lunes, 27 de septiembre de 2010

El relato encadenado (I/VII)

Por Ester Astudillo
para la semana temática del relato encadenado


a)

Su aliento huele a cebolla frita cuando le golpea la nuca. A conserva de pimientos en otoño. A condimentos y especias picantes que ha paladeado escasamente en las tres, tal vez cuatro, ocasiones en que ha salido a cenar fuera a algún hindú o un paki. Le desagrada, pero no se deja intimidar: prefiere acoger el temblor cálido y mojado de sus labios tan cerca, todavía sin girarse.

Debe alargar este momento sin que perciba su inexperiencia, ganar algo de tiempo. Le queda a mano, justo a la altura del omóplato izquierdo, en la rebaba mugrienta de la repisa, un cenicero con colillas hasta los topes. Se desliza subrepticiamente por la pared, apenas rozando el sofá, sin dejar de acomodar su tibio abrazo, y con suma destreza noquea el borde del cenicero al tiempo que se dejan caer, prono uno encima del otro, sobre el cubresofá verde y mohoso.

b)

Detesto els xiclets de clorofil·la. Antigament no era com ara: n’hi havia només de dos sabors, clorofil·la i maduixa. Jo sempre en comprava de maduixa, i ni que me’ls regalessin, pels aniversaris per exemple –encara que el més habitual era que et donessin caramels més que no pas xiclets- no era capaç d’empassar-me aquell regust lleugerament picant que jo llavors només podia qualificar, a més de picant, de ‘verd’.

Hi va haver un dia que al pati d’escola el meu amic Ferrau –Jordi Ferrau, però li’n dèiem Ferrau perquè hi havia dos Jordis a la classe i d’alguna manera els havíem de distingir- me’l va fer tastar: em va regalar una de les dues pastilles Cheiw que venien juntes, a 5 ptes., com a regal per la meva amistat –i, tot sigui dit, també per haver-lo ajudat en la baralla amb el Guillem de l’altre cinquè aquell mateix matí en haver entrat. La goma aquella se’m va enganxar al cel de la boca, em va fer venir basques i vaig vomitar tot l’esmorzar, entrepà de Nocilla inclòs. És l’únic cop que recordo haver-ne menjat, i és d’allí que ve la meva tírria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Señora, se está usted haciendo un lío con esto de los alientos cebolleros, picantones y mentolados; su aversión a la menta es sólo para provocar a ese muchachito que le ofreció el chicle (otro que también quería mojar, como todos). Todo para poder hablar de sexo, que es su tema favorito y del que es incapaz de salir a darse una vuelta y despejar su calenturienta cabeza. Váyase a dar un paseo, cómprese un paquete de trident senses, o de faif, de ese de melón-sandía, y verá que se le pasa todo.

Ya sé que hay gente que tiene mucha sensibilidad en la nariz, pero es que usted parece que haya trasladado toda su sensibilidad libidinosa a las fosas nasales.
Ala, dese unos vahos con sorbitol y pepinillo australiano, y lea una jaculatorias, mano santo, oiga.

Sor Renun

Beatriz dijo...

Ay, Renun! No sé qué voy a hacer con Vd! Un muchachito me ofreció chicle, sí. Pero Vd. no sabe quién era yo. Porque yo... era también un muchachito. Pero eso Vd. no se lo puede imaginar, porque está muy limitadita.

Y bueno, tengo la nariz muy grande, algún provecho tendré que sacarle.

Dios guarde a Vd. muchos años. Con la venia;)