miércoles, 16 de diciembre de 2009

Apocalipsis

Por José G. Obrero


Sidney no ha sido la primera en cubrirse de arena,
antes fueron marismas, acuíferos, peceras de cristal
debidamente iluminadas en la base.
Las branquias se llenaron de la tristeza seca
que llega desde África. Y las branquias no escupen.
Este es el fin de las formas mojadas.
Este es el fin.
Nada se ha hundido de manera solemne,
no ha habido capitanes erguidos en la popa,
no ha habido mascarones chocando con las algas.
Ha sido un fin sincero sin medida de tiempo,
sin grados, ni erosiones, sin aviso, sin lírica.
Alguien pintó una línea que derivó en un círculo,
alguien le prendió fuego con válvulas mitrales.
Nosotros, escorpiones, nos quedamos adentro.

3 comentarios:

Beatriz dijo...

Lux luxor al revés, y no en 7 días. La tristeza siempre se queda dentro y ni siquiera la combustión, o el desierto, acaban con ella. Quizá la tristeza sea el motor para la creación de un nuevo paraíso que cierre el círculo de esta cadena de despropósitos que hemos dado en llamar humanos. Quizás es posible un renacimiento.

Siempre tan paradójico, José, y tan certero. Me voy a sentir aludida personalmente por lo del escorpión. Y hoy tengo un día de veneno subido, pero veneno implosivo, con el aguijón pinchado en mi propia vena. Y es veneno líquido pero no mojado, como el mercurio: fagocita incluso los metales más preciados.

En fin, tan bueno como siempre, José. Va a ser la coda?

Besazo;.)

Carso dijo...

pues sí, Ester, coincido contigo, José a la altura de sí mismo, con el aguijón escorpioneando la mejor tinta, nada de veneno, pura poesía.

Mercè Mestre dijo...

És que no cal cap capità per dignificar aquest ritual d'autoextinció, però sí que cal una veu poètica potent per explicar-ho amb aquesta espurna de bellesa.

Simplement genial, José!

Un petó des de dins del cercle.