miércoles, 12 de agosto de 2009

¿Por qué se casan los hombres? (El mundo perdido: I parte)


Hace unos días estuve de visita en casa de mi tía Teresa y me reencontré con mis añoradas lecturas de infancia. Cerca de un centenar de ejemplares de la revista Selecciones del Reader´s Digest, supervivientes de la subscripción a la que fue fiel mi abuelo entre 1956 y 1980.
El hecho es que al comentarselo a mi psicólogo este creyó haber encontrado el origen de mis problemas ¡en general!
Iré volcando algunos artículos para ver si consigo soltar un poco de lastre. Mi dispiace.
¿Por qué se casan los hombres? Por James Lincoln Collier (diciembre 1966)
"Se ha dicho siempre que, en el matrimonio, es el hombre el que renuncia a más cosas. Y creo que es verdad. Cuando una mujer se casa, el hogar, los hijos y el marido se convierten en lo más importante de su vida. Sin embargo, para el hombre, su carrera, su trabajo, su intelingencia, están antes que nada.
Una vez casada, la mujer comienza a vivir de verdad. Ha logrado, por fin, aquello que anhelaba desde que comprendió la diferencia entre un hombre y una mujer. Ese mismo momento llega a la existencia del hombre, pero no cuando contrae matrimonio, sino al dar esa primera clase, al tomar esa primera decisión en los negocios.
Por eso, lo que nos irrita, lo que en ocasiones nos vuelve hombres resentidos y nos hace añorar nuestros buenos ratos de soltero, es la manera en que el matrimonio incide en nuestra manera de ser. Nos crea una serie de obligaciones que a veces son un engorro. Nos puede obligar, por ejemplo, a modificar el horario de trabajo de una semana entera a fin de que podamos llevar a nuestra esposa a comer fuera y después al teatro, sin otra razón que la de que ella se divierta. A menudo nos vemos obligados a terminar con prisas cualquier reunión de negocios, rechazando el agradable aperitivo que pudiera haber al final, simplemente porque habíamos prometido estar en casa a la hora de cenar.
(...) Sin embargo, la sorprendente verdades que, a lo largo de la historia, la mayor parte de los hombres no sólo se han casado, sino que han permanecido casados.
Es obvio que los hombres deben obtener del matrimonio alguna cosa que les compense suficientemente de las restricciones que éste le impone. En realidad, ese algo debe de ser mucho. Y en verdad que lo obtienen.
Para hablar sin rodeos, lo que ante todo obtienen es la regulación de su vida sexual. El noventa por ciento de lo que se dice sobe la promiscuidad masculina es falso. La constante búsqueda de compañera impone al hombre soltero una tarea aburrida y pesada.Las jóvenes bien parecidas y complacientes abundan más en las novelas que en la vidad real. El célibe puede pasarse horas y horas, horas tristes a menudo, llamando a teléfonos sacados de su pequeña agenda negra para acordar citas de apariencia seductora que no llevan a ninguna parte. o bien, en el mejor de los casos, a insignificantes amoríos que terminan en lágrimas y amargura."

8 comentarios:

José García Obrero dijo...

Te has lanzado con un texto largo. Aunque tu opinión se infiere me hubiese gustado verla escrita de manera más explícita, algo así como: "seguimos siendo romanos rodeados de nuevas tecnologías" o bien: "¡cómo se atreven a proponer que cambiemos la agenda una semana entera!". La verdad es que todo era más fácil cuando existía el Reader's Digests que entonces sería la leche en comparación con las doctrinas de Pilar Primo de Rivera. Hoy en día la cosa está tan mal que la última parte podría haberse escrito en femenino (la mujer soltera tira de la agenda y termina con tristes amoríos). Yo me quedo con la actitud de la aspiradora.

Un abrazo!!

Beatriz dijo...

Sí, post laaaargo pero con cita incluida, o sea que no cuenta como laaaaargo, Rubens.

Oh, la la, yo también recuerdo Selecciones, mis padres se subscribieron hasta el 80-82 por ahí. En casa entraba eso y la revista Familia Cristiana, o sea que estaba claro que yo acabaría con empanada como la tuya, Rubens, y que también sería menester alguna que otra visitilla al psicólogo. Se decía que Reagan, por entonces en el poder, era lo único que leía. No me extraña que las cosas fueran como fueron, en América y en el mundo! Y que el cerebro se le acabara licuando!

Lo que me ha calado sobre todo es esto: "Una vez casada, la mujer comienza a vivir de verdad. Ha logrado, por fin, aquello que anhelaba desde que comprendió la diferencia entre un hombre y una mujer."

