De difícil clasificación para los científicos, esta planta de origen euroasiático fue descrita por Dioscórides como la más extraordinaria del reino vegetal. De tallo múltiple, raíces aéreas y hojas lobuladas (3 peciolos y un unicornio) tiene la más irregular de todas las floraciones.
De existencia discreta los humanos sólo llegan a percibirla por azar en ese momento único de floración, cuando las flores de pétalos malva tiñen el agua del río Epirea en cuyo lecho crece. Al ser una planta acuática no cuenta con la ayuda de insectos para reproducirse, pero la corriente alterna del río Epirea proporciona un medio de transporte ideal para su plancton-polen de color malva. El hecho de que la planta no haya colonizado el estuario del río ni las partes bajas hace pensar que la Epirea sólo pueda crecer a más de 2000 metros de altitud, con una temperatura cercana a los cero grados y con una pureza del agua que ya querría para sí el agua de Vichy.
De entre todas sus rarezas, sin embargo, la más llamativa es su forma de germinación. Una vez fecundada la Epirea Malva deja caer unas semillas que la corriente arrastra hasta el estanque Vulva, paraíso natural donde existe el único pez vegetariano del reino animal, el Barbo Lampiño, cuya nutrición se basa en algas, musgo y excepcionalmente en semillas Malva. La vida del Barbo Lampiño es plácida porque en el estanque Vulva no existen depredadores, en cuanto a los humanos, acostumbrados a pescar con moscas o lombrices, no han conocido jamás la carne de este pez de aspecto dormido que puede llegar a vivir 300 años si no llegan a probar la semilla Malva. Los Barbos Lampiños que la prueban experimentan varias transformaciones. Para empezar les crece el bigote con el consiguiente rechazo de sus congéneres que no aprecian en absoluto los cambios. En esta etapa los Barbos abandonarán la placidez de su hogar entre juncos y narcisos y buscarán la salida a un mundo demasiado perfecto como es el estanque Vulva. Aquellos que toman la corriente descendiente del río Epirea desaparecen sin que se sepa nada remarcable de sus vidas. El eminente botanista Iulius Cortázar los identificó como Famas (o anticronopios) en la desembocadura del río Epirea, y de ahí extendidos por las costas del mundo entero dedicados a comprar casas pareadas con jardín y piscina antes de convertirse en líquenes y/o fósiles bebientes. En cuanto a los otros, los Barbos que decidieron remontar las aguas del río Epirea con la semilla Malva en sus entrañas encontraron la muerte (según la cultura barbilampiña) o “la otra vida”, una vida alternativa sin televisión por cable.
La semilla Malva germina en el interior del Barbo ocupando su sistema nervioso causándole jaqueca y en algunos casos indicios de esquizofrenia. Poco después, cuando el tallo inmoviliza la espina dorsal del Barbo los primeros brotes le salen por el bigote y las raíces empiezan a estratificarse a través de las escamas, es entonces cuando el Barbo comienza a metamorfosearse en lo que Tolkien denominó Bárbol, fase embrionaria de una nueva Epirea Malva. En su etapa de maduración el Bárbol olvida su militancia extremista vegetariana y acepta comer perdices submarinas en compañía de su amor la Epirea Malva.
Para saber más: “Libro de las cosas que no existen a no ser que sí y yo no me haya enterado” Pancrêas Larson.
De existencia discreta los humanos sólo llegan a percibirla por azar en ese momento único de floración, cuando las flores de pétalos malva tiñen el agua del río Epirea en cuyo lecho crece. Al ser una planta acuática no cuenta con la ayuda de insectos para reproducirse, pero la corriente alterna del río Epirea proporciona un medio de transporte ideal para su plancton-polen de color malva. El hecho de que la planta no haya colonizado el estuario del río ni las partes bajas hace pensar que la Epirea sólo pueda crecer a más de 2000 metros de altitud, con una temperatura cercana a los cero grados y con una pureza del agua que ya querría para sí el agua de Vichy.
