domingo, 29 de abril de 2007

CENSURAR O EDUCAR

Por Rufino Pérez

“Niño, no digas eso que no está bien”. “La próxima vez te lavaré la boca con un estropajo”. “Niño eso no se toca”. “La próxima vez que te vea tocando a tu amiga la vecina de abajo, vamos, no sé lo que te hago, el culito es de cada uno y no se toca a los demás”. Y al niño lo que le gusta es decir “caca, culo, pis”. Y otras más gordas cuando se hace mayor. Y mientras tanto tocarle el culito a la vecina y a la amiga de su madre para comparar.

Pero, vayamos al terreno de la escritura, el de la publicación. ¿Debemos admitir cualquier expresión, cualquier afirmación hecha en un lenguaje crudo y soez, o debemos censurar y no dejar que llegue al público aquello que no se considere “políticamente /lingüísticamente correcto”? La publicación de los versos de Rushdie abrió la puerta de la censura a un nivel en el que quedó de manifiesto el poder de la misma cuando se ejerce en nombre de una religión o de un estado.

Y lo más preocupante es que el censor actúa, o cree actuar, en interés de la comunidad. Es decir, el censor es una figura liberadora de aquellas fuerzas malignas que amenazan a la comunidad; discierne entre lo que es o no bueno para esa comunidad y otorga valor a lo que entiende como conveniente para los intereses de esa mima comunidad –en realidad él mismo-.

En Estados Unidos, ya hay algunos centros de enseñanza que han aprobado prohibiciones sobre ciertas expresiones. Incluso en Sudáfrica, donde se ha padecido un largo período de censura, y por lo tanto cabría esperar una cierta resistencia a la misma por parte de los intelectuales, resulta que ahora grupos de académicos y editores promueven la supresión de palabras ofensivas desde el punto de vista racial en las nuevas ediciones de obras clásicas en lengua afrikáans.

Volvamos al niño del principio. A los mayores, nos preocupa proteger a los niños, lo que significa también protegerlos de su curiosidad ilimitada sobre ciertas cuestiones, sobre todo sexuales. Sin embargo, los niños no contemplan nuestro control de sus exploraciones como una protección sino como una frustración y puede dar lugar a que entiendan que su natural curiosidad es censurable y por lo tanto “mala”. Así las cosas, es posible que el daño ético que hacemos al niño al prohibir o limitar su innata curiosidad sea más duradero que cualquier otro daño que pueda sufrir por ir a donde lo lleva su curiosidad.

No hay que entender con todo esto que “ancha es Castilla”, pero entonces, ¿dónde está el límite? ¿Dejamos que los niños descubran y contemplen la desnudez y la sexualidad con sus ojos de asombro infantil, o les inclinamos a mirarlas con nuestros ojos conocedores? ¿Estamos con ello protegiendo su sensibilidad, o tal vez es la nuestra la que estamos proyectando?

Y de nuevo con los libros –vaya texto de idas y venidas-. Bajo la censura no florece la literatura. ¿O sí? También hay casos de escritores para los que la censura ha constituido un desafío estimulante para su creatividad, el juego de “colar” su mensaje a través del filtro que sabe que va a tener que pasar. La censura como sistema se crea para que, en bien de la ciudadanía, la rutina cotidiana de identificar y castigar malhechores irá decayendo y la ley y sus restricciones se habrán interiorizado ya en los ciudadanos de tal manera que los individuos se vigilarán a sí mismos. Es decir, la censura los habrá “educado” y habrá creado sus propios censores. Los aparatos de control del Estado que de vez en cuando se establecen, acaban por crecer y consolidarse en plenas burocracias, que ya manejan la norma como un hecho adquirido al que todos los ciudadanos se someten porque es la ley.

La doctrina más liberal establece que la blasfemia, la burla que en un momento dado surgen de la libertad de expresión se agotan cuando otras fuerzas o voces contrarias se alzan en una contienda dialéctica en la que indudablemente y porque contamos con ciertas evidencias históricas, el mercado tiende al bien y al final ganará aquello que beneficia más a la colectividad.

