martes, 6 de abril de 2010

VAMOS VOLANDO

Por Carlos Rull

Hasta hace poco le aterraba volar. Sin embargo, desde que sube a los aviones con la esperanza de que estos se estrellen, las más violentas turbulencias y maniobras le exaltan turbadoramente, llenándole de un deleite conmocionador, de un regocijo casi infantil, un goce perversamente sensual . Los vuelos plácidos y sosegados le semejan interminablemente monótonos. Goza en cambio de los traqueteos, los zarandeos y los más o menos bruscos descensos. Las tormentas y las borrascas se le antojan ahora escenarios perfectos para despegues y aterrizajes. No es raro, no obstante, que la persona que ocupa el asiento anejo solicite con creciente inquietud a la azafata un cambio de sitio. Aduce él que todo es cuestión de puntos de vista, mientras contempla un folleto de una escuela de salto en paracaídas. De los motivos por los que ha perdido - o tal vez ha ganado - el instintivo y natural apego a la vida nada dice.

2 comentarios:

Carso dijo...

hombre sí, con la psicosis que hay de un tiempo a esta parte a los accidentes aéreos... como para tenerlo al lado! yo a la primera turbulencia le vomito encima y que se vaya a la escuela de paracaidista esa!
Carlos, tú como siempre nos regalas las justas palabras, ni una más ni una menos, para poner el mecanismo literario en funcionamiento.

R.P.M. dijo...

Yo creo que es una victoria sobre los propios miedos, pero una victoria tan rotunda que molesta a los que no han tenido que luchar para volar en un avión. Ha ganado apego a la vida? Ha ganado vida y ya está. Pero la verdad es que el de al lado tampoco tiene la culpa je je.