De entre todas sus rarezas, sin embargo, la más llamativa es su forma de germinación. Una vez fecundada la Epirea Malva deja caer unas semillas que la corriente arrastra hasta el estanque Vulva, paraíso natural donde existe el único pez vegetariano del reino animal, el Barbo Lampiño, cuya nutrición se basa en algas, musgo y excepcionalmente en semillas Malva. La vida del Barbo Lampiño es plácida porque en el estanque Vulva no existen depredadores, en cuanto a los humanos, acostumbrados a pescar con moscas o lombrices, no han conocido jamás la carne de este pez de aspecto dormido que puede llegar a vivir 300 años si no llegan a probar la semilla Malva. Los Barbos Lampiños que la prueban experimentan varias transformaciones. Para empezar les crece el bigote con el consiguiente rechazo de sus congéneres que no aprecian en absoluto los cambios. En esta etapa los Barbos abandonarán la placidez de su hogar entre juncos y narcisos y buscarán la salida a un mundo demasiado perfecto como es el estanque Vulva. Aquellos que toman la corriente descendiente del río Epirea desaparecen sin que se sepa nada remarcable de sus vidas. El eminente botanista Iulius Cortázar los identificó como Famas (o anticronopios) en la desembocadura del río Epirea, y de ahí extendidos por las costas del mundo entero dedicados a comprar casas pareadas con jardín y piscina antes de convertirse en líquenes y/o fósiles bebientes. En cuanto a los otros, los Barbos que decidieron remontar las aguas del río Epirea con la semilla Malva en sus entrañas encontraron la muerte (según la cultura barbilampiña) o “la otra vida”, una vida alternativa sin televisión por cable.
La semilla Malva germina en el interior del Barbo ocupando su sistema nervioso causándole jaqueca y en algunos casos indicios de esquizofrenia. Poco después, cuando el tallo inmoviliza la espina dorsal del Barbo los primeros brotes le salen por el bigote y las raíces empiezan a estratificarse a través de las escamas, es entonces cuando el Barbo comienza a metamorfosearse en lo que Tolkien denominó Bárbol, fase embrionaria de una nueva Epirea Malva. En su etapa de maduración el Bárbol olvida su militancia extremista vegetariana y acepta comer perdices submarinas en compañía de su amor la Epirea Malva.
Para saber más: “Libro de las cosas que no existen a no ser que sí y yo no me haya enterado” Pancrêas Larson.
2 comentarios:
Jóder Óscar, qué bueno. Has encontrado una beta en estas cosas que no existen pero a las que tú das vida de mil amores. De que manera tan cortazariana y delicadamente absurda has demostrado que Antonio Gala es un tío empalagoso (sin ser consciente de ello) y que la historia de Buda podría haber sido más divertida: el más allá del jardín, ese Barbo Lampiño que tiene que salir de su zona de confort en busca de dios sabe qué aventuras. El estanque Vulva del que se sale una vez y se quiere entrar cientos de miles. Ah! me ha encantado.
Un abrazo.
Que escaient en el temps, Òscar! Te has dejado la dedicatoria, por eso!!!
Joer con las malvas: debe ser que se acercan los Santos y estamos todos un poquito tocados.
Este es lo que se llama trascender las fronteras inter-especie. Me encanta. Ahora que lo pienso, yo soy signo de agua, y sufro muuuucho de migrañas, y llevo muuuchos años arrastrándome por aquí, por allá y por acullá...
Oiga Vd, señor poeta, me estoy convirtiendo en Bárbol??? 300 años dice??? Demasiado pa' mi body. Va a salirme bigote? Bueno, espero que sea a juego con mis barbas, al menos. Todo sea en nombre de esa metamorfosis tan anti-kafkiana. Y de la poesía de esa reproducción tan increíblemente abierta e insolente. Y un pelito sacrificada, todo sea dicho.
Iulius Cortázar dice? Mmmmmm, y fue botanista? Señor poeta, ándese con ojo no le vaya a caer un pleito sin comerlo ni beberlo.
Bueno, malva, al menos el color me gusta. Voy a pensar en la mortaja, a ver qué color combina mejor.
Besazo, con babero;-)
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