domingo, 28 de noviembre de 2010

DE VISITA

Por Rufino Pérez


Un taxi. Levantar la mano y un coche sale de entre todos aquellos que van y vienen por la avenida. Se para junto a nosotros. Y mi madre abre la puerta por la que me cuelo a echarme sobre el asiento mucho más confortable que la silla de la escuela, en la que debería estar a estas horas. Hospital General, por favor. De acuerdo, señora. ¿Te van a operar mamá? No, sólo vamos a hablar con el médico.

A mí nunca me llevan a hablar con el médico, me llevan a que me mire la garganta con ese palito que me hace casi vomitar y tengo que toser varias veces. Una vez me hicieron daño porque me pusieron una inyección. Pero yo hablo poco con los médicos, sólo lloro. Ahora, en el taxi, no dejaba de mirar por la ventanilla, disfrutando de esta mañana de vacaciones.

Hoy sé que aquel día fui el albacea sentimental de una mujer, que secó sus lágrimas y no paró de mirarme, cuando de vuelta a casa, yo seguí contando los árboles con hojas y sin hojas por la ventanilla de aquel otro taxi. Igualito que el anterior pero más triste.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Jo, tío, qué bonito. Con un par de pinceladas dibujas tiernamente una emoción y evocas el pasado de tal manera que casi puedo oler el otoño y el olor de las humedad y las hojas caídas. Me ha encantado.

Beatriz dijo...

Albacea sentimental!!! Qué figura más curiosa! Pero ella se fue sin saberlo, no? Desprende tristeza tanta elipsis. Como el otoño, por todo lo que no es. O como abril, por todo cuanto no llega a ser.

kss

R.P.M. dijo...

la historia que se queda sin contar es la buena. Porque es la que pone cada uno de vosotros. Gracias por vuestrso comentarios

Mercè Mestre dijo...

S'ha de tenir molta tridimensionalitat per esculpir aquests icebergs. Com qui no vol la cosa. Uf.

Petons, Rufino