A saber, follar como una coneja a todas horas, se suponge, no? Porque al descubrir que los hombres tienen pene y no vagina (ergo la diferencia), la mujer siente el terrible estigma de la 'castración', y quiere ser como el hombre, sabiendo que nunca lo puede conseguir. Y de ahí el complejo de Electra, el enamoramiento del padre, los conflictos con la madre, en definitiva, la búsqueda de un miembro para sentirse 'completa', que la folle a todas horas y le dé satisfacción a su vacío existencial. Porque es a eso a lo que se refiere el artículo sin ninguna duda. O voy errada?

Yo descubrí 'la diferencia' en una piscina, que no sé cómo porque en aquellos años el que los niños fueran desnudos era sacrílego, y más en piscina de ciudad provinciana. Debían correr los primeros setenta, y fue una revelación, porque en mi casa éramos todo mujeres -salvo mi padre, claro. Lo que no recuerdo es si mi deseo del pene data de entonces, de antes o de después. Lástima, jaja!

Puag, puag. Ni siquiera se merece eso. José, creo que los romanos eran libertinos comparados con la generación Mcarthista que produjo excrecencias como el Selecciones.

José, qué pillín! Tú a levantar faldas, no?, y a buscar indiscreciones.

Bueno, lo que yo digo. Cualquiera tiempo pasado fue peor.

Abrazos;)

José García Obrero dijo...

Bueno Ester, no sé si es mejor vuestra relación con esta revista o la mía en un barrio de la periferia donde con tres años ya había escuchado la palabra "follar" docenas de veces y recuerdo perfectamente que yo creia que esto era "besarse". Los grupitos de mayores se dedicaban a darnos lecciones a cual más equivocada, fantasiosa y fanfarrona sobre sus andanzas, con lo cual el sexo también quedaba desvirtuado y se crecía con ese error. La revista Lib, y fotopornos (esto, desgraciadamente se ha perdido)que le robábamos a la del quiosco, venía a confirmarnos que el sexo era exclusivamente como nos decían los mayores y claro, no te imaginabas haciendo lo propio con las niñas de la calle, angelitos tiernos de ojillos crujientes. En definitiva: mierda para los años ochenta, por una cosa o por otra,a no ser que estuvieses en Madrid vivendo desde dentro la movida y vigilando de no engancharte demasiado al caballo.

Un abrazo.

Beatriz dijo...

Bueno, bueno, José, los ochenta, sí, en Madrid, ya, quién los pillara, no? Pero y los setenta, qué? Porque mi infancia transcurrió en los setenta. Bueno, por aquí hay quien pueda hablar incluso de los sesenta, no quiero ni imaginármelo! No tengo ningún recuerdo -creo; al menos no datado-de los sesenta, todos son posteriores. Bueno, tal vez alguna trastada doméstica con mis hermanas pequeñas sí sea de los sesenta, pero es irrelevante. Ahora, de los setenta, a porrillo los tengo. Y también recuerdo alguna fantasía muy muy infantil -3 o 4 años-, un poquito sado para la edad, totalmente inocente vista con ojos adultos, pero que debió resultar insoportable para mi pobre y rematadamente pervertida conciencia. No sé, en serio, los extremos decían los clásicos que siempre son malos, que hay que buscar la moderación (!!) y la virtud (??). jaja! Yo todavía busco, sin mucho éxito, me temo.

Ahora soy yo quien tiene hijos y constato que querer hacer las cosas de manera radicalmente diferente, incluso opuesta, a como uno las vivió personalmente tampoco garantiza nada, no garantiza un resultado diferente, ni satisfactorio. A pesar de todo lo que mis hijos ven y oyen en casa, que es muuuucho, el mayor, pobrecito, es un puritano, y cuando ve una escena subidita en el medio en que sea se tapa los ojos y se ríe con esa risita delatora típica del avergonzamiento. Aunque si se parece a quien yo me sé, en realidad no es porque sea un puritano, sino porque se siente culpable de la temperatura de las ideas que le cruzan por la cabeza. La cuestión es: de dónde sale la culpa? Tal vez todos vivimos en una falacia absoluta que no nos permite darnos cuenta de las verdaderas consecuencias de nuestra actuación, y estamos perversamente convencidos de una idea distorsionada de nosotros mismos. O tal vez haya que darle la razón a Freud, incluso a la biblia, en que nacemos con el estigma de la culpa que conlleva el mero hecho de existir, y que acaba emergiendo tarde o temprano. Pero, quién no conoce a alguien a quien la culpa le es totalmente ajena? La protagonista de mi post del otro día, por ejemplo, es un buen especimen. Y doy fe de que existió. Aunque claro, todo ello no es más que eso, una interpretación personal que muy probablemente estuviera equivocada.

