viernes, 1 de octubre de 2010

Relato encadenado V de VII

Por Mercè Mestre


5.a.
Encadenada a su suerte, sin tiempo para escribir una simple nota de socorro ni una vulgar lista de supermercado y mucho menos una pormenorizada, literaria y antológica descripción de lo que le está pasando en ese estúpido pero crucial momento, la futura heroína de Tarantino abandona su tumba y, con paso decidido y turbulento, sacudiéndose el polvo del cuerpo y desanudándose las guedejas, atraviesa el contraluz de la puerta y dirige su siniestra y algo más que esperpéntica silueta hacia la puerta del vecino de enfrente: sospecha que Carolino tiene algo que ver con el intruso.


5.b.
Con poco tiempo para reflexionar sobre lo irreal y absurdo de la situación y a un paso del desconsuelo tras llegar a la precipitada -y seguramente inmadura- conclusión de que su vida hasta hoy no ha sido más que una serie de desafortunadas secuencias mal montadas -nunca mejor dicho-, decide de repente aplazar su tonto destino de florero desflorado y de un salto se libera de zarpas, muelles, polvo, saliva, lengua y demás turgencias y aromas intensos para convertirse momentáneamente en su propia Juana de Arco. Sin anestesia y con ánimo explosivo, descorcha la puerta y, ante su sorpresa, descubre la sombra huidiza de su salvador y una nota en el suelo. Al agacharse a recogerla se le escurren los pantalones mal abrochados y un conato de grito alarma al vecindario.

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