticucarachas. Son esas cajitas negras que atraen a esos animales para que entren, se embadurnen de veneno y se vayan tranquilamente a sus nidos para llevar la muerte a sus crías. Dicen que son infalibles. Doy una vuelta por el enorme aparcamiento, observando con detenimiento las esquinas, buscando con todo detalle en las puertas de los trasteros, en los huecos de las instalaciones y las tuberías. Busco con afán bajo las papeleras y cerca de la puerta, en cualquier rincón en el que puedan estar escondidas. La linterna me ayuda mucho. Cuando por fin las tengo todas localizadas, me aseguro de que no haya ningún vecino, me cercioro de mi total soledad, y rápidamente las recojo todas y las guardo en mi caja. Ya tengo más de cien. Los vecinos empiezan a murmurar, pero a mí esas trampas me parecen de un crueldad intolerable. Los correteos juguetones que oigo cada noche bajo mi cama se me antojan halagadoras muestras de su agradecimiento.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Perdón por el retraso en la publicación, imperdonable desliz veraniego.

Beatriz dijo...

Joer, joer,
el mundo al revés.

Abraçada, i cuida't l'encostipat!

;)

Mercè Mestre dijo...

Kafka i Cortázar n'estarien orgullosíssims. Per fi algú que entén el món!

Cuca A. Estones