sábado, 3 de febrero de 2007

ELENA MEDEL



Por Ruben Garcia Cebollero

Sábado 3 de febrero de 2007


Hace unas semanas leí Tara, de la poeta cordobesa Elena Medel.
Había leído Mi primer bikini, que es un libro que me gustó mucho más y muy diferente al que ahora traigo aquí. No suelo hablar de lo que no me gusta, aunque respeto el trabajo de Elena y la unidad que el libro destila. Lo malo es que no me ha quedado ningún verso memorable como poso, no porque no exista poesía en el texto, sino porque me he preguntado si en realidad existen todavía los poemas.
Me explico: aunque lo haya publicado DVD y parezca un libro de poemas no me lo ha parecido. Y no es algo que me suceda en exclusiva con Elena, pues mientras Tara sí lo he leído, el último de Yolanda Castaño ni siquiera lo he comprado. Quizá me estoy convirtiendo en Gombrowicz, contra los poetas.
Me temo que haya algo más tras esta banalización de la poesía, pues se publica mucho, aunque no creo que se venda casi nada. Mucho no significa bueno. Mucho más bien significa demasiado. Tara es un ejercicio personal, duro como pudo ser Joana para Joan Margarit. En mi caso, la muerte de mi abuelo me llevó a escribir poesía en catalán, y algún que otro poema en castellano.
No es que me desagraden las elegías, aunque quizá es la edad o el momento. Quizá si tara es ruptura, vida, imperfección el nombre encaja. Puede ser que la muerte habite demasiado nuestras vidas. Por lo demás, en una tarde de manifestaciones como ésta, donde España se divide por consignas y fes, es duro ser poeta y no tener palabras, es difícil abrir libros de poemas y pensar que se ha perdido la poesía.
No me refiero a la que podemos escribir como poetas, publiquemos o no, sino a la que se escribe. Aplaudo el riesgo y la audacia, mucho más la lentitud, la mesura y la reflexión de Tara, pero me falta algo, quizá porque mi universo no mide "ochenta metros cuadrados" como en el barrio lejano donde la voz creada por Elena habla de una niña que aún disfruta repitiendo las palabras en voz alta.
No es que pueda sacar pecho por los poemas que escribo últimamente, en catalán. Lo que siento no es algo personal, sino que la voz de Elena que tiene diez años y vuelve a morirse por dentro de tanta soledad, me parece más auténtica que poética, y es una pena porque no quiero entrar en tiempo de desolación. La voz de Elena canta "yo nunca me equivoco", la voz de Elena es un carrusel de voces, que intentan calmar a un corazón perverso, quizá el tuyo, que echa de menos el infierno que vendrá.
De todas formas si escribo sobre Tara, me quedo con la tierra de lo que el viento se llevó, es porque Elena juega con los verbos, las personas, una coreografía de vocales, capaz de recordarnos que hay días en los que Dios posa sus manos sobre nuestros hombros y nos sentimos solos. Te sientes solo. Me siento solo. Se siente sola.
Algo tendrá que hacer la poesía.

2 comentarios:

R.P.M. dijo...

No lo he leído y no puedo opinar, pero la poesía de Elena me gusta. Parece que a ti te ha dejado un gusto contrario.Intuyo que en el libro, Tara, hay algo de magia: el número siete. Retomaremos el tema cuando lo lea.

Carla dijo...

Yo simplemente citaré algunos versos del excelentísimo Bécquer para expresar mi opinión:

"No digáis que agotado su tesoro,
De asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
Habrá poesía.

(...)

Mientras la humanidad siempre avanzando
No sepa a dó camina;
Mientras haya un misterio para el hombre,
¡Habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma
Sin que los labios rían;
Mientras se llora sin que el llanto acuda
A nublar la pupila;

Mientras el corazón y la cabeza
Batallando prosigan;
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!

(...)"