En fin, estoy chocheando. Al fin y al cabo, el mundo gira alrededor de las malinterpretaciones. Lástima que la mayoría de las veces no nos demos cuenta de que son eso, malinterpretaciones, y les demos un valor ontológico que no tienen. Hace poco vi Una relación pornógráfica, de Sergi López, y bueno, el final es muy esclarecedor: la relación no va a más porque cada miembro de la pareja malinterpreta los gestos corporales del otro y no se molesta en utilizar las palabras para aclarar el malentendido, porque cada uno está convencido de acertar en la interpretación que hace de lo que el otro quiere.

Bueno, y ahora ya sé, José, que me vas a salir con no sé qué no sé cuál no sé cómo. Venga, va. Espero tu contraréplica.

Abrazo:-)

José García Obrero dijo...

Ester, por una vez y sin que sirva de precedente contesto para darte la razón porque, si te fijas bien en tu último comentario aparece la palabra "culpa" varias veces. Y sí, tanto en el caso de Reader's Digest o de los chavales de mi barrio, la raíz es la misma: la culpa, que hace entender el sexo y las relaciones de manera deformada. Al fin y al cabo, son dos caras de la misma represión, secular diría yo, de la mentalidad católico-casposa. Dicen que dicen, que en los paises Escandinavos tendrán otros problemas pero que (qué curioso no tienen tradición católica, ¿casualidad?) follan como respiran, con naturalidad y en abundancia. Así que lectores de este blog animaros a sacar vuelos baratos para Estocolmo, Helsinki u Oslo y luego, a la vuelta, contadlo como si tal cosa, no le deis un enfoque cutre y morboso en la barra del bar, al menos sacaros el palillo de dientes de la boca.

Un abrazo.

Beatriz dijo...

Ok, ok, que no sirva de precedente, José!!!

Claro, la culpa, puntal cristalizador de la moral judeo-cristiana. y si añades la Inquisición, el (nacional)-catolicismo, el franquismo, el atrasismo typical Spanish del s. XIX... pues sale el cóctel que sale, del cual nosotros, pobrecitos, somos conejitos de indias. Esta puta manía de reproducirse, que alacanzó en estas latitudes su punto álgido por la época en que tuvimos la ventura de nacer algunos de los que andamos por aquí...

Yo en Escandinavia no he estado, aunque sí estoy al tanto de los tópicos que circulan. Sí conozco Inglaterra, y desde luego la concepción del sexo y la intimidad es muuuuy diferente. Aunque del estigma de la culpa, tú que sabes de antropología, no sé si se libra ninguna cultura, aunque ande disfrazado bajo otros nombres. Los ritos de iniciación y de purificación son bastante universales. De qué te vas a purificar sino del 'pecado' y de la 'culpa', que al fina y al cabo son lo mismo bajo diferentes prismas?

Y, y, ya sé que no te gusta Freud, a mí me resulta curioso aunque también infantiloide, casi esquizoide, está el tabú universal del incesto, contrastado urbi et orbi, que parece ser que se origina en una muuuuuy arcana intuición de la culpa del deseo carnal por alguien muy muy consanguíneo (dicen, yo sólo reproduzco).

Bueno, p'abreviar, que aquí le hemos dado de lo lindo a la expiación y a la flagelación, pero no estamos solos en esta excelsa práctica de inmolación. Por hache o por be -se escribe así?-, siempre hay una buena razón para amargarse la existencia. Y quien no lo haga... es un libertino. O incluso peor.

Abrazo:-)

PS. Si alguien va a Escandinavia a follar, que haga de naturalista y luego nos lo cuente, intimidades a parte. No el acto en sí, se entiende, muchas variaciones no habrá me temo, sino lo que envuelve al tema erótico-sexual-carnal. Y sí, que se saque el palillo de la boca para explicárnoslo, jaja!

Beatriz dijo...

Por cierto, acabo de ver una entrevista a un escritor chileno en El País que ha escrito una reciente novela sobre el tema de la culpa. Si a alguien le interesa, voilà la URL:

http://www.elpais.com/articulo/cultura/crisis/actual/falta/sentimiento/culpa/elpepucul/20090812elpepucul_8/Tes

Beatriz dijo...

Vuelvo a enganchar el enlace a ver si no se corta:

http://www.elpais.com/articulo/cultura/
crisis/actual/falta/sentimiento/culpa/elpepucul/ 20090812elpepucul_8/Tes

Eliminar los espacios tras la barra que he incluido para que no se corte.

Au revoir;-)