¿Y en conclusión? Bueno, pues os dejo el final del artículo para los comentarios. Tampoco yo lo tengo claro, así que a ver si entre todos lo iluminamos un poco.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

En primer lugar, te mando un cálido abrazo, para un trago siempre difícil de digerir y de entender.
¡Que delicada cuestión planteas¡,hay veces ,que te gustaría tener un libro de instrucciones, para recorrer el ¿necesario ?camino de la censura, palabra hartamente desagradable de sentir y pronunciar.
Yo que he seguido y en ocasiones perseguido niñ@s “propios” y próximamente ajenos, hasta mas allá de las adolescencias, reconociendo mis múltiples y manidas muletillas censoras , incluidas las que se resuelven con Ariel….solo se intuir, razonablemente, algún tímido Si, en ese punto, que mi “responsabilidad” se siente aguijoneada. Por ello francamente creo , que la censura es un, no elegido, derecho de pernada, concedido, por mayor antigüedad, en el cuerpo social, al ego de los educadores. Aunque abogo , por disponer de todo el material posible y por todos los medios de difusión, para tan jodida elección….probablemente equivocada, quitar libertad, aún con buena voluntad, solo puede ser un chapuza a corregir con el tiempo y la confianza en los censurados…pasopalabra.
PD) Curiosamente, antes de leer tu artículo, he escuchado a Serrat, recomiendo para ambientar el tema, esa canción que dice…”niño deja de joder con la pelota, eso no se dice, eso no se hace, eso no se toca….”

Unknown dijo...

¡Harto difícil lo pones para un domingo por la tarde, compañero! El límite de la libertad... En el País Valencià la Junta Electoral ha decidido censurar la película "Ja en tenim prou!", equivalente al "Hay motivo" de hace tres años pero a nivel autonómico. Y no pasa nada.

Respecto a la educación de nuestros enanos, supongo que entre el "ancha es Castilla" y el "Porque lo digo yo" está el "Siéntate, que lo hablamos". De coacción, la menos, porque tal como está la cosa el buen zagal se planta en el juzgado en menos que se da una colleja y con el Estado hemos topado. Hace dos días una madre pidió al gobierno asturiano que se hiciera cargo de su mocita de trece años porque no podía con ella. El angelito acumula no se sabe cuántas denuncias por agresiones y hurtos. De la represión dictatorial hemos pasado a la opresión del "hago lo que me da la gana y no me pasa nada". ¿Habrá término medio?

Jo, me he ido por las ramas que da gusto. Será que estoy dominguero.

Carla dijo...

Bé... em podràs dir hippie, i potser ho sóc més del què em penso, però crec que res amb censura pot funcionar. És a dir, una cosa és protegir els nens i limitar-los en certes coses perquè aprenguin a solventar perills i aprenguin autocontrol, però una altra cosa és modelar-los a imatge i semblança de les pautes socials. Crec que aquí radica la diferència. I crec que el nen d'una manera inconscient distingeix quan una limitació és pel seu propi bé i quan una limitació és per doctrina, o sigui absurda, sense tenir a veure que sigui més o menys bitxo. A més, l'única manera d'evitar la censura és l'amor i l'exemple, i jo personalment sempre m'he preguntat com, per exemple, un nen no acaba dient "hòstia puta" si ho sent permanent ja no als pares, sinó per tot arreu. Projectem en ells una censura, però només a ells, i és clar, l'instint de rebel.lió i llibertat neix de seguida fan exactament el contrari del què se'ls diu: "no beguis", i com que tothom ho fa el nen no arriba a catorze anys que ha agafat una castanya descomunal...
Crec que primer hauríem de fer-nos mínimament sabis abans de tenir fills, això és, portar una vida coherent, tant coherent que el nen no pugui dir mai "ei, em diuen que no faci això però ells no paren de fer-ho"..
Els nens es mouen per models, no per coaccions... i els models mai no imposen, se segueixen...
Per altra banda, no tinc fills i em fa tant de respecte que no crec que en tingui mai, perquè sóc conscient que és una tasca dificilíssima i que és veritat que ningú no en neix entrenat en ser pare o mare... una cosa és la teoría i l'altra la pràctica... però malgrat això, crec en el que he dit.
Una cosa més: t'ha quedat un brillant article!

R.P.M. dijo...

Gracias Carla. Te aseguro que nadie somos maestros en el arte de "educar hijos" y estoy seguro de que aún sin hijos ya eres una buena madre con la sensibilidad y el cariño suficientes para ese modelo que cualquier hijo necesita. Lo del modelo es importante, más de lo que parece, y en el mundo de la enseñanza en el que nos movemos día a día más aún. Pero, la vida ofrece a todos muchos modelos y se necesita también una capacidad crítica para saber con cual nos podemos quedar. Al final, yo creo que hay unos universales: honestidad, responsabilidad, amor por lo que nos rodea, de los que tiene que salir todo lo demás. Y por ahí debe andar el límite de lo censurable o no.
Si tuviéramos ese libro de instrucciones, Paula, todo sería más fácil, lo bueno es que no lo tenemos. Y mi amigo Carlos sabe de sobra que el "siéntante que lo hablamos" además de consumir muchas horas, a menudo no da resultado. Pero es verdad que siempre hay que intentarlo.
Total, que seguimos sin resolver nada. Aunque siempre nos quede el derecho de antigüedad en ambos sentidos: bueno y malo.