martes, 24 de julio de 2007

CUENTOS DE TERROR: RACIÓN DOBLE.

Por Carlos Rull
[Debido a la total incapacidad, típicamente veraniega, de decidir entre ideas tan diferentes, he optado por endosaros aquí las dos, los dos cuentos de horror que me vinieron a la cabeza en el momento de escribir para nuestro blog. Ahí va el primero:]

Primer Cuento de Horror.


Me llamo Caín. Nací en un lugar llamado España.


Fin

Segundo Cuento de Horror: EL ESPEJO.


Se mira en el espejo. Un rostro soñoliento y legañoso que apenas reconocer. Se restriega con suavidad la cara, y con la mirada más limpia vuelve a observar su reflejo. Ve a otra persona. Es él, sí. Pero a la vez es otro. Hay algo extraño e inquietante en el reflejo. Frunce el ceño y acerca su rostro al otro, que le mira con su misma idéntica curiosidad desde el vidrio. Gira casi imperceptiblemente, lentamente, su cara, primero a la derecha, luego, poco a poco, a la izquierda. Fuerza la mirada, sin lograr distinguir nada concreto que parezca fuera de lo normal. Sin prisa, su mano se va acercando hasta sus mejillas. Palpa. Acaricia. Estira. Nada. Apenas una casi imperceptible palidez y la evidente y exacta marca de la almohada. Los ojos algo enrojecidos tal vez. Lo habitual. Y sin embargo,...

Trata de recordar la noche anterior. Cenó con normalidad, algo suave. No bebió más de la cuenta. Ha dormido bien. En la radio un locutor pretendidamente cómico avisa a gritors de que son ya las siete y cuarto. Piensa que con una buena ducha se le pasará esta desagradable sensación de irreconocimiento. Aunque tampoco sería mala idea volver a la cama, alegar telefónicamente una repentina indisposición, descansar unas horas más. Tal vez sea algo grave y debiera ir al médico.

Se lava la cora frotando enérgicamente con las manos en un último intento de despejarse. Vuelve a acercar su rostro al espejo y estirando con sus dedos, revisa pulgada a pulgada la piel de su cara. De nuevo, nada extraño se revela en su detenido examen. Da un paso atrá para obtener una vista más general y, entonces, con horro, se percata de que aquello que le inquieta y desazona no está en la piel, no en la boca, los labios o las mejillas. Es la mirada. No sabe por qué, pero sí sabe con certeza que esa mirada del espejo no es la suya. No es él quien le observa con ironía y un atisbo de crueldad desde el vidrio, no es él quien desvia a mirada hacia la hoja de afeitar que no debería estar ahí, no es él quien alarga lentamente la mano para cogerla con dos dedos, no es él quien la acerca temblorosamente hacia su cuello,...

Un grito y un salto y aparece bruscamente en el pasillo, y corre despavorido por el pasillo hacia la otra punta del piso. Resbala y cae al intentar girar para entrar en el comedor y cree oir entonces, entre jadeo y jadeo, un ligero tintineo metálico de algo pequeño que golpea en la pared y rebota al suelo. Busca con ansia hasta dar con ella, la certeza de la locura, la huella de lo imposible: la hoja de afeitar está en el suelo, ante él. Se incorpora lentamente, sin apartar la vista de ese horroros testimonio de su propia demencia, la mira con asco y pavor en su expresión y busca a tientas en la estantería del vestíbulo algún libro para arrojarle encima y ocultar, sin tocarlo, esa amenazadora e improbable abominación. La pierde de vista un segundo para agarrar con fuerza el libro y al darse la vuelta ya no hay nada en el suelo. El libro cae de su mano con un golpe sordo que a él le parece un trueno.

Vuelve corriendo a su habitación, y por el camino, evitando mirar en el interior, cierra la puerta del cuarto de baño. Se viste deprisa, descuidadamene, con lo primero que encuentra y de nuevo corre por el pasillo buscando huir de un hogar que repentinamente se ha vuelto agobiante y hostil. Sin embargo, al pasar ante la puerta del baño, no puede evitar pensar que una última mirada le permitiría cerciorarse de su cordura, volver a tener la sensación de que la realidad está bajo control, volver a sentirse seguro, confirmar que estaba soñando, que todo fue una pesadilla, el resultado de una mala noche o una pésima digestión. Necesita una última mirada al espejo para confirmar su propia existencia. Desde fuera, pulsa el interruptor, ve una fina línea de luz bajo la puerta, su respiración se acelera y siente su corazón bombear enérgicamente. Apoya la mano en el pomo, cierra los ojos y empuja con fuerza la puerta,...

[Mi idea era dejar el relato ahí, pero alguien me sugirió que pensara en un final, y por la misma indefinición veraniega de la que os hablé más arriba, he acabado por pensar en tres: escoged el que más os guste o cread uno propio, y me lo decís en los comentarios.]

FINAL UNO: Cuando el locutor de la radio grita desaforado que son la siete y veinte, un fino reguero de sangre asoma por debajo de la puerta del lavabo en dirección al pasillo.

FINAL DOS: Unas horas más tarde, la señora que limpia el piso entrará en el lavabo, apagará la radio en la que el mismo locutor avisa a graznidos de que son ya las nueve y cuarto, y no verá nada fuera de lo normal salvo una hoja de afeitar manchada de sangre sobre la repisa del lavamanos. Cuando se mire en el espejo, la mirada que le devuelvan no será exactamente la suya.

FINAL TRES: Entra en tromba en el pequeño habitáculo blanco. Su primera reacción es cerrar los ojos otra vez, girar lentamente sobre sí mismo para encargar el espejo, inspirar profundamente otra vez, apoyarse en el lavamenos y acerca su rostro al espejo, y, con un valeroso esfuerzo, abrir al fin los ojos. La misma mirada diabólica le observa con una maliciosa sonrisa, un poco más abajo, el cuello de su reflejo muestra un enorme corte del que mana, escandaloso, un río de horror rojo.

[Espero que os haya gustado, al menos, uno de los cuentos o uno de los finales. Con ellos me despido hasta septiembre. Feliz Agosto.]

4 comentarios:

ivansan69@latinmail.com dijo...

León Felipe o Blas de Otero habrían firmado sin dudarlo un cuento como el de Caín. Es buenísimo. A Monterroso le ha salido un feroz competidor.

Gogus dijo...

Jejeje, jo voto pel segon final. Sempre he trobat que els loops són d'allò més terrorífics, i a més, són molt nova carn, jejeje.

Anónimo dijo...

A mi m'ha agradat més el tercer final. Bàsicament perqué el veig més cinematogràfic. ^^

R.P.M. dijo...

Me quedo con el tercero porque no deja claro que sea él o el del espejo el propietario de la sangre. Imagen y contraimagen que no permiten saber dónde está la verdadera. El espejo, el símbolo perfecto. Guay, compa. Feliz verano.