jueves, 9 de septiembre de 2010

La secadora


Por Raquel Casas

La compré de oferta. Entré en una tienda de electrodomésticos dispuesto a no gastarme mucho dinero en una secadora. Llevaba años tendiendo en la terraza pero ya me había cansado de los regalitos que me dejaban los pájaros, de la lluvia intermitente, de los bichos muertos en mis camisas, de la cara agria de la vecina observándome y negando con la cabeza como si estuviera haciendo algo mal.
Entré en la tienda y un vendedor muy atento me explicó las diferencias de kilos de carga, precios, prestaciones, colores, tamaños… Entonces la vi, estaba en un rincón y pregunté su precio. Barata, pues era la última que tenían con esas características. Me la quedé. Los primeros días todo fue muy bien; su funcionamiento era sencillo, el trabajo silencioso y eficaz, la ropa salía esponjosa y calentita. Perfecto. Ya no vi más a la vecina.
Sin embargo una noche me desperté sobresaltado por unos ruidos. Me levanté convencido de que venían de la cocina. Pero allí no había nada raro. Poco a poco empezaron a suceder otras cosas, la ropa blanca unas veces salía de un tono rosado, otras amarillento; de vez en cuando desaparecía alguna pieza de mi ropa interior, otras encontraba ropa que no me pertenecía. Al principio no le di importancia a nada de todo esto aunque tengo que reconocer que el día en que entré alterado en la cocina por unos fuertes golpes, vi la secadora dando saltos y me dijo Ya no quiero secar más, me asusté. Empecé a tener pesadillas, a sentirme mal, a no rendir en el trabajo. Y a dar vueltas por calles, bares, restaurantes, incluso me apunté a un gimnasio; cualquier cosa era mejor que volver a casa.
Por todo esto, señor juez, le pido que me absuelva, creo que es evidente que no soy un pirómano y que lo que quería era deshacerme definitivamente de esa máquina infernal que me estaba volviendo loco, y no quemar el edificio; se me fue la mano con la gasolina. Y le prometo que no volveré a comprarme una secadora; ahora vivo en otra casa con un precioso patio ajardinado y he colocado ahí un montón hilos para tender toda la ropa. Siempre. Me encanta.

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1 comentario:

Laerke dijo...

jajajaaaaaa!! Ves a saber que va fer-li a la secadora